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domingo, 2 de agosto de 2015

Francisco Joaquín Marro: «Los editores se pasan los manuscritos por los huevos»


Para el bienestar de muchos de mis amigos libreros (el trabajo es arduo y por ratos aburrido, lo sé), hoy se termina la Feria Internacional del Libro de Lima 2015. En esta ocasión, pude constatar que la feria estuvo más ordenada que en anteriores oportunidades, aunque los escritores extranjeros que llegan serán siempre el talón de Aquiles de la FIL. El país invitado fue Francia y no vino Houellebecq ni Michon (ni soñar con Modiano). Los precios, inflados como siempre, fueron fácilmente destruidos por la librería Communitas, que además dio un 15% de descuento durante los días de feria (esta librería no estuvo en la FIL, pero allí se me fue todo el sueldo). Un evento llamó la atención de este bloguero: Mesa redonda: 5 escritores peruanos contemporáneos. El buen Francisco Joaquín Marro (Joaquín de apellido) estaba dentro de los cinco, pero creyó necesario no acudir. Joaquín es algo así como un Thomas Pynchon o un Salinger en versión peruana, y se toma muy en serio el trabajo del anonimato. Sin embargo, Joaquín fue tan amable de enviarme el texto que escribió para dicha presentación y que alguien leyó en el evento:

Hola, mi nombre es Francisco Joaquín, soy lo que suele denostarse como un escritor aficionado a los temas frívolos, de los cuales puedo llegar a parecer un consumado erudito. Ex-ateo desde aquella vez en que me sorprendí en un trance amargo exclamando ¡Dios mío! Creo en Dios, pero no en la gente que habla demasiado de Dios (o cuyo negocio sea hablar de Dios). Rey del drama sin reino, chico Almodóvar frustrado, al borde de un ataque de nervios. El quinto nerd de Big Bang Theory. Amante de la comida chatarra, pero con deseos de tener un cuerpo como el de Lou Ferrigno (y si es sin esfuerzo, mejor). Difícilmente soporto a los perros pequeños, a los niños engreídos, a los gordos que no ceden su asiento a las viejitas en el autobús, a las chicas resbalosas y en extremo confianzudas y a los tipos que se proclaman intelectuales, filósofos, talentosos, idealistas y románticos a los cuatro vientos. Vamos, que a duras penas soporto a la Humanidad. Podré no sufrir muchas cosas, pero yo no odio nada, ni a nadie (aún). 

¿Cómo comencé mi carrera literaria? Pues como casi todos en el Perú, cansado de tocar puertas para que me publiquen gratis, con dinero en el bolsillo y con expectativas de gloria, riqueza y poder, aunque claro, finalmente ni siquiera obtuve alguna clase de capital simbólico. De todas formas, si hoy día un muchacho me preguntara qué hacer yo le diría que haga como todos nosotros, junta dinero (cualquiera sea la forma en que lo obtengas, si es una manera inmoral, mejor, porque así tendrás muchos cargos de conciencia y por ende algo que contar) y con ese dinero publica tu libro. Ningún editor te hará caso hasta que no tengas un libro publicado; parece mentira pero le tienen más respeto a un libro ya publicado, aunque se trate de un mamarracho, que a un manuscrito. En realidad los editores se pasan los manuscritos por los huevos.

Yo no diría que tengo influencias propiamente dichas, más bien son afinidades, si declarara que tengo influencias también estaría declarando que intento copiar un estilo, y ese no es mi caso. Yo tengo gustos muy definidos, y me decanto por la novela de tono psicológico: gran parte de este tipo de novelas se publicó entre los siglos XVIII y XIX, siendo mis preferidos John Fielding, el marqués de Sade, Stendhal, Thackeray, por poner algunos ejemplos. En cuanto al siglo XX prefiero a autores de tono sencillo, que suelen ser estadounidenses, como John Irving, Philip Roth, John Kennedy Toole. Hace tiempo me preguntaron qué libros recomendaría o cuáles me marcaron más. Yo recomendaría (y esta recomendación se me hace muy corta): La ciudad errante, de Lajos Zilahy; Las tiendas de color canela, de Bruno Schulz; Opus Nigrum, de Marguerite Yourcenar; Las asombrosas aventuras de Kavalier y Clay, de Michael Chabon; El mundo según Garp, de John Irving; La cartuja de Parma, de Stendhal, la que considero la obra más linda del mundo; aparte, El almuerzo desnudo, de William Burroughs, y un librito que me parece encantador y que nunca pasará de moda: Barry Lyndon, de William M. Thackeray.

