A veces (o casi siempre) tengo la impresión de leer un libro muy diferente al que ha leído el resto. Para los demás se trata del mejor libro de, no sé, vete a saber de qué es el mejor. O es un libro maravilloso, obra maestra y demás cosas que suelen decirse para llenar el vacío de no saber qué más decir. Tiene la misma cubierta, la misma cantidad de palabras e incluso ha sido escrito por la misma persona, pero no, no estoy leyendo el mismo libro. Si ellos (el resto, los mortales) leen un libro imprescindible y excelente, yo estoy leyendo a veces (o casi siempre) un bodrio.
Guadalupe Nettel gana el Ribera del Duero con El matrimonio de los peces rojos (lindo título, sí) y se embolsa ¿cuánto? 50 mil euros. El libro de marras trae cinco cuentos, y como no estamos tan mal en gastronomía, digamos que el cálculo es de 10 mil euros por cuento. Cada cuento, aproximadamente, tiene diez tortuosas páginas. El cálculo indica que cada una vale, pues, mil euros. Entonces uno guarda expectativas, uno desea deslumbrarse, pero siempre la realidad es otra, y la realidad es que este libro de cuentos es muy pobre (en todo sentido) y me hace sentir asaltado o estafado, que, a fin de cuentas, da lo mismo.
Los cuentos de este bodrio son réplicas los unos de los otros, y al final no sabes cuál es el cuento matriz, de dónde nacieron los cuatro restantes. Hay una fórmula en cada uno de ellos y es fácil notarlo. Ese, quizá, sea su mayor inconveniente: a ojos expertos resulta muy fácil verle las costuras y advertir sus errores. Las historias narran las relaciones entre los hombres y sus mascotas, esto dicho para simplificar el asunto. Hay matices, claro está. Cinco cuentos: un pez, una serpiente, unos hongos, cucarachas y unos gatos. Vaya, Nettel se ha pasado por todos los reinos y nos entrega un texto «unitario» (esto es un valor literario en los libros de cuentos, pero no lo digo yo y no lo comparto).
Los relatos, largos y fáciles de leer (punto a favor), son de una ingenuidad asombrosa. Nettel deja a un lado la oportunidad de que el lector descubra las metáforas y hace que el narrador de sus historias las señale con luces de neón. Esto es, en otras palabras, resaltar la imbecilidad del lector. Venga, si me estoy perdiendo de algo, allí está Nettel para indicarme el camino correcto. A efectos del cuento esto puede resultar válido, of course, pero no necesito que la autora lea por mí, no necesito que me señale a cada instante qué es lo que, supuestamente, debería tener presente para «comprender» sus historias. El problema, quizá, es que me gusta Carver, y donde no hay Carver hay quizá esto: una explicación excesiva de la trama (por eso son cuentos largos los de esta autora mexicana). Todo está no solo masticado, sino también regurgitado, y vómitos como este no hay quien los tolere. O quizá sí: el resto.
NETTEL, Guadalupe. El matrimonio de los peces rojos. Madrid: Páginas de espuma, 2013.