lunes, 30 de diciembre de 2013

Contarlo todo


Partamos de lo dicho por Zeus (Mario Vargas Llosa): «Es una novela que merece tener muchos lectores». Entonces allí tenemos un problema: ¿los lectores nos merecemos este tipo de novelas? O, mejor dicho, ¿los lectores nos merecemos este tipo de estafas?

Da qué pensar cuando toda una cadena de librerías está detrás del éxito (económico) de este libro. Cierto día llegué a ver los estantes de una de las sucursales de esta cadena, cuando escuché una conversación telefónica de estilo militar: «Necesitamos cien Gamboas para mañana. Repito: cien Gamboas para mañana». Un amigo librero me comentó que estaban vendiendo alrededor de 10 o 9 ejemplares al día.

«Gamboa es el nuevo boom» es la frase con que se ha estado vendiendo la novela. He visto vallas publicitarias promocionándola. He visto un reportaje televisivo en horario estelar contando la sufrida vida de su autor y su posterior éxito. He visto todo. Lo terrible es que la novela ya camina por sí sola y lo hace tremendamente mal. Si antes se pudo armar todo un aparato publicitario para «venderlo todo», ahora que la novela nos pertenece a los lectores es inevitable y justo que digamos que es una reverenda mierda.

Inflar un producto, atribuirle sustancias mágicas, poderes curativos, y, luego de adquirido el producto, constatar que nada de lo que se ofreció es cierto tiene el nombre de estafa. Y quienes la hemos leído nos hemos sentido así: estafados. A esto también se le llama publicidad engañosa.

La novela es indefendible pese a lo que digan Cueto o Ampuero. ¿El primer peruano jugando en el Real Madrid? Es muy patético que se quiera defender un libro solo porque una editorial grande lo publica. Si es así, veamos entonces una jugada de este nuevo talento:

Nos quedamos callados así por bastante rato, y yo tuve tiempo para observar desde otra distancia sus cabellos recogidos y su nariz que latía intensamente y sus manos que constantemente cogían un collar de cuentas que siempre llevó desde que la conocí. Empezó a moverse incesantemente por la habitación acomodando cosas, y yo sentí de pronto que no podía decir absolutamente nada más, que agregar algo sería hacer añicos todas las cosas que estaban allí delante de mis ojos. (272)

El exceso de los adverbios terminados en «mente» es uno de los tantos ruidos que uno tiene que soportar. Se podría enumerar las miles de cacofonías e incoherencias que dificultan la lectura, pero ya Rodolfo Ybarra se encargó de tan exhaustivo trabajo. Yo, de forma humilde, podría agregar que se trata de una novela rosa de 500 páginas. Una novela que posee una estructura simple, una linealidad soporífera y que intenta funcionar como un best seller peruano. Contarlo todo no ha sido escrita (como se escriben las grandes novelas: dejando la piel en ello), solamente redactada. Gamboa es eso, un redactor. Y nada más.

GAMBOA, Jeremías. Contarlo todo. Buenos Aires: Mondadori, 2013.

sábado, 28 de diciembre de 2013

La muerte es una sombra


De manera sucinta, lo que repito es lo siguiente: «Yo nací un 13, el libro tiene 13 cuentos, estamos en el año 2013 y fue presentado un 13 de diciembre».

miércoles, 18 de diciembre de 2013

El dependiente

Un sábado de diciembre por la mañana, Morris, que llevaba más de dos semanas arriba, en la casa, ausente de la tienda, bajó con la cabeza ya curada. La noche anterior, Ida le había comunicado a Frank que tendría que irse por la mañana, pero al saberlo Morris lo discutió con ella. Aunque nada le había dicho a Ida, el tendero, después de su retiro, se sentía deprimido ante la perspectiva de tener que reanudar su triste vida en la tienda. Le aterraban las horas muertas, llenas de recuerdos de los años perdidos de juventud. Lo consolaba un poco la mejora en los negocios pero no lo suficiente, pues estaba convencido de que, tal como Ida se lo explicaba, los negocios iban mejor gracias exclusivamente a su asistente, al que recordaba como un desconocido de ojos hambrientos y digno de la mayor lástima. Y la explicación, por lo demás, era muy sencilla: la tienda no había mejorado porque aquel huésped del sótano fuera un mago, sino simplemente porque no era judío.

