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lunes, 6 de noviembre de 2017

No siga ese pájaro

¿Qué hace un poeta durante seis años de silencio literario? En general, uno con su silencio hace lo que quiere, y lo que quiere uno, a veces, es tener hijos, un trabajo estable, comprarse un auto, dejar de escribir. También puede optar por seguir juntando letras e ir macerando imágenes hasta conseguir un buen libro. Ejemplo de esto es No siga ese pájaro, el último poemario de Martín Zúñiga. 

Pecado inevitable de cualquier reseña es la de etiquetar la obra. El libro en cuestión, al que se le ha mencionado como «poemario», intenta en muchos pasajes escapar de tal rótulo. De esta forma, encontramos —ocultos entre versos— textos de aliento narrativo, aforismos o reflexiones filosóficas. Incluso decir que se trata de un poemario resulta desacertado, pues cualquiera que se acerque a él tendrá la sensación de haber leído tres libros distintos (e incluso un cuarto, imperceptible en primera instancia).        

Los apartados (tres, como ya se supone) se titulan «Mecanismos de cooperación», «Conjeturas» y «Siga ese pájaro», y cada uno está salpicado por unos «Fragmentos», los cuales constituirían un sigiloso cuarto libro. Cada sección está escrita en un registro diferente, y de ahí la percepción que tiene uno de estar frente a tres voces distintas, aunque enlazadas por puentes temáticos como la influencia de la tecnología en la vida cotidiana («Las máquinas no entienden de sacrificios») y también la existencia misma del hombre o su ausencia («¿Hay aquí algún alguien?»).

Fascina la arquitectura aquí presente porque muestra una dirección e impone un recorrido al lector. Además, el muy cuidado esqueleto de este poemario, y la intencionalidad que posee, nos hace pensar en que justamente solo el largo silencio del poeta pudo haber permitido labrar estos asomos de perfección. Así, lo que inicia siendo un híbrido de cierta complejidad se va despojando de sus artificios hasta llegar a una poesía cálida y sencilla («mi país es tan pequeño que si me levanto / por el lado izquierdo de la cama / ya soy un extranjero»). Seguir al pájaro implicaba entonces una recompensa: llegar al verso desnudo.  

El carácter lúdico (sin excesos) impera de inicio a fin, y este quizá sea el rasgo del texto donde se puede evidenciar una mayor contención hacia la búsqueda de nuevas formas. Sin embargo, todo esto queda opacado ante la madurez con que Martín Zúñiga asume un proyecto tan minucioso y en donde los seis años de espera quedan más que justificados. 

ZÚÑIGA, Martín. No siga ese pájaro. Lima: Paracaídas, 2017.

lunes, 11 de septiembre de 2017

Cuadros concretos y disonancias

Sale uno del periodismo y se mete en poesía como quien va del burdel a la misa. Lo de Daniel Bedoya Ramos (periodista él) es ir de la noticia al verso, desnudarse de actualidad y oficiar de poeta. Producto de esta transmutación, acaba de entregar hace muy poco un solemne conjunto de poemas, con lo cual puede decirse que aprovechó en demasía sus horas de liturgia y silencio.

Cuadros concretos y disonancias es un debut literario que sabe bien. Lenguaje macerado, maduro, manso, modesto. Por ratos apunta a ser magistral aunque no lo logra, pero —ya digo— el conjunto aquí reunido ha llegado a satisfacer mis nobles expectativas y con eso basta.

Este libro inicia con José Watanabe (epígrafe) y termina con César Vallejo (dedicatoria). En este recorrido de sentido inverso podemos rastrear la familia en la que pretende insertarse la poética de Bedoya Ramos. Hay una voluntad de emparentarse con una tradición, y dicho esto se entiende que el poeta ha sabido identificar y apreciar a sus fantasmales padrinos. El problema es que por momentos se mimetiza tanto con ellos hasta quedar invisible (paradoja del camaleón).