Pero si tuviera que mencionar el libro que más me marcó diría que no fue precisamente uno solo, sino una colección: Paradigmas, mitos, enigmas y leyendas contemporáneas. Fue una colección de veinte tomos dirigida en Chile por Gustavo Frías. Yo tuve la colección completa, el primer ejemplar me lo compró mi padre adoptivo cuando yo tenía trece años y apenas si me importaban los libros. Incluso recuerdo cómo me lo compró, en el óvalo Varela, en la avenida Venezuela, había gente que vendía libros viejos sobre toldos o sobre carretillas. Ese primer volumen era el ejemplar número uno de la colección, trataba sobre la maldición de Tutankamón, la leyenda de la Telesita y los avistamientos de gigantes en la edad moderna. Me encantó y creo que a partir de allí me convertí en un lector.

Mi única publicación hasta el momento es la novela Sol de Tokio, publicada en el año 2011. Sé que por ahí circulan títulos de libros que se me atribuyen, pero les aseguro que todo eso es mentira, porque también se me atribuye una maldad de grado supremo, un falo de dimensiones jurásicas y una vida de gigoló en el parque Kennedy en los años noventa y les aseguro que no, que nada de eso es cierto.

No tengo próximos proyectos a no ser que aparezca una editorial que decida publicarme sin costo alguno, y tal como están las cosas eso parece un espejismo. Por lo pronto simplemente me dedico a lo mío y a cantar como Annie “El sol brillará mañana”.

En cuanto a Sol de Tokio, comencé a escribirla en 1998, deseaba hacer una novela seria, grandilocuente y muy intelectual. Me salió una sátira; pienso que porque en la década del 2000 comencé a padecer penurias económicas y la única forma de afrontar todo aquello fue haciendo escarnio de mí mismo y de lo que me ocurría, de lo poco que quedaba en pie y de lo que todavía me podía burlar. La novela no es nada autobiográfica, el personaje principal se inspira en lo que me parece es rasgo común de todo escritor novato, sobre todo en sus ganas de demostrar ingenio y cuán culto es. Si algo tengo en común con el Paquito de la novela es el sarcasmo y una tendencia instantánea a formularme castillos en el aire. Ahora bien, la novela también resulta una especie de crítica de género a todo aquel escritor varón y heterosexual que cosifica a la musa de sus sueños, a la que idealiza e idolatra mientras las cosas marchan bien pero que luego insulta y putea cuando esta no le hace caso. Siempre me ha parecido curioso que en todas las novelas de iniciación literaria la mujer o la amada sea retratada como un ente un poco perverso que quita la inocencia al escritor-narrador. Él siempre resulta ser el bueno, el de nobles sentimientos, y ella es la confundida, la nerviosa, la que con sus dudas y disfuerzos lo malogra todo. Yo quería con mi libro burlarme de aquella pretensión masculina, poner sobre el tapete que quizá ella no esté tan confundida que digamos, y que si no le da bola a él, por algo ha de ser, quizá porque él, aun con todas sus pretensiones de bondad y superioridad intelectual, en el fondo es un puerco imbécil.

Por supuesto que a Sol de Tokio se le pueden dar muchas otras lecturas: Alexis Iparraguirre incidió en el carácter de sátira metaliteraria y Sandro Bossio mencionó el carácter de cómic y collage que tiene el libro. Para Rodolfo Ybarra, en una breve reseña de la revista Dosis, la novela tenía ciertos rasgos de stand up comedy.

Y bueno, señoras y señores pasajeros, madres de familia, jóvenes estudiantes, no los aburro más, apoyen mi carrera y compren mi libro, lo estoy súper ultra mega rebajando a diez soles, un tercio de lo que costaba en 2011.

Gracias totales.

domingo, 12 de julio de 2015

Facsímil


58. (1) No quería hablar de ti, pero es inevitable.
      (2) Ahora estoy hablando de ti. Y estás leyendo, y lo sabes.
      (3) Ahora soy un texto que tú lees y no quieres que exista.
      (4) Te odio.
      (5) Quisieras el poder de los censores.
      (6) Que nadie más leyera estas frases.
      (7) Te odio.
      (8) Me cagaste la vida.
      (9) Ahora soy un texto que no puedes borrar.