MALAMUD, Bernard. El dependiente. Barcelona: El Aleph, 2007.

domingo, 10 de noviembre de 2013

En el nombre de la madre


Hasta el momento, Erri De Luca no me decepciona. Todo lo contrario. Sus narraciones guardan una distribución muy similar en apariencia, pero jamás se repite. Cautiva su tierna manera de observar los hechos, la forma calma de contar lo crudo. En esta novela, por ejemplo, se narra (desde el punto de vista de Myriam/María) el episodio de la Anunciación y el posterior parto. Es una nueva perspectiva del relato bíblico. 

Canto de pastores

Padre nuestro que estás en los cielos
cuestodia tu grey para que se conserve entera y tuya.
Sálvese tu propiedad
así en el cielo como en la tierra.
Los pastos de mañana, dánoslos hoy,
devuélvenos a la perdida y nosotros te la ofreceremos
y no permitas las emboscadas
más líbranos de los lobos, y así sea.

DE LUCA, Erri. En el nombre de la madre. Madrid: Siruela, 2007.

martes, 29 de octubre de 2013

El resplandor

Tony no respondió, pero Danny no necesitaba respuesta: sabía. En aquel lugar se celebraba una larga mascarada de pesadilla, que se prolongaba desde hacía años. Poco a poco una fuerza se había acrecentado secretamente, en silencio, como los intereses en una cuenta de ahorros.

Espeluznante. El rey del terror. ¿Quién dijo que se merecía el Nobel? Ah. Creo que ya lo recordé.

KING, Stephen. El resplandor. Barcelona: Debolsillo, 2010.

viernes, 11 de octubre de 2013

Alice Munro (Canadá): Premio Nobel de Literatura 2013

Imagen tomada de aquí.

Los suecos odian a Estados Unidos. A su literatura, en todo caso. Para ellos, por alguna razón que desconozco, no debe merecer ningún tipo de reconocimiento. La mejor demostración de su odio es premiar a una lengua que habita en el norte de América, pero ubicando el premio exactamente en Canadá. 

Sin embargo, el premio sigue siendo para la lengua, y eso no se puede negar. Lo que ha sido un gran acierto en esta edición del Premio Nobel de Literatura es la elección del género.

Estamos acostumbrados a que gane un poeta con una vasta obra o a un novelista consagrado y de oficio, pero ¿y los cuentistas? El cuento es un género de artesanía difícil, cuya escritura representa un reto tan arduo como la de una novela (y hay quienes dicen que practican haciendo cuento para llegar a escribir novela; nada tan aborrecible como eso).

Creo que en esta ocasión, los suecos han optado por reconocer que el cuento merece una distinción oficial. Por eso es saludable la elección de Alice Munro y todo lo que ello implica: la prueba de que el cuento se ha vuelto un género necesario en la agitada vida moderna.

sábado, 5 de octubre de 2013

Los Once


Enfréntate a la prosa de Pierre Michon y no te rindas. Michon, el de las frases largas, larguísimas. Avanza como puedas, sin que el cansancio te afecte. Todo esfuerzo será recompensado. El primer contacto con este francés puede resultar tormentoso para muchos. Aquella sintaxis puede afectar los nervios. Pero es que Michon está preparando el terreno para llevarte al manantial oculto. Su prosa es el aparente camino tortuoso por el que hay que transitar. Es necesario que su estilo se nos imponga. Que su lenguaje nos estruje un poco. Michon lo está controlando todo. Después, con el transitar de las páginas, descubrimos que Pierrot nos posee, que estamos bajo su absoluto control.