Hay cosas que caen (o están próximas a la caída) dentro de los poemas: una manzana, una palabra, un beso, unos cuyes, unos pollos, una garúa, otra manzana. También colores varios van tiñendo los versos: manzana roja, violetas, habitación y silencio blancos, cielo verde, cerro azul, ojos negros. Así, Bedoya Ramos va configurando su poesía entre pigmentos y expectativas.

Dividido en dos partes, llama la atención —sobre todo en la primera secuencia— la aplastante sencillez de algunos poemas («nado en tu boca / como un pececillo / brinco como las ranas / croo»). Lo suyo es el arte de la depuración, la ausencia verborreica por innecesaria o burda, el bonsái como escuela (tiene mucho de William Carlos Williams). El segundo tramo del libro es más bien telúrico, pero sin abandonar el minimalismo que se ha impuesto («solíamos subir uno de aquellos cerros / elevados como viejas jorobas enormes»).

Bedoya Ramos se apoya en la discreción y cae a veces en la modestia. A su poesía, por momentos, la opaca una sentida timidez y una extendida corrección. Se entiende que, tratándose de un debut literario, prefiere que sus versos se muestren quietos y nada salvajes. Sin embargo, hay que tener en cuenta que justamente ese es su principal atributo. Y con esta perspectiva, es imposible encontrar en este libro un mal poema. Se trata, sin duda, de un auspicioso comienzo.

BEDOYA RAMOS, Daniel. Cuadros concretos y disonancias. Lima: Vivirsinenterarse, 2017.

(Texto publicado originalmente en el blog de Librería Sur).     

miércoles, 27 de enero de 2016

Libro de la enfermedad


JEREMÍAS

Esta mañana, tras salir del templo,
al borde del camino me detuve
y en voz callada, que no conocía,
así me dije: ¿acaso somos más
que las larvas que reptan sobre el barro,
cuyo destino puede marchitarse
tan solo hollado por el pie de un niño;
podría asegurarlo, yo que he visto
al mismo niño desprender la hierba
y, del hierro inflamado, someter
la liebre temeraria, tu creación
contraviniendo; o a la mujer adúltera
cuando el pecho retira a sus infantes,
pero la leche vierte en el mantel
del que en holgura yace; o a mí mismo,
cuando las rosas hago florecer
en la piel encendida de mi esposa,
una muchacha fiel a quien castigo
por su inocencia, hasta que los dos,
ambos, nos abrazamos temerosos
de que la arcilla nuestra envidiaras?
¿Pues si, Señor, el hombre, tu reverso,
no puede por más tiempo contemplar
tu llama que el gusano o la serpiente,
cómo poder siquiera imaginarte
si entre el fango vivimos, cómo erguir
más alta torre que aquella que tú
edificaste, cómo del milagro
seguir los pasos en sentido inverso
y desde nuestro barro hacer brotar tu luz?

DÍAZ CHOZA, Mateo. Libro de la enfermedad. Lima: Paracaídas, 2015.

lunes, 21 de septiembre de 2015

Póstuma(mente)


En Perú hay muchos poetas pero poca poesía. En varias partes de Póstuma(mente), Eduardo Cabezudo Tovar estuvo muy cerca de hacer poesía. Se quedó en poeta.

Lo de Cabezudo va de poetizar el elemento poético. Hacer poemas sobre la poesía, se entiende. Y, aunque el tema pareciera manido, el autor sabe que la imagen es su pastora y nada le faltará:

Lloraría de emoción ante un poema 
Que se levante lleno de lodo para mirar al cielo

Suficiente, digo yo. Se hace poesía con pocas cosas. Con talento, por ejemplo. Con una cajetilla de Lucky Strike tal vez. No se necesita mucho. Cabezudo tiene un poco de ambos, al parecer. Pero, como buen poeta que se inicia (es su primer libro), sabe también autosabotearse y hacer malos versos. Digamos que su poemario pudo estar mejor. No sé, a lo mejor soy muy anticuado para leer esto:

