lunes, 30 de diciembre de 2013

Contarlo todo


Partamos de lo dicho por Zeus (Mario Vargas Llosa): «Es una novela que merece tener muchos lectores». Entonces allí tenemos un problema: ¿los lectores nos merecemos este tipo de novelas? O, mejor dicho, ¿los lectores nos merecemos este tipo de estafas?

Da qué pensar cuando toda una cadena de librerías está detrás del éxito (económico) de este libro. Cierto día llegué a ver los estantes de una de las sucursales de esta cadena, cuando escuché una conversación telefónica de estilo militar: «Necesitamos cien Gamboas para mañana. Repito: cien Gamboas para mañana». Un amigo librero me comentó que estaban vendiendo alrededor de 10 o 9 ejemplares al día.

«Gamboa es el nuevo boom» es la frase con que se ha estado vendiendo la novela. He visto vallas publicitarias promocionándola. He visto un reportaje televisivo en horario estelar contando la sufrida vida de su autor y su posterior éxito. He visto todo. Lo terrible es que la novela ya camina por sí sola y lo hace tremendamente mal. Si antes se pudo armar todo un aparato publicitario para «venderlo todo», ahora que la novela nos pertenece a los lectores es inevitable y justo que digamos que es una reverenda mierda.

Inflar un producto, atribuirle sustancias mágicas, poderes curativos, y, luego de adquirido el producto, constatar que nada de lo que se ofreció es cierto tiene el nombre de estafa. Y quienes la hemos leído nos hemos sentido así: estafados. A esto también se le llama publicidad engañosa.

La novela es indefendible pese a lo que digan Cueto o Ampuero. ¿El primer peruano jugando en el Real Madrid? Es muy patético que se quiera defender un libro solo porque una editorial grande lo publica. Si es así, veamos entonces una jugada de este nuevo talento:

Nos quedamos callados así por bastante rato, y yo tuve tiempo para observar desde otra distancia sus cabellos recogidos y su nariz que latía intensamente y sus manos que constantemente cogían un collar de cuentas que siempre llevó desde que la conocí. Empezó a moverse incesantemente por la habitación acomodando cosas, y yo sentí de pronto que no podía decir absolutamente nada más, que agregar algo sería hacer añicos todas las cosas que estaban allí delante de mis ojos. (272)

El exceso de los adverbios terminados en «mente» es uno de los tantos ruidos que uno tiene que soportar. Se podría enumerar las miles de cacofonías e incoherencias que dificultan la lectura, pero ya Rodolfo Ybarra se encargó de tan exhaustivo trabajo. Yo, de forma humilde, podría agregar que se trata de una novela rosa de 500 páginas. Una novela que posee una estructura simple, una linealidad soporífera y que intenta funcionar como un best seller peruano. Contarlo todo no ha sido escrita (como se escriben las grandes novelas: dejando la piel en ello), solamente redactada. Gamboa es eso, un redactor. Y nada más.

GAMBOA, Jeremías. Contarlo todo. Buenos Aires: Mondadori, 2013.

sábado, 28 de diciembre de 2013

La muerte es una sombra


De manera sucinta, lo que repito es lo siguiente: «Yo nací un 13, el libro tiene 13 cuentos, estamos en el año 2013 y fue presentado un 13 de diciembre».

miércoles, 18 de diciembre de 2013

El dependiente

Un sábado de diciembre por la mañana, Morris, que llevaba más de dos semanas arriba, en la casa, ausente de la tienda, bajó con la cabeza ya curada. La noche anterior, Ida le había comunicado a Frank que tendría que irse por la mañana, pero al saberlo Morris lo discutió con ella. Aunque nada le había dicho a Ida, el tendero, después de su retiro, se sentía deprimido ante la perspectiva de tener que reanudar su triste vida en la tienda. Le aterraban las horas muertas, llenas de recuerdos de los años perdidos de juventud. Lo consolaba un poco la mejora en los negocios pero no lo suficiente, pues estaba convencido de que, tal como Ida se lo explicaba, los negocios iban mejor gracias exclusivamente a su asistente, al que recordaba como un desconocido de ojos hambrientos y digno de la mayor lástima. Y la explicación, por lo demás, era muy sencilla: la tienda no había mejorado porque aquel huésped del sótano fuera un mago, sino simplemente porque no era judío.

MALAMUD, Bernard. El dependiente. Barcelona: El Aleph, 2007.