Nuevamente el blog de Nisaba aporta información sobre los métodos de escritura. A mí, personalmente, me fascina encontrar caminos que formen una disciplina en este sentido. Espero que esta propuesta les agrade. He aquí el post:
|
«Writing to father» (Eastman johnson) |
Una vez tomada la decisión de crear una rutina diaria en donde la escritura tenga un lugar propio, tan inamovible como bañarse por las mañanas o almorzar, viene la ardua labor de modificar los hábitos de la cotidianidad.
Estos son algunos pasos sencillos para modificar con éxito su rutina. No están escritos en piedra: puede alterar orden, añadir y quitar procesos, inventar los suyos propios. No son más que unos cuantos consejos surgidos de la experiencia para ayudarle a moldear sus circunstancias personales y crear un hábito efectivo de escritura.
Paso 1: observación de las actividades
Antes de hacer cambios en la rutina diaria, levante un registro de actividades, su horario real; incluya hasta las distracciones frecuentes. La honestidad es esencial. En este sentido, asuma esa actitud científica de averiguar lo que realmente pasa en lugar de lo que idealmente debería suceder. Usted puede creer que tiene “libres” todos los martes por la noche. Si es así, anote en su registro qué hizo durante los últimos cuatro martes por la noche y verifique si es verdad que los tuvo “libres”. ¿Hay ahí una actividad regular? ¿Una interrupción frecuente? ¿Un evento “aislado” que se está volviendo rutina de una vez al mes o de todas las noches?
En este ejercicio, conviene también llevar un registro de todas las actividades típicas de procrastinación y ocio: las horas transcurridas en redes sociales y correo electrónico, los ratos de ver televisión, el tiempo que se pasa con la familia o los amigos… Todo lo que no aparecería normalmente en un horario pero que inevitablemente sucede.
Paso 2: análisis del entorno
Si cada minuto cuenta, no podemos pasar la mitad de nuestra sesión diaria arreglando las condiciones de trabajo. Uno necesita un espacio de su casa dispuesto, ordenado y listo para ser empleado de inmediato. Que comenzar a escribir le tome apenas unos minutos, no quince, no veinte, no una hora… dos o tres minutos y ya pueda comenzar, de ser posible, en el punto exacto en donde dejó el proyecto el día anterior.
Por lo tanto, el segundo paso es hacer un diagnóstico, valorar las condiciones del entorno e incluso hacer un catálogo de las distracciones normales o de las posibles incomodidades: ¿televisores cercanos?, ¿la cocina?, ¿el lugar por donde camina todo el mundo en la casa?, ¿falta de luz o un reflejo imposible sobre la pantalla? Vale la pena tomar nota de las diferencias según las horas del día: ¿ocurre lo mismo durante la mañana que en la noche?
Para cada problema, diseñe una solución, preferiblemente sencilla y de bajo costo: cambiar la mesa de lugar, aislarse en la habitación en lugar de trabajar en la sala, darle vuelta al monitor, escribir de noche mientras todos duermen… Lo que funcione para cada quien.
Paso 3: identificación de potenciales horas para la escritura
El objetivo es encontrar todas las horas del día durante las cuales se podría insertar una sesión de escritura de un mínimo de treinta minutos hasta dos horas como máximo. En este momento, se deben poner los prejuicios a un lado: tome en cuenta horas de la madrugada, antes de salir a trabajar; horas de almuerzo y descansos; horas de llegada y labores nocturnas; tardes libres durante la semana, tiempos de transición entre el trabajo y la casa… Todos pueden aprovecharse de una manera u otra.
Todavía no estamos haciendo el horario real y final. Solamente estamos jugando con suposiciones. Por ejemplo, “si me acostara a las 9 de la noche y me levantara a las 5… ¿podría escribir durante noventa minutos antes de salir de la casa?”. Usted conoce su entorno, ajuste sus horas y juegue, en el papel, solamente barajando posibilidades. Aún no diga “no me puedo levantar temprano o no me puedo acostar tarde”.
Paso 4: experimentación
Antes de lograr con éxito un cambio del horario, es necesario conocerse muy bien. Me refiero a saber con exactitud cuáles son sus ciclos de sueño, cuántas horas necesita descansar, durante cuáles momentos del día tiene una productividad mayor, ¿es del tipo de persona que tiene más lucidez durante la mañana o durante la noche?