Mi compromiso es el de consagrarme
A la desaparición de este descompuesto ruido
Y hacerlo reaparecer con violencia milimétrica
Como quien pega un chicle en el peinado de la primera
                                                                                         [dama
Como quien mea en el cebiche premiado del último
                                                                                     [Mistura

O esto:

Yo también me aburro de la corrupción
No es como ustedes lo suelen pensar
Es un trabajo arduo y lleno de prejuicio
Es lo mas mainstream de la burguesía emergente
Todos los días perdemos likes en nuestro fan page

De hecho, releyendo estas citas pienso que el poemario pudo ser un gran libro sin estos y otros versos. En algunos, las palabras «esmartiví» o «Análisis foda», por citar algunas, logran fundirse en el poema. Parece natural. Pero en muchos buenos poemas, Cabezudo yerra el gol sin arquero con los vocablos de la modernidad. No obstante, créanme cuando les digo esto: hay algo de poesía en Póstuma(mente). Un verso malo lo hace cualquiera (menos Leopoldo María Panero). Cabezudo sabe ir a veces por el buen camino:

En mi Lima invernal
Todos hablan de lluvia pero acá nunca ha llovido
Hay un cielo que apuñala y hiere microscópicamente
Hasta que logres un tinte rojo imperceptible

El material temático con el que trabaja Cabezudo es fácil de enumerar: poesía, poema, poeta, poetas pobres y sin becas, dildo lacaniano, recitales, crítica literaria, poseridad, posteridad, el Queirolo. Los poemas que escapan a ese tópico son asombrosos. Encanta la sutil densidad en cada uno de ellos y la repentina fuerza en las frases. Cuando el autor se pone salvaje y abstruso está apuntando a la yugular del lector. Poesía feroz, poesía que muerde:

Me he ganado un diente

Enough!, he dicho.

Uno desconfía de los libros regalados, sin costo alguno. Y si lo barato sale caro, lo gratis da sífilis como mínimo. Los libros de Celacanto, el sello que publica a Cabezudo, son gratis. Estos libros los pide cualquier hijo de vecino en alguna librería, y el librero de turno (hijo de algún vecino) los da como obsequio. En serio. Proyecto romántico o lo que fuere. En Perú hay demasiados poetas y poquísima poesía. Y si esta es gratis y aceptable, ¿por qué no mover el culo e ir por los libros de Celacanto?

Pida, entonces, Póstuma(mente).

No diré lo que Cabezudo ya sabe: que lo suyo es edificar imágenes con palabras. Que pronto dejará de ser poeta y hará poesía.

CABEZUDO TOVAR, Eduardo. Póstuma(mente). Lima: Celacanto, 2015.

domingo, 21 de junio de 2015

DOMUS


Hay una broma muy cruel que hicimos en torno a Moisés y su hábito de llegar siempre tarde a las reuniones. Esta broma consiste en que de no llegar a tiempo a la presentación de su propio libro, aprovecharíamos para hacer la segunda presentación de algún otro título de la editorial.

Tomemos en cuenta esto: la relación entre el poeta y el tiempo. ¿Por qué? Moisés, como reza en su biografía de solapa, practica la «puntualidad limeña». Esta «puntualidad limeña» es un eufemismo que nos evita decirle a Moisés que es terriblemente impuntual (cosa que no he comprobado aún dado el poco tiempo que lo conozco). ¿Y cómo podría definirse a una persona impuntual? Un impuntual es solo una persona que tiene una concepción anárquica del tiempo.

Entonces tenemos el tiempo como un primer elemento que inunda el poemario. El tiempo es una espera y la casa (o Domus) no es otra cosa sino el lugar donde se espera la muerte.

