domingo, 28 de abril de 2013

Dans la maison

Dans la maison (François Ozon, Francia: 2012)

La íbamos a ver en una reunión de amigos (al parecer, una nueva falange del conocido Círculo Literario del que ya he hablado aquí) pero R, siempre con sus buenas e influyentes recomendaciones, no la pudo conseguir.

La película prometía y el argumento era simple: un profesor de literatura impulsa a sus alumnos a escribir y descubre en uno de ellos la facilidad para narrar, el don de la escritura, aunque esa habilidad poco a poco se convertirá en una pequeña pesadilla para el profesor.

No esperé mucho, me descargué la película (en alta definición, claro está) y al verla me vi envuelto en una historia salpicada de referencias literarias, suspense y unos giros tan geniales que se acercan mucho al delirio, un delirio que es también el hechizo de esta película.

La sensación de realidad o irrealidad que transmite es bastante fuerte. Es una película cuya trama se apoya en los textos de este alumno aprendiz de escritor, y he aquí donde resulta difícil descubrir qué es la ficción y qué es la realidad, o cuáles son sus límites, o, simplemente, la certeza de que no existe límite alguno.

El filme quizá no alcance la perfección en muchos aspectos, no obstante dudo que cualquier amante de la literatura pueda resistirse a ese sutil y maléfico encanto que posee. Tampoco creo que entre en mi top ten de películas sobre escritores, pero se acerca mucho y con una simpleza inaudita que es a la vez su principal atributo.

lunes, 15 de abril de 2013

Abril: mes de la muerte del escritor

Abril lo he comenzado mal. Me fracturé el brazo con el que escribo y tuvieron que enyesarlo, de tal manera que ahora comprendo que este mundo no está hecho para los zurdos, o para los que —por un accidente— nos hemos vuelto zurdos a la fuerza. 

Hace un par de días celebré también un año menos de vida, lo que me hizo reflexionar sobre los proyectos realizados y planes futuros. Algunos proyectos, como es obvio, se han visto estancados por esta lesión en el brazo. Pero felizmente el descanso médico me ha permitido escabullirme un poco del trabajo alimenticio y me ha brindado el tiempo suficiente para leer y ver casi una película por día. No obstante, las ganas de escribir son más fuertes, así que vuelvo al blog para ejercitar un poco este acto de parir palabras.

En uno de mis largos momentos de ocio (a veces interrumpidos para ir a recibir clases) encontré un artículo que analiza la situación del escritor en España. Aunque el contexto español dista mucho del peruano, el texto me ha puesto de nuevo sobre la mesa aquella eterna reflexión del escritor que se las tiene que arreglar para hacer lo que le gusta, tomando numerosos pequeños trabajos que le brindan cierta estabilidad económica, y encima en un panorama desolador donde los lectores desaparecen o son asesinados por la tecnología.

«El poeta pobre», de Carl Spitzweg.

A continuación, el artículo al que hago referencia:

La muerte del escritor de clase media

Por: Peio H. Riaño

Siempre ha sido así, pero ahora el cuento ya no tiene un final feliz. El escritor pasa a ganarse la vida como escritor “cuando empiezan a pagar bien”. Lo dice Juan Marsé (Barcelona, 1933), que cuenta por el teléfono que él no era un escritor de clase media, sino de clase baja. Trabajaba en una joyería de su ciudad natal mientras escribía su primera novela, Encerrados con un solo juguete (1961). Luego llegarían las tareas como mozo de laboratorio, en el departamento de bioquímica celular del Instituto Pasteur en París mientras terminaba la segunda, Esta cara de la luna (1962). Y hasta su consagración con El amante bilingüe 30 años después, es decir, cuando empezaron a pagarle bien, pudo compaginar su vida de escritor con artículos en periódicos, escribiendo guiones de cine, etc.