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lunes, 5 de junio de 2017

Peregrinación a Santa Beatriz

No hay nada tan maravilloso como encontrar un par de zapatos que te calcen a la perfección. De pronto te ves un poco más alto o guapo, y hasta disfrutas del olvidado acto de caminar. En literatura, encontrar tu género es lo mismo. No precisamente has nacido para ser un autor total y, a partir de allí, parir novelas y poemas y piezas teatrales todas geniales y con igual número de posibilidades de perdurar en el tiempo. O quizá sí, pero aún no lo sabes. A Paulo César Peña, no obstante, le basta con saber que ha encontrado en el ensayo ese par de perfectos zapatos.

Peregrinación a Santa Beatriz expone, en principio, la historia de esta urbanización ligada a los artistas e intelectuales que la recorrieron o vivieron en ella (Varela, Szyszlo, Eielson, entre otros). Se trata de un recorrido en el que el lector participa de manera activa, puesto que, al reconocer sus calles, no puede sino traerlas a la memoria y asombrarse ante un hecho que Peña saca a relucir: que muchos de nuestros ilustres creadores moraban allí y paseaban sus talentos.

El recorrido que nos propone el autor del ensayo, por lo tanto, es un viaje hacia el pasado. Y aquí la sombra de Sebald se proyecta indeleble. Esa conciencia que va de un lado a otro buscando reconocerse en algún vestigio, intentando conectar determinados puntos para darle sentido a los recuerdos. Hay un placer en la observación y también en el hallazgo de las tramas o lazos que han permanecido ocultos. Esta conciencia puede escuchar el inaudible ruido del tiempo. Un tiempo que, mientras arrastra los pesados pies, va destruyendo todo lo tangible. O desfigurándolo. Y es allí cuando el ensayo se potencia. Las reflexiones del autor, a este respecto, son intensas y luminosas, enmarcadas en una prosa que jamás se desborda, y en donde podemos advertir el lenguaje bien urdido, el adjetivo exacto.

Pero Peregrinación a Santa Beatriz es también un libro de denuncia. Se concibe aquí a esta urbanización como un lugar sagrado. Peña propone entonces una urgente puesta en valor de los lugares que alguna vez cobijaron a nuestros creadores más eminentes. Esto ante la pérdida constante de espacios públicos que solo tiene como objetivo el aprovechamiento económico de los gobiernos locales.

Quizá lo que más resalta en esta nueva entrega de Peña es la inserción de situaciones personales dentro de la libertad que le brinda el género. Estas no son accidentales, por supuesto. Fuera de la cansina moda denominada «autoficción», el autor devela información de su ámbito familiar que nutre y favorece al texto. Porque en esa búsqueda sobre el pasado de Lima y el rastro de sus artistas, las circunstancias lo han hecho tropezar con el pasado propio. Y de este modo, al tono solemne del libro, se impone de manera eficaz uno de corte más confesional.

No son pocos los méritos de este pequeño libro. Sin embargo, si hemos seguido atentos la evolución de este autor en sus textos anteriores, podemos notar una creciente urgencia por retorcer las formas del ensayo y que aquí se tornan más evidentes. Solo es cuestión de atrevimiento, en última instancia. Y esperamos que Peña, en algún momento, pueda tener el arrojo de emprender tal hazaña. Los zapatos, pulcros e inmejorables, ya los tiene puestos.

Peña, Paulo César. Peregrinación a Santa Beatriz. Lima: Río Hablador, 2016.

lunes, 25 de abril de 2016

Pequeña novela con cenizas


Hay libros imposibles de reseñar y sucede por una simple razón: son libros cobardes. Ya sea por temor a las críticas que puedan despertar o quién sabe qué diablos, se escudan en todo momento. Son temerosos porque no arriesgan. Es imposible, por lo tanto, hablar bien de ellos y recomendarlos, o tirarlos al tacho simplemente. Al final uno siente que solo ha leído páginas en blanco. Pequeña novela con cenizas es un libro cobarde.

Desde el título advertimos un engaño: novela. Pequeña, además. Lo cierto es que si quitamos la parte donde se aborda la vida de Pasolini, nos queda una narración brevísima, un manojo de páginas. Micronovela con cenizas hubiera sido un título más honesto.

La narrativa de autoficción ha desatado hace no mucho tiempo una polémica. Hay quienes reniegan de esta temática. Yo, en cambio, reniego de estos. Por su afán de llamar la atención. Son gente que vive obsesionada por un conejo y que no encuentra literatura en lo que lee. Por la única razón de estar incapacitados para encontrar literatura. Y en el libro de Yrigoyen hay mucha, aunque les cueste reconocerlo. Solo buscan afecto.

La narrativa de autoficción ha impuesto una moda. El temor también reside allí, en escudarse bajo la voz de un narrador que comparte, oh coincidencia, la misma biografía del autor. Y esto no tiene nada de malo. Si se sabe aprovechar, el resultado podría, en últimas instancias, ser soberbio.

Pero acá hay una historia que oculta a otra, que la eclipsa por completo. Y es la vida de nada menos que de Pasolini. Mientras Pasolini habita en el escándalo, el narrador nos cuenta que su padre le pegaba o que casi sucede «algo» con un muchacho. En verdad, ¿a quién rayos puede interesarle eso?

No obstante, este híbrido literario, cuando aborda a Pasolini, posee una lucidez y erudición notable. El tratamiento del lenguaje es también otro punto a favor. Sucede que los poetas tienen otro vínculo con las palabras. Las miman, les dan mayor expresividad, las hacen resplandecer. No hay que hacerle caso a Valenzuela; tal vez no sabe diferenciar entre una buena prosa y una novela de Paulo Coelho.    

El resultado es un texto de carácter disparejo. Es un libro muy «correctito» y al que le falta fuego y también cenizas. Hubiera sido mejor solo abordar a Pasolini. Y hubiera sido un libro, quizá, muy recomendable. 

YRIGOYEN, José Carlos. Pequeña novela con cenizas. Lima: Planeta, 2015.

martes, 12 de abril de 2016

La palabra contraria


La importancia atribuida a mis frases es para mí un premio literario. En Italia no he recibido ninguno por la sencilla y suficiente razón de que no los quiero y por lo tanto no participo en ellos. Esta acusación es mi primer premio italiano. No importa que la asignación se lleve a cabo en una sala de tribunal en lugar de en un salón de baile con la presencia de alcaldes y concejales, y el aderezo de presentadores y madrinas. No importa que sea el único candidato para recibir el premio a la declaración más peligrosa de Italia.

DE LUCA, Erri. La palabra contraria. Barcelona: Seix Barral, 2015.

miércoles, 20 de enero de 2016

1945: Jorge Eduardo Eielson, vida y canción en Lima


Escribir resulta cada vez más difícil. Antes bastaba con tajar un lápiz y ponerse a ello. Ahora se necesita el ordenador, un póster de Rimbaud al lado, cierta vida bohemia y mucha marihuana. E incluso así, nos hemos agotado en las cinco primeras líneas de una nouvelle que anhelamos terminar. Paulo César Peña ha optado por el camino fácil: tomar el lápiz y escribir.

Lo demás es un producto, una consecuencia, un hijo. Peña ha parido 1945: Jorge Eduardo Eielson, vida y canción en Lima. Podemos decir que el autor no ha publicado el libro que el orden de su futura bibliografía le demandará, pero sí se puede afirmar que nos entrega el libro que necesitaba escribir.

Fruto de una obsesión, Peña nos acerca al Eielson que habitó en Lima durante 1945. No hay otra manera de resumirlo. El resto es literatura. 

Mezcla de ensayo, crónica y poesía, aquí se muestra el lado agresivo de Eielson. Las fotos del autor de Habitación en Roma lo intentarán desmentir, los estudiosos de la obra de este poeta no lo querrán creer, sus dispersos lectores no lo podrán asimilar; sin embargo, el Eielson que aquí vemos está escupiendo la indigesta poesía de Chocano y proponiendo a Eguren y Vallejo —a quienes sí digiere— como parte del nuevo canon.

Canon. La palabra sagrada

El análisis de Peña se pone interesante cuando (sin juzgar) nos describe al «trinomio» conformado por Eielson, Sebastián Salazar Bondy y Javier Sologuren. La disección efectuada sobre Eielson (hecha en base a una erudita documentación invisible) nos permitirá verlo tomando posiciones de poder, modificando a su antojo el plano cultural de la Lima de ese entonces y disparando desde su tribuna en La Prensa. Eielson articulista, Eielson crítico, Eielson bien contactado, Eielson cuchillo. (Y luego del sesudo estudio, se incluyen también sus artículos nunca antes publicados. Un lujo al lado de las prosas poéticas salpicadas a lo largo del análisis y que son, sin el menor atisbo de duda, lo mejor del libro.)

Peña utiliza a Eielson como excusa para hablar de sí mismo. Algo similar hace Eielson, quien, en algunos pasajes, pareciera habitar al autor. Así, objeto de estudio e investigador llegan en muchos momentos a ser una misma persona. Las fronteras se diluyen. ¿Quién es Paulo César Peña? ¿Quién es Jorge Eduardo Eielson?

Han pasado 70 años desde la época retratada por el autor. Durante este periodo se ha escrito bastante sobre Jorge Eduardo, pero Peña puede vanagloriarse de algo: salvo él, nadie lo había hecho con estilo.

Estilo. Pocos lo tienen. Francisco Umbral lo tuvo, William Gaddis lo perdió, a Borges se lo hurtaron, a Paulo César Peña le sobra. 1945 es un híbrido compuesto por 45 prosas que narran, analizan, describen, informan, iluminan, edifican y poetizan el tránsito de Eielson durante ese año. Es un tránsito que observador y observado van a recorrer juntos sobre una Lima con ínfulas de París. Peña atisba todo con ojos de 1945, y todo lo va a describir. Es el año en que Eielson irrumpe en el circuito cultural limeño (del cual se apodera), llegando a su punto más alto con la corona de laureles que significó el Premio Nacional de Poesía.

Escribir no es otra cosa que desnudarse. La cantidad de literatura que contiene un texto es directamente proporcional a lo que el autor nos ha dejado husmear de su persona. De andar quitándose la ropa o despellejándose mostrando las vísceras va esto que se llama escribir. El final de este rarísimo libro golpea al lector y lo llena una tristeza necesaria. Uno lo termina de leer y siente (porque se ha sentido a Eielson) que la literatura era esto.

PEÑA, Paulo César. 1945: Jorge Eduardo Eielson, vida y canción en Lima. Lima: Paracaídas, 2015.

domingo, 15 de septiembre de 2013

Pensar / Clasificar


Una edición horrible, como un texto universitario (es una pena tener un libro nada fotogénico). Sin embargo, este pasaje es genial:

Para el propósito que me ocupa, esto es lo que más me llama la atención en las maneras de leer: no que la lectura se considere como una actividad ociosa, sino que en general no pueda existir sola, que sea preciso que esté insertada en otra necesidad; es preciso que otra actividad la soporte: la lectura se asocia con la idea de un tiempo que se debe llenar, un tiempo muerto que se debe aprovechar para leer. Tal vez esta actividad portadora no sea sino el pretexto de la lectura, ¿pero cómo saberlo? Un señor que lee en la playa, ¿está en la playa para leer o lee porque está en la playa? ¿Acaso el frágil destino de Tristram Shandy le importa más que la insolación que está por sufrir en las pantorrillas? ¿No conviene, en todo caso, interrogar estos ámbitos de la lectura? Leer no es sólo leer un texto, descifrar signos, recorrer líneas, explorar páginas, atravesar un sentido; no es sólo la comunión abstracta entre el autor y lector, la boda mística de la Idea y el Oído. Es, al mismo tiempo, el ruido del metro, o el bamboleo de un vagón de ferrocarril, o el calor del sol en una playa y los niños que juegan un poco más lejos, o la sensación del agua caliente en la bañera, o la espera del sueño... 

PEREC, Georges. Pensar / Clasificar. Barcelona: Gedisa, 2008.

martes, 21 de mayo de 2013

Cartas a un joven novelista


Sobre la vocación:

Creo que sólo quien entra en literatura como se entra en religión, dispuesto a dedicar a esa vocación su tiempo, su energía, su esfuerzo, está en condiciones de llegar a ser verdaderamente un escritor y escribir una obra que lo trascienda. Esa otra cosa misteriosa que llamamos el talento, el genio, no nace por lo menos, no entre los novelistas, aunque sí se da a veces entre los poetas o los músicosde una manera precoz y fulminante (los ejemplos clásicos son, por supuesto, Rimbaud y Mozart), sino a través de una larga secuencia, años de disciplina y perseverancia. No hay novelistas precoces. Todos los grandes, los admirables novelistas, fueron, al principio, escribidores aprendices cuyo talento se fue gestando a base de constancia y convicción. Es muy alentador, ¿no es cierto?, para alguien que empieza a escribir, el ejemplo de aquellos escritores, que, a diferencia de un Rimbaud, que era un poeta genial en plena adolescencia, fueron construyendo su talento. 

Sobre la crítica:

¿Qué quiero decirle con esto? No, desde luego, que la crítica sea inútil y prescindible. Nada de eso. Por el contrario, la crítica puede ser una guía valiosísima para adentrarse en el mundo y las maneras de un autor, y, a veces, un ensayo crítico constituye en sí mismo una obra de creación, ni más ni menos que una gran novela o un gran poema. (…) Pero, al mismo tiempo, me parece importantísimo dejar en claro que la crítica por sí sola, aun en los casos en que es más rigurosa y acertada, no consigue agotar el fenómeno de la creación, explicarlo en su totalidad. Siempre habrá en una ficción o un poema logrados un elemento o dimensión que el análisis crítico racional no logra apresar. Porque la crítica es un ejercicio de la razón y de la inteligencia, y en la creación literaria, además de estos factores, intervienen, y a veces de manera determinante, la intuición, la sensibilidad, la adivinación, incluso el azar, que escapan siempre a las redes de la más fina malla de la investigación crítica. Por eso, nadie puede enseñar a otro a crear; a lo más, a escribir y leer. El resto, se lo enseña uno a sí mismo tropezando, cayéndose y levantándose, sin cesar.

VARGAS LLOSA, Mario. Cartas a un joven novelista. Lima: Alfaguara, 2011.