      A) Ninguna
      B) A
      C) B
      D) C
      E) D

ZAMBRA, Alejandro. Facsímil. Lima: Estruendomudo, 2015.

domingo, 28 de junio de 2015

domingo, 17 de mayo de 2015

Breve Historia de la Literatura Peruana Reciente

«Sick Blue» (Yves Klein)

Mónica Cabrejos confiesa en televisión nacional que ha perdido un hijo de un escritor famoso y muy premiado a nivel internacional.

Ese escritor es Iván Thays.

En un primer momento se barajó el nombre de Santiago Roncalloro.

Mónica Cabrejos lo tilda de «malnacido» (a Thays).

Thays elimina su cuenta personal de Facebook minutos después de haberse divulgado su nombre.

En un conocido programa farandulero, el conductor lee extractos de Un lugar llamado Oreja de Perro.

La Juventus elimina al Real Madrid de la Liga de Campeones.

En Internet surgen opiniones a favor y en contra de Cabrejos.

Surgen también opiniones a favor y en contra de Thays.

Alguna vez leí que Thays toma zatrix y antidepresivos. 

Me cae bien la gente que toma esas pastillas.

En Camaná, un librero exhibe una pila enorme de Un lugar llamado Oreja de Perro.

Mi doctora decide aumentarme la dosis de antidepresivos.

El libro está al irrisorio precio de 15 soles.

Los escritores opinólogos de las redes sociales callan en todos los idiomas a los que no los han traducido.

Thays publica un comunicado aclarando los sucesos.  

Cristina Morales gana la beca Han Nefkens.

Patricia del Río escribe un artículo que lleva el mismo título de una novela de Hernán Migoya.

¿Sueñan las feministas con mujeres eléctricas?

Tras muchos días, acabo el primer cuentario de Samanta Schweblin.

Thays no ha vuelto a actualizar su blog Moleskine Literario.

Hasta el momento he leído todo lo de Schweblin, menos su más reciente cuentario que ha salido este mes.

¿Mónica Cabrejos pudo haber ganado el Copé de cuento donde Thays fue jurado?

Me frustra no poder avanzar un cuento que sigo intentando terminar desde octubre del año pasado.

Cabrejos anuncia que tiene pruebas para desmentir el comunicado de Thays.

Cabrejos quiere que Thays se largue del país.

Y eso que he reescrito el cuento luego de haber tomado mucho vino. 

Cabrejos dice que detrás de los ataques hacia ella se encuentra Iván Thays.

El ciego le rompe los dientes al Lazarillo por tomarse su vino.

Lo extraliterario llega a ser lo verdaderamente literario.

Me da pánico la vida aburguesada.

My heart's aflutter!

Thays dictaba un taller de narrativa y allí ambos se conocieron.

Son malos tiempos para el amor o la literatura.

jueves, 30 de enero de 2014

¿Qué te puedo contar de mí, cher frère?


Es 1963:
¿Qué te puedo contar de mí, cher frère? La verdad es que mi vida es bastante artificial, tengo la impresión de perder cada vez más el contacto con el espacio y el tiempo, y no es una frase. Ocurre que de lunes a sábado me paso el día escribiendo, o tomando apuntes para la novela, o traduciendo a Beckett y sólo los domingos desciendo y vivo un poco. No puedes imaginarte hasta qué punto me he vuelto metódico. Tengo un horario que se ha ido elaborando solo, y que es más rígido que el de un bancario. Me levanto a mediodía, salgo a almorzar al restaurante de la esquina y a las dos de la tarde comienzo a trabajar. Hasta las seis o siete me dedico exclusivamente a la novela (ahora a los cuentos, que corrijo, para Cuba), mejor dicho hasta completar diez páginas de texto. Luego traduzco un par de horas, si Beckett resulta demasiado asfixiante y fúnebre, hago fichas sobre la Amazonía. A las nueve, como y después leo hasta las once, en que me voy a la radio. Ya al día siguiente, lo mismo, y después lo mismo y lo mismo. Cuando eso que los franceses llaman la "lucha con el ángel" -y que es, simplemente, un acceso de impotencia creativa- se convierte en lucha grecorromana y me empiezan a doler la cabeza y los huesos y el aburrimiento me da náuseas, me siento en la cama y blasfemo hasta las nueve de la noche, hora en que salgo disparado a ver un western. Pero he conseguido no salir de la casa ni ver a nadie entre dos y nueve. Los domingos me humanizo, voy a exposiciones, al cine, al teatro, a comer a un restaurant, me acuesto a las doce y paso cinco horas irremediables de desvelo: esta carne transitoria se ha acostumbrado al horario impuesto por la radio y no duerme jamás antes del alba. Me olvidaba: al regresar del trabajo, a las tres y media, leo o escribo (a mano, los franceses no toleran el ruido después de las diez) hasta las cinco.