Esto es lo que nos dice Vallejo de una casa:
Una casa vive únicamente de hombres, como una tumba.
Y esto es lo que nos dice Moisés:
Irremediablemente las casas se construyen para ser habitadas.
Moisés nos habla del inicio y caída de una casa, de la casa como fortaleza de la soledad y de cómo esta fortaleza es un lugar donde se aguarda la catástrofe.

Y de casas de ese tipo tenemos muchos ejemplos en la literatura universal. Basta con recordar La Metamorfosis, de Kafka. Todo ese relato se desarrolla en una casa dentro de la cual un hombre permanece encerrado en su habitación, encerrado a su vez dentro de un cuerpo que no es el suyo. Casa, habitación y cuerpo son allí un triple encierro, un símbolo de la angustia y la soledad, temas que son tratados en DOMUS con apreciable maestría.

Los versos de Moisés son claros, diáfanos, elaborados en un tono conversacional en muchos pasajes, y nos cuentan que la casa está condenada a dios y el tiempo, temas filosófico-universales. Tiempo y dios actúan sobre la casa.

Dios es otro gran tema que aborda Moisés. Es el tema central del libro, en mi opinión, pues la casa es el universo mínimo que puede crear un hombre, y dios siente rabia de que puedan imitarlo.

En DOMUS dios está aburrido de mirarse al espejo, se le ruega a este mismo dios que nos diga que dios existe y se reniega también de su existencia, como en estos versos:
Mejor pongamos a dios bajo nuestras suelas
y pisemos fuerte
más fuerte
que se quemen nuestras llagas
El poemario, estructurado en siete escenas y un epílogo, nos remite al movimiento propio del teatro. Hay, como ya dije, una intención narrativa de contar la forja de una casa y su inminente caída.

El mérito de DOMUS reside en modelar como el barro los temas trascendentales, a partir de un elemento cotidiano, mundano y concreto, con una claridad que asombra por su lucidez.

*(Texto leído —o eso creo— en la presentación del poemario DOMUS, de Moisés Azaña Ortega.) 

lunes, 16 de febrero de 2015

Mayakovsky by Frank O’Hara


Frank O’Hara (1926-1966) fue fundador —junto con John Ashbery y otras importantes figuras— de la Escuela de Nueva York de poesía, la cual siguió las huellas de los movimientos vanguardistas de la época.

En la poesía de O’Hara encontramos la relación que se establece entre un poeta y su ciudad. Ejemplo de esto es el libro Meditations in an Emergency (1957), de donde hemos extraído el poema titulado «Mayakovsky» (quien, por cierto, era uno de los poetas favoritos de O’Hara). El tema del poema, así como el del libro, se compone a partir de la crisis de identidad de los que habitan una megaciudad (muchos de sus poemas están situados en Nueva York y tienen como telón de fondo sus situaciones cotidianas).

El lenguaje de O’Hara se somete a sus propias líneas vibratorias. En sus versos no interesa el ritmo sino el nervio. Por eso es que puede percibirse en ellos una suerte de espontaneidad, improvisación, carencia de sentido y un fino hermetismo (no en vano se había adscrito al surrealismo). Estos atributos que caracterizan la poesía de O’Hara no son gratuitos. Por el contrario, obedecen a una emulación del Action Painting, cuyo exponente principal fue Jackson Pollock.

La obra de O’Hara es breve. Apenas tenía cuarenta años cuando murió en un accidente automovilístico. Sin embargo, la frescura de sus poemas ha sabido conservarse a través del tiempo, y una suerte revalorización se ha despertado en torno a su figura.

 
Maiakovski

1
¡Mi corazón está perturbado!
estoy de pie en la bañera
llorando. Madre, madre
¿quién soy? Si él
volviera solo una vez
y me besara en el rostro
su áspero cabello rozara
mi sien, ¡está latiendo!

entonces podría vestirme
creo, y andar las calles.

