domingo, 28 de junio de 2015

domingo, 21 de junio de 2015

DOMUS


Hay una broma muy cruel que hicimos en torno a Moisés y su hábito de llegar siempre tarde a las reuniones. Esta broma consiste en que de no llegar a tiempo a la presentación de su propio libro, aprovecharíamos para hacer la segunda presentación de algún otro título de la editorial.

Tomemos en cuenta esto: la relación entre el poeta y el tiempo. ¿Por qué? Moisés, como reza en su biografía de solapa, practica la «puntualidad limeña». Esta «puntualidad limeña» es un eufemismo que nos evita decirle a Moisés que es terriblemente impuntual (cosa que no he comprobado aún dado el poco tiempo que lo conozco). ¿Y cómo podría definirse a una persona impuntual? Un impuntual es solo una persona que tiene una concepción anárquica del tiempo.

Entonces tenemos el tiempo como un primer elemento que inunda el poemario. El tiempo es una espera y la casa (o Domus) no es otra cosa sino el lugar donde se espera la muerte.

Esto es lo que nos dice Vallejo de una casa:
Una casa vive únicamente de hombres, como una tumba.
Y esto es lo que nos dice Moisés:
Irremediablemente las casas se construyen para ser habitadas.
Moisés nos habla del inicio y caída de una casa, de la casa como fortaleza de la soledad y de cómo esta fortaleza es un lugar donde se aguarda la catástrofe.

Y de casas de ese tipo tenemos muchos ejemplos en la literatura universal. Basta con recordar La Metamorfosis, de Kafka. Todo ese relato se desarrolla en una casa dentro de la cual un hombre permanece encerrado en su habitación, encerrado a su vez dentro de un cuerpo que no es el suyo. Casa, habitación y cuerpo son allí un triple encierro, un símbolo de la angustia y la soledad, temas que son tratados en DOMUS con apreciable maestría.

Los versos de Moisés son claros, diáfanos, elaborados en un tono conversacional en muchos pasajes, y nos cuentan que la casa está condenada a dios y el tiempo, temas filosófico-universales. Tiempo y dios actúan sobre la casa.

Dios es otro gran tema que aborda Moisés. Es el tema central del libro, en mi opinión, pues la casa es el universo mínimo que puede crear un hombre, y dios siente rabia de que puedan imitarlo.

En DOMUS dios está aburrido de mirarse al espejo, se le ruega a este mismo dios que nos diga que dios existe y se reniega también de su existencia, como en estos versos:
Mejor pongamos a dios bajo nuestras suelas
y pisemos fuerte
más fuerte
que se quemen nuestras llagas
El poemario, estructurado en siete escenas y un epílogo, nos remite al movimiento propio del teatro. Hay, como ya dije, una intención narrativa de contar la forja de una casa y su inminente caída.

El mérito de DOMUS reside en modelar como el barro los temas trascendentales, a partir de un elemento cotidiano, mundano y concreto, con una claridad que asombra por su lucidez.

*(Texto leído —o eso creo— en la presentación del poemario DOMUS, de Moisés Azaña Ortega.) 

domingo, 14 de junio de 2015

El Perú es Patricia



El Perú es Patricia, la prima de naricita respingada y carácter indomable con la que tuve la fortuna de casarme hace 45 años y que todavía soporta las manías, neurosis y rabietas que me ayudan a escribir. Sin ella mi vida se hubiera disuelto hace tiempo en un torbellino caótico y no hubieran nacido Álvaro, Gonzalo, Morgana ni los seis nietos que nos prolongan y alegran la existencia. Ella hace todo, y todo lo hace bien. Resuelve los problemas, administra la economía, pone orden en el caos, mantiene a raya a los periodistas y a los intrusos, defiende mi tiempo, decide las citas y los viajes, hace y deshace las maletas, y es tan generosa que, hasta cuando cree que me riñe, me hace el mejor de los elogios: “Mario, para lo único que tú sirves es para escribir”.

domingo, 7 de junio de 2015

Patrick Modiano sobre la soledad y los autores que escriben ocho horas al día

Imagen tomada de este espacio.

“Cuando la soledad se prolonga demasiado, nos volvemos desconfiados y suspicaces con nuestros semejantes y nos arriesgamos a cometer con ellos errores de apreciación. No, no son tan malas personas…”, escribe en la novela. A causa de su historia familiar, ¿tuvo alguna vez la tentación de la misantropía?
—Nunca he sido un misántropo, pero conozco muy bien la soledad y sus efectos. La actividad literaria es solitaria por definición, lo que muchas veces logra afectarte. Y yo llevo mucho tiempo haciéndolo, desde que tenía 20 años. En el fondo, la escritura es una actividad antinómica a la juventud, que suele ser un periodo en que apetece más pasar tiempo con los demás que encerrarse en uno mismo.

En su discurso del Nobel también comparaba al escritor con un sonámbulo absorto en sus obsesiones, hasta el punto que “uno puede temer que le atropellen al cruzar la calle”. ¿Un auténtico escritor lo es durante las 24 horas del día?
Nunca he entendido a esos autores que juran levantarse a las 6 y escribir durante ocho horas seguidas. El hecho material de escribir puede durar solo algunos minutos al día, pero el resto de mi tiempo lo paso concentrado en lo que aspiro a decir. La escritura es una actividad que te aparta de la vida. Si tuviera más contacto con la vida, seguramente no me apetecería escribir.

Fuente: El País.