Estos datos son esenciales. Hay quienes prefieren pasar toda la noche despiertos y descansar durante el día. Otros funcionan mejor justo después de haber dormido, sin importar la hora. Incluso puede diseñar sesiones de reposo para adquirir el estado de conciencia adecuado; por ejemplo, puede probar qué sucede si duerme 20 minutos cuando regresa del trabajo antes de iniciar su sesión.
La mejor manera de averiguar cómo funciona su cuerpo, es hacer varios intentos: pruebe cómo se siente en los distintos horarios y tome nota de todo cuanto pueda estar impidiendo un máximo aprovechamiento del tiempo. Aquí vale la pena registrar niveles de agotamiento, distracciones reales, impedimentos, limitaciones de las herramientas (por ejemplo, para escribir fuera de la casa)… Simplemente hágalo: escriba a todas las horas en las que podría haber una potencial ventana de escritura y averigüe qué ocurre.
Paso 5: diseño del horario
Con toda esta información, ya es posible hacer una propuesta más o menos viable. Uno puede elegir levantarse muy temprano y escribir antes de salir de la casa; o quedarse hasta muy tarde. Aquí lo esencial es que sea usted quien tome las decisiones y comience a ponerlas en práctica.
Si realmente desea tener éxito, contemple tiempos para descansar y estar con su familia. El agotamiento físico lleva a la enfermedad y se puede traer abajo todo su plan de escritura profesional. Y la familia siempre necesitará un lugar en su vida. Por eso procure dejar los fines de semana libres o trabajar durante periodos cortos durante esos días.
Su horario todavía no está listo… es solo una propuesta de horario. Ahora es necesario pasar a la siguiente fase: implementarlo.
Paso 6: elija sus herramientas
Este no es un tema superfluo. Antes de iniciar un proyecto grande de escritura, si uno no quiere perder tiempo a medio camino, conviene elegir con mucho cuidado las herramientas informáticas que empleará: ¿usará Windows o Macintosh?, ¿se apegará a un procesador de texto tradicional o apostará por programas especializados para la escritura y la investigación?, ¿adquirirá algún instrumento que le permita escribir fuera de casa?
Esta es una decisión muy personal y depende incluso del gusto. A veces la inspiración llega mejor con pluma y papel. Sin embargo, si su presupuesto se lo permite y tiene la posibilidad, considere el hecho de que se puede aumentar por mucho la cantidad diaria de palabras escritas con algo tan sencillo como adquirir una computadora ultraligera o una tableta; según su preferencia.
Sin importar si elige tener un cuaderno o incluso un teléfono inteligente con teclado, he aquí lo fundamental: su instrumento debe andar siempre con usted. Veinte minutos a la hora de almuerzo, más otros veinte minutos en algún café, entre la salida del trabajo o la universidad y la llegada a la casa, más otros veinte minutos mientras esperaba a sus amigos… En ese corto plazo se pueden escribir entre 300 y 500 palabras y aunque parezca poco, si se hace varias veces al día, al cabo de la semana el avance es notorio. Además le ayudará a mantener la conexión con su proyecto durante el resto del día.
Paso 7: el programa de 28 días
Se dice que toma 28 días modificar un hábito o implementar uno nuevo. Por lo tanto, si usted desea insertar la escritura como una actividad cotidiana, deberá hacer un esfuerzo consciente y disciplinado por desplazar los antiguos hábitos, su antigua rutina.
Ahora, con su nuevo horario en la mano, sígalo tan fielmente como pueda durante los próximos 28 días. Lleve un registro detallado tanto de sus pequeños éxitos cotidianos, como de las resistencias, los impedimentos, los problemas reales de su propuesta de horario. Con esta información podrá hacer ajustes sobre su plan original y aumentar las posibilidades de éxito.
En síntesis
Al final del día, lo esencial es haber alcanzado, en suma, tantas horas reales de escritura como sea posible. Idealmente, entre 60 y 90 minutos reales, sin contar preámbulos, descansos y otras peripecias.
La clave del cambio es diseñar una forma de vida sostenible en el tiempo, una disciplina que se pueda sostener sin esfuerzo y con naturalidad. Si lo consigue, el siguiente paso ya no será lidiar con el horario sino concentrarse en lo esencial: la creación de su obra o tesis y las muchas batallas cotidianas, como la falta de inspiración, los problemas de coherencia, los trucos cuando no se encuentra una salida, las decisiones estéticas de la palabra… Pero eso ya es otra historia.