2
Te amo. Te amo,
pero estoy volviendo hacia mis versos
y mi corazón se cierra
como un puño.

¡Palabras! Sean
tan enfermas como lo soy yo, extasíense,
pongan en blanco los ojos, un charco,

y observaré insistente
mi herida belleza
que, a lo mejor, es solo un talento
para la poesía.

No puedo gustar, no puedo cautivar o ganar
¡vaya poeta!
y la transparente agua se espesa

con golpes salvajes sobre su cabeza.
Abracé una nube,
pero cuando me elevé
comenzó a llover.

3
¡Qué gracioso! ¡Hay sangre en mi pecho!
ah, cierto, he estado cargando ladrillos
¡qué gracioso lugar para romperse!
y ahora llueve sobre el ailanto
mientras paseo sobre el alféizar
las huellas detrás de mí están llenas de humo y
brillando apasionadas por correr
salto en las hojas, verdes como el mar

4
Ahora espero tranquilamente
que la catástrofe de mi personalidad
finja ser bella otra vez,
e interesante, y moderna.

La región es gris y
de árboles marrones y blancos
nieves y cielos de risa
siempre apagándose, menos graciosa
no simplemente oscura, no simplemente gris

Este puede ser el día más frío
del año, ¿qué es lo que piensa él de
eso? Quiero decir, ¿qué pienso yo? Y si lo pienso,
quizás sea yo mismo de nuevo.

domingo, 9 de junio de 2013

Agalma


A finales del año pasado, J me preguntó si quería formar parte de un proyecto. Me dijo que, luego de haber conversado con unos amigos, habían decidido crear una editorial. Yo le pregunté si en el momento de tal decisión estaban ebrios, pues tales proyectos, como le expliqué, surgen siempre casi a las tres de la madrugada, cuando el licor se ha acabado y uno de los menos lúcidos dice: «Oigan, ¿y si formamos una editorial?». Pero ese no fue el caso, me aclaró J. Me dijo que el objetivo principal era crear una editorial accesible a jóvenes y talentosos escritores. Por razones experimentales y económicas, se publicaría un poemario. Para empezar.

El afán lucrativo estaba lejos de esta editorial, me dijo también J; por lo tanto, cada uno aportaría con su mejor habilidad. Así, luego de designar las labores que haría cada uno (corrección de estilo, cuidado de la edición, etc.), nos pusimos a votar por un nombre. La democracia nos condujo a que se llamara Agalma. Luego pasamos a la selección del manuscrito mejor logrado de los que teníamos a disposición y, finalmente, pusimos manos a la obra.

Para el mes de abril, donde se necesitaban muchas manos, pues era el mes en que se tenía que imprimir el poemario, estuve enyesado del brazo derecho. Felizmente, unas semanas antes había enviado los diseños del logotipo de la editorial y de la tapa del primer poemario. Esa fue toda mi colaboración. Ya hacia finales de mayo se presentó el libro y pude ver por fin el fruto de nuestros jóvenes sueños: era bello. No podía creer que habíamos logrado crear algo de apariencia tan hermosa y con tan pocos recursos.

Ahora que han pasado varios días desde que nos pusimos a celebrar la aparición de este buen primer libro, miro con cierta distancia el proyecto que en pocos meses pasó de su forma gaseosa y se materializó. Un proyecto que tiene por delante un largo viaje. Y al que, con toda franqueza, le deseo el mejor de los horizontes.  

miércoles, 29 de junio de 2011

La noche abundante


Por: Daniel Bedoya.

Luego de varios intentos de rastreo frustrado, al fin llegó a mis manos La noche abundante de Melissa Allemant (Lima, 1981). En este poemario encontré una voz poética que, presumo, sigue su propia búsqueda, una voz que dice: “Me sumerjo en lo hondo/ en el suave musgo/ que duerme/ sin rituales”, para luego manifestar: “Mis ojos/ no pueden ver la barca/ pero sí la negra silueta/ del pescador/ anunciada por el sonido/ de su hoja de coca”.