lunes, 25 de julio de 2011

Uruguay campeón

"El maracanazo" (Fuente CDMYL)

Como ya todos sabrán, Uruguay se llevó la Copa América de esta edición. Me queda cierto ardor en la garganta de tanto haber gritado los goles de Perú, que ocupó un meritorio tercer lugar (ningún peruano pensó que su selección llegaría tan lejos). Pero ahora entro en la nebulosa de qué uruguayo debo leer. ¿Mario Levrero? ¿Benedetti? ¿Felisberto Hernández? ¿Horacio Quiroga? ¿Onetti? ¿Lautréamont? ¿Galeano? Mientras lo decido, continuaré paseando por la Feria Internacional del Libro de Lima (FIL 2011) que culminará el 2 de agosto y en la que he gastado mis últimas monedas con el peligro de que mi economía entre en recesión.

miércoles, 26 de enero de 2011

El poder del lenguaje

Cervantes nos dejó la obligación de continuar siendo creadores en el ejercicio de la lengua y ciertamente debe sentirse estos tiempos sorprendido al comprobar con cuánta porfía la lengua española sufre, aquí y allá, censurable desatención y estropicio constante. No es fácil saborearla en puridad en los periódicos, es infrecuente hallar testimonios de armónica congruencia en la prosa oficial, no la comprobamos cultivada con esmero en la escuela, la maltratan en forma estridente los locutores de la radio y la televisión.
Deber de nosotros es defenderla de confusiones y malentendidos, propiciar el buen uso, censurar el manejo indebido de cultismos. Deber nuestro es asimismo llamar a reflexión sobre el hecho, cada vez creciente, sobre el alejamiento cada vez más hondo que se ha venido propiciando de la lectura. Y tiene que preocuparnos que la lectura haya dejado de ser sana costumbre de los jóvenes. El ejercicio de la lectura es el camino mejor para dar firmeza al derecho de ser persona.
Y nos tiene que llamar a relfexión honda que el evidente progreso de la tecnología -que tanta presencia otorga a la lengua oral- no corresponda paralelamente con un escrupuloso manejo de la lengua escrita. Propiciar el buen uso del lenguaje es cuidar el modo de ser de las gentes y ayuda a que la lengua sea, como debe ser, instrumento de cohesión entre los hombres, sobre todo en un país pluricultural y multilingüe como el Perú. Ha comenzado a olvidarse qué poderoso es el lenguaje.
¡Ah, el poder del lenguaje! Los poderosos lo necesitan para imponerse. Los menesterosos lo anhelan para alcanzar poder. En su nombre y por influjo se cometen crímenes e infamias, pero también se administra justicia entre los hombres. La universidad lo cuida, lo investiga, enseña sus secretos y virtudes, la escuela alerta sobre sus excelencias, se entusiasman las gentes cuando lo gozan al servicio de la belleza guiado unos días por Cervantes u otros días por Borges y Quevedo.
Le temen, lo adoran, lo administran. Su poder aterra, muestra cuán lejos están los unos de los otros, señala cuántos son precisamente "los otros". Los enemigos del hombre esmeran su perversa estrategia sabiendo cómo está el lenguaje mezclado con el ser mismo del hombre: la casa del ser, dijo el filósofo. Es una hermosa herencia que no podemos rechazar y que incrementamos insensiblemente.

("¡Ah, el poder del lenguaje!" en El Comercio, 21 de abril de 1996).
Por: Luis Jaime Cisneros (Lima, 1921 - 2011)

Fuente: El Dominical (Lima, domingo 23 de enero del 2011).