domingo, 28 de septiembre de 2014

El Estadio de Mármol


Ficción es una palabra maravillosa que procede del verbo fingir, cuyos significados en su lengua de origen, además de los que ha conservado en la nuestra, eran amasar y dar forma. Es decir, hacían ficción quienes modelaban el barro, lo que contagia al término de inevitable teología, pues la leyenda quiere que el primer hombre fuese fabricado de barro para dar comienzo a toda esa espeluznante y maravillosa ficción que es la realidad, palabra que Vladimir Nabokov colocaba siempre entre comillas. Si tenemos en cuenta, siguiendo con los juegos a los que invita la etimología, que el nombre técnico del barro que utilizan los escultores es «tierra refractaria» y refractario es todo aquello que se niega a ser de su condición, obtenemos, en un plausible malabarismo, que quienes hacían ficción obedecían a aquella tierra que se negaba a ser sólo tierra, que estaba llamada a ser algo más que mera tierra. De ahí que toda ficción contenga un simulacro, más o menos nítido y convincente, de vida.

BONILLA, Juan. El Estadio de Mármol. Barcelona: Seix Barral, 2005.

lunes, 15 de septiembre de 2014

Perro guardián

Fan Art de Christian Rosado.

Así se llama esta nueva película peruana. Y si digo «película peruana» es evidente que me refiero a... exacto, adivinaron: otra película sobre el terrorismo.

La gracia fue ir a ver a Carlos Alcántara (el «Perro»). Es decir, se promocionó esta película afirmando que encontraríamos a un Alcántara dentro de una nueva piel: un exmilitar convertido en sicario. Barbón y con casaquita de cuero. No me creí el cambio de piel. Alcántara es muy blandito. Y eso que tuvieron que teñirle la barba y el cabello de negro. Eso tampoco me lo creí porque los pelos en su pecho estaban canos (película peruana, ajá).

La cinta es regularona. Y en el cine peruano [sic] esto quiere decir que puede pasar por buena.

Yendo al grano:

¡Atención! 

Spoilers: no hay. Malas actuaciones: tampoco. (Se supone que aquí debería dar detalles sobre el argumento, pero me da una reverenda flojera. Por favor, colaboren con este blogger y busquen la sinopsis.)

Es un filme correcto y con algunas escenas memorables. No es una película de acción. Hay sangre pero no hay acción (ya saben: balaceras, bombas, sexo). Eso sí, la atmósfera lograda es lo mejor de la cinta. Lo mejor. Qué gran actriz la atmósfera. Y, bueno, también están los guiños a monumentos como Taxidriver o Léon: The Professional (aunque mucho guiño ya es plagio).

Verla no fue una pérdida de tiempo. Me atrevería a recomendarla. Solo pensaba, mientras observaba al lacónico «Perro», si Pietro Sibille lo hubiese hecho mejor.   

domingo, 7 de septiembre de 2014

Encomio del tirano


Si hemos de hablar de literatura entre otros entendidos de lo literario, es de muy mal gusto no mencionar algún autor italiano.

Uno se llena la boca y dispara apellidos tipo Franzen, Lethem, Gaddis, Roth, McCarthy, etecé, etecé. Todo muy bien pero muy yanqui. Es decir, que es bueno ponerle aderezo a nuestra lista si vamos a darnos de eruditos.

Y los expertos recomiendan que siempre es bueno colocar a un italiano en cualquier enumeración sabihonda. Vale decir, Manganelli.

Se puede conjugar el apellido. Es más, los expertos aconsejan que estas conjugaciones se asocien a ideas críticas: «este tipo tiene una prosa muy manganelliana», «lo manganellístico resalta en su obra», «se percibe cierto manganellismo a la hora de presentar a los personajes». Y así.

El subtítulo de Encomio del tirano es muy bueno: escrito con la única finalidad de hacer dinero. Y el texto empieza con el narrador dirigiéndose a un supuesto editor. Pensé que iba de eso, de la relación escritor-editor. Pero me equivoqué. Va de eso y de miles de cosas más.

Manganelli crea situaciones de la nada. Pero divaga. Fluye y a veces su prosa es un enredo. ¿Mérito de este libro? Pues en sus 120 páginas hay varias protonovelas. Me imagino que eso es muy manganelliano.

Y, para finalizar, la cita de rigor:

Pero en ese instante yo te quito la palabra. Te requiero para que no uses esa palabra, «escritor». Esa palabra no ha sido nunca usada por mí, y no la usaré; me gusta que la gente con la que hablo no la use nunca, detesto las impropiedades, y tal lo sería, en las que se incurre por mera distracción. Si yo usara esa palabra tú no serías nada más que lo que eres, un editor; pero sólo en cuanto yo he escogido una palabra más propia y a la vez más insidiosa, tú eres otra cosa, eres tirano, señor, monarca, rey, duque, gran duque, gran marqués. No me gusta la desolación de una oficina suburbana, deseo afrontar los estucos, las elaboradas maquinaciones barrocas, rococó o cuantos otros fastuosos elementos sean concebibles, con tal de tener la certeza de hallarme en un alcázar. Así pues, cualquier palabra que se me quiera decir, que me sea dicha sin recurrir a esa palabra detestable.

MANGANELLI, Giorgio. Encomio del tirano: escrito con la única finalidad de hacer dinero. Madrid: Siruela, 2003.

lunes, 1 de septiembre de 2014

Javier Cercas sobre la novela robada por los ingleses


Monsieur P me comparte el link de una muy buena entrevista a Javier Cercas. La verdad es que los comentarios del escritor no tienen pierde. Sobre todo cuando menciona que la lengua española (y, por ende, los escritores en este idioma) ha conseguido revalorarse, tomando en cuenta que, según Cercas, la novela fue una creación de nuestra lengua, robada posteriormente por los ingleses.

Nos la robaron los ingleses. Yo siempre voy a Inglaterra y les digo «¡Cabrones, devuélvannos la novela!». Pero no la robaron de mala manera, sino de buena manera, porque los escritores en español fuimos tan idiotas que no entendimos la lección de Cervantes. Quienes la entendieron fueron los ingleses y los franceses, pero, sobre todo, los ingleses. La novela española del siglo XVII, XVIII y XIX es irrelevante. Quienes devuelven a la narrativa en español, en general, el lugar de privilegio que solo tuvo con Cervantes son los grandes narradores latinoamericanos del siglo XX. Esa es la verdad. A través de Borges, que relee a Cervantes, y ya es Borges y Rulfo y Vargas Llosa y García Márquez… esa pléyade extraordinaria de escritores.

Fuente: Diario Uno.