Pues bien, en algunas ocasiones he escuchado decir que la poesía atraviesa etapas muchas veces marcadas por una moda, sin embargo, La noche abundante rebosa de seres propios de la naturaleza, de una sensualidad que se mezcla con paisajes que evocan un pasado histórico, con recuerdos de la infancia y adolescencia que le dan un matiz singular y profundo, íntimo, además de mantener un ritmo claro y fluido -punto a favor-, desligándose de la moda.

Confieso que nunca antes había leído algo de Allemant, quizá por un tipo de prejuicio por la poesía de algunos jóvenes creadores a los que suelo llamar “poetas malditos del siglo XXI”, movidos por una especie de moda anacrónica, pero indudablemente este no es el caso.

En La noche abundante, libro compuesto por 23 poemas, lo ausente retorna (Este lápiz/ tiene el poder/ de traer a mi memoria/ una casa/ que ya no existe), confunde (Yo/ como junco asustado/ golpeo con  fuerza/ mis entrañas), tal como sucede en "Museo Interno", y rápidamente la imagen se aferra a uno.

Pero su voz también no es sólo interiorización sino que se dirige a alguien y dice “Hija de la calle/ aquí/ está prohibido/ quitar tus pies del charco/ o hacer los caminos/ que te acerquen a las gentes” en "Instrucciones". Por ello, con este poemario puedo distinguir el recorrido que se hace para alcanzar una voz propia. De aquí en adelante estaré atento a lo que haga esta poeta que promete.

Título: La noche abundante.
Autora: Melissa Allemant.
Editorial: Lustra editores.
Género: Poesía.

jueves, 10 de junio de 2010

Hotel de las nostalgias
















 (Lustra Editores, 2007)


PALABRAS DE UN FANTASMA
ANTERIOR A SU NACIMIENTO

Si muero antes de nacer
si muero aun antes de haber entrado en un cuerpo
suplico no disolverme en la nada
suplico conservar mi forma
de fantasma anterior al nacimiento
y asomarme sin cuerpo al mundo de los nacidos
a ver qué hacen cómo viven y qué sienten
cuando comprenden que sus cuerpos
un día serán sólo ceniza
y no sabrán qué hacer ni a donde ir
Entonces
yo los recibiré en mi casa y les diré
Bienvenidos hermanos fantasmas
aquí están los espectros de los que aún no han nacido
sincérense con nosotros
dígannos si valió la pena nacer
dígannos si la vida tuvo algún sentido
o si ser o no ser da exactamente lo mismo

martes, 30 de marzo de 2010

La piedra alada
















(Peisa, 2005)

 

PIEDRA DE COCINA

1

Esto sucede en la cocina cada domingo:
mi hermana secciona en presas
           tiernos cabritos o conejos.
Los animales, despellejados sobre la tabla,
               proverbialmente vivaces y elásticos,
parece que guardaran memoria de su muerte
                    que aquí se prolonga.

Mi hermana, en su crueldad funcional y sin pesar,
            compromete a una piedra, la hace cómplice.
Es un canto rodado negro
con el que golpea el lomo del cuchillo.

Las presas adobadas
           se hacen en el fuego manjar familiar, tribal
que en la mesa bendecimos
con vino
                  y sin escrúpulos.

2

Es más fácil coger un cuchillo de día que de noche,
o una taza, o un azucarero.
De día las cosas son dóciles, se avienen
             a nuestro dominio
De noche, en el silencio y la penumbra, nos resisten,
tienen otro peso, decantan su porte, aunque algunas
                          se revelan más frágiles.

Esta noche distinguí en la cocina
al canto rodado negro. Era
un pequeño animal que se abrazaba fuertemente asimismo
o se devoraba hacia adentro
               en su apretada intimidad
No era la piedra dura que golpea el lomo del cuchillo
y destaza
                    los animales de la comida
Yo la oí llorar, y era blandita.