*
Y François Corentin fue uno de los primeros en caer en la cuenta; quiero decir que pertenecía a las primeras generaciones de hombres que cayeron en la cuenta, no con el intelecto, no, ni por malicia o cálculo, sino con el corazón, que cree que no calcula, por más que fueran sus arrebatos más calculadores que el sentido común iletrado de mil comerciantes en vinos, viejos y bribones. Se contaba Francois Corentin entre esos escritores que estaban empezando a decir, y seguramente a pensar, que el escritor valía para algo, que no era lo que hasta entonces habían creído; que no era esa superfluidad exquisita para uso de los Grandes, esa frivolidad sonora, galante, épica, para que se la sacara un rey de la manga y la exhibiera ante jóvenes más o menos vestidas, en Saint-Cyr o en el Parque de los Ciervos; que no era un castrado ni un saltimbanqui; que no era un objeto hermoso engarzado en la corona de los príncipes; que no era una mujerzuela, ni un chambelán del verbo, ni un comisionado de festejos; nada de todo lo dicho, sino una inteligencia, un aglomerado potente de sensibilidad y de razón que había que incorporar a la masa humana para que fermentase; un multiplicador del hombre, un poder de crecimiento del hombre, igual que las retortas lo son del oro y los alambiques del vino; una máquina poderosa para incrementar la dicha de los hombres. Ese empujoncito tiene por nombre los escritores de las Luces, usted lo ha dicho, caballero.
                                                             *  
 El niño, parado, lo contempla todo con gran interés, a los lemosines negros, el barro, el olor negro; casi ni se acuerda ya de meterles miedo a las dos mujeres que tiene a su disposición. Aquí llegan, junto a él, recuperan el aliento, ríen y riñen un poco, lo tocan; la falla cruje pegada a él. Si las mirase, vería que su madre también lo mira todo con gran interés, dilatando los ojos, abriendo las ventanas de la nariz al olor negro: alta, guapa, formal y piadosa, pero sin hombre desde que se fue el poeta, y con las ventanas de la nariz apasionadamente abiertas al olor negro. Francois-Élie, sin mirarla, pregunta qué hace ahí esa gente. «Están volviendo a hacer lo que hizo por primera vez tu abuelo», dice la madre. «Hacen el canal». Y entonces el niño, muy puesto en el asunto y con tono de evidencia enojada, dice:
—Esos no están haciendo nada: están trabajando.
           ¿Sonríe, caballero? ¿No se lo cree? Sí, demasiado bueno para ser cierto: el artista, ¿estamos?, el creador, ese que quiere creer con todas sus fuerzas, y que consigue creer al fin, que el fundamento y principio del acto que permite hacer presa en el mundo, del acto digno de tal nombre, es la intelección en estado puro, la magia en resumidas cuentas, la voluntad mágica de uno solo, y que no es maquínico sino por añadidura, mágicamente maquínico por llamarlo de alguna manera, de la misma forma que sucede en el acto de Eros.

MICHON, Pierre. Los Once. Barcelona: Anagrama, 2010.    

sábado, 28 de septiembre de 2013

Lanzarote


Conozco solo dos lectores fuertes de Michel Houellebecq. Con «fuertes» me refiero a que han leído todo lo de este francés, y si él les propusiera hacerles un hijo, no lo pensarían dos veces. Definitivamente deben haber muchos lectores fuertes. Yo apenas me he topado en este pequeño libro, tan parecido al único que he leído de él, Plataforma. Houellebecq tiene esa cosa de posmoderno en la literatura, es decir, el narrador con alguna fijación sexual y que viaja de forma frecuente. Luego, el narrador-personaje tiene a menudo algún intercambio cultural a través del sexo (siempre un ménage à trois). Sexo, interculturalidad, viajes. Un tipo muy innovador este Houellebecq.

HOUELLEBECQ, Michel. Lanzarote. Barcelona: Anagrama, 2002.

jueves, 19 de septiembre de 2013

La soledad del lector


Este libro ha sido muy recomendado en blogs y medios impresos. A mi parecer, nunca la opinión pública lectora había acertado tanto. Frases desperdigadas sin aparente conexión. Una estructura monótona pero eficaz. Todo lo que el libro se propone lo logra con inmediata sencillez: la maravilla duradera y la depresón absoluta. Una de las obras más tristes que he leído.

*

Todas las épocas son contemporáneas.

*

No prestes atención a las críticas de aquellos que nunca escribieron una obra notable.

*

¿Por qué al Lector le entristece darse cuenta de que es casi seguro que nunca vaya  a saber cuál resultará ser el último libro que lea en su vida?

MARKSON, David. La soledad del lector. Buenos Aires: La bestia equilátera, 2012.

domingo, 15 de septiembre de 2013

Pensar / Clasificar


Una edición horrible, como un texto universitario (es una pena tener un libro nada fotogénico). Sin embargo, este pasaje es genial:

Para el propósito que me ocupa, esto es lo que más me llama la atención en las maneras de leer: no que la lectura se considere como una actividad ociosa, sino que en general no pueda existir sola, que sea preciso que esté insertada en otra necesidad; es preciso que otra actividad la soporte: la lectura se asocia con la idea de un tiempo que se debe llenar, un tiempo muerto que se debe aprovechar para leer. Tal vez esta actividad portadora no sea sino el pretexto de la lectura, ¿pero cómo saberlo? Un señor que lee en la playa, ¿está en la playa para leer o lee porque está en la playa? ¿Acaso el frágil destino de Tristram Shandy le importa más que la insolación que está por sufrir en las pantorrillas? ¿No conviene, en todo caso, interrogar estos ámbitos de la lectura? Leer no es sólo leer un texto, descifrar signos, recorrer líneas, explorar páginas, atravesar un sentido; no es sólo la comunión abstracta entre el autor y lector, la boda mística de la Idea y el Oído. Es, al mismo tiempo, el ruido del metro, o el bamboleo de un vagón de ferrocarril, o el calor del sol en una playa y los niños que juegan un poco más lejos, o la sensación del agua caliente en la bañera, o la espera del sueño... 

PEREC, Georges. Pensar / Clasificar. Barcelona: Gedisa, 2008.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Salvador Allende


Cuando volví a mi casa me puse a leer a los griegos. Que sea lo que Dios quiera, me dije. Yo voy a releer a los griegos. Empecé con Homero, como manda la tradición, y seguí con Tales de Mileto y Jenófanes de Colofón y Alcmeón de Crotona y Zenón de Elea (qué bueno era), y luego mataron a un general del ejército favorable a Allende y Chile restableció relaciones diplomáticas con Cuba y el censo nacional registró un total de 8.884.768 chilenos y por la televisión empezaron a transmitir la telenovela El derecho de nacer, y yo leí a Tirteo de Esparta y a Arquíloco de Paros y a Solón de Atenas y a Hiponacte de Efeso y a Estesícoro de Himera y a Safo de Mitilene y a Teognis de Megara y a Anacreonte de Teos y a Píndaro de Tebas (uno de mis favoritos), y el gobierno nacionalizó el cobre y luego el salitre y el hierro y Pablo Neruda recibió el Premio Nobel y Díaz Casanueva el Premio Nacional de Literatura y Fidel Castro visitó el país y muchos creyeron que se iba a quedar a vivir acá para siempre y mataron al ex ministro de la Democracia Cristiana Pérez Zujovic y Lafourcade publicó Palomita blanca y yo le hice una buena crítica, casi una glosa triunfal, aunque en el fondo sabía que era una novelita que no valía nada, y se organizó la primera marcha de las cacerolas en contra de Allende y yo leí a Esquilo y a Sófocles y a Eurípides, todas las tragedias, y a Alceo de Mitilene y a Esopo y a Hesiodo y a Heródoto (que es un titán más que un hombre), y en Chile hubo escasez e inflación y mercado negro y largas colas para conseguir comida y la Reforma Agraria expropió el fundo de Farewell y muchos otros fundos y se creó la Secretaría Nacional de la Mujer y Allende visitó México y la Asamblea de las Naciones Unidas en Nueva York y hubo atentados y yo leí a Tucídides, las largas guerras de Tucídides, los ríos y las llanuras, los vientos y las mesetas que cruzan las páginas oscurecidas por el tiempo, y los hombres de Tucídides, los hombres armados de Tucídides y los hombres desarmados, los que recolectan la uva y los que miran desde una montaña el horizonte lejano, ese horizonte en donde estaba yo confundido con millones de seres, a la espera de nacer, ese horizonte que miró Tucídides y en donde yo temblaba, y también releí a Demóstenes y a Menandro y a Aristóteles y a Platón