viernes, 16 de marzo de 2012

El insomnio y César Vallejo


Hoy celebramos el Día Mundial del Sueño. Es una fecha muy especial para los que, como yo, tenemos insomnio. No entiendo a las personas que se refieren a su insomnio como algo doloroso: «sufro de insomnio», «padezco de insomnio». En mi caso, yo gozo de insomnio. Y gozo de él pues aprovecho sus inigualables beneficios.

Por ejemplo, puedo leer horas de horas, hasta ver la luz del alba a través de mis cortinas. O puedo escribir sin interrupciones de ningún tipo (me parece que Balzac escribía de madrugada pues a esa hora los acreedores no lo estaban acosando). El hermoso silencio que penetra en el hábitat del insomne es incomparable, es casi como estar en un estado de meditación constante.
  
Lamentablemente, creo que me estoy curando del insomnio. Últimamente duermo bien —sin necesidad de pastillas— y empiezo desde temprano a realizar las labores del día. Es allí cuando me percato de que mi nivel de lectura ha bajado. Si en épocas de vigilia nocturna leo una novela corta en una semana, en una rutina de persona normal, que duerme sus ocho horas diarias, puedo demorarme el doble. O más. Felizmente tengo algunas recaídas y el insomnio vuelve a mí, y lo aprovecho para leer como un poseso.
  

Por otro lado, la noticia más importante es que hoy se cumplen 120 años del natalicio de César Vallejo. Bajo ese motivo, Google ha decido celebrar al poeta y le ha otorgado su doodle (que es el logo principal del buscador) como homenaje, aunque solo es visible en el buscador de Perú. 

Esto tuvo como antesala una desatinada columna de Diego De la Torre (hasta el momento ignoro quién es) en la que culpa a Vallejo y a Ribeyro por haber, supuestamente, inoculado un afán derrotista y un espíritu pesimista en el subconsciente de los peruanos. Juro que nunca había escuchado estupidez como ésa, que es de antología.

En realidad, el único y verdadero homenaje que se le puede hacer a un escritor es leerlo, simplemente. Leerlo con vehemencia, leerlo con detenimiento. Leerlo, al fin y al cabo. 

Poema XXXII de Trilce:
999 calorías
Rumbbb... Trrraprrr rrach... chaz
Serpenpéntica u del bizcochero
engirafada al tímpano.

Quién como los hielos. Pero no.
Quién como lo que va ni más ni menos.
Quién como el justo medio.

1.000 calorías.
Azulea y ríe su gran cachaza
el firmamento gringo. Baja
el sol empavado y le alborota los cascos
al más frío

Remeda el cuco: Roooooooeeeis...
tierno auto carril, móvil de sed,
que corre hasta la playa.

Aire, aire! Hielo!
Si al menos el calor (———— Mejor
                                   no digo nada.

Y hasta la misma pluma
Con que escribo por último se troncha.

Treinta y tres trillones trescientos treinta
y tres calorías.

lunes, 5 de marzo de 2012

Nocturno de Chile

Pocas veces me topo con libros que tienen, a mi parecer, los principales rasgos que definen a la gran literatura: la posesión de una vitalidad y fuerza propia a nivel del lenguaje, y, desde esta condición, la inserción en la realidad de manera incisiva y sin tregua alguna. Esta es la conclusión a la que llego luego de finalizar Nocturno de Chile, de Roberto Bolaño, cuya lectura desde un principio se muestra intensa, exuberante, sin decaer hasta el final.

Después de haber leído La literatura nazi en América y Estrella distante (los cuales no me llegaron a convencer del todo), esta novela corta me lleva a confirmar la grandeza que muchos le endosan al chileno. Es un libro compuesto de dos párrafos, todo narrado a partir del monólogo afiebrado de Sebastián Urrutia Lacroix, un sacerdote del Opus Dei y crítico literario que llega a remembrar su vida entera en una sola noche.

Ejemplo notable de la orfebrería del lenguaje, esta novela posee una gran carga lírica, la cual —en los pasajes más notables— desmenuza la realidad de la vida cultural y política de Chile de la década del 70. De esta forma, desfilan personajes como Pablo Neruda, Salvador Allende y el mismo Augusto Pinochet.

Queda registrada así la energía narrativa de Bolaño, dentro de una estructura aparentemente caótica pero que busca constantemente plasmar una literatura verdadera, prodigiosa. El espíritu intranquilo y turbado de Sebastián Urrutia será entonces el puente a través del cual el lector iniciará un recorrido febril y, a la vez, placentero.

BOLAÑO, Roberto. Nocturno de Chile. Barcelona: Anagrama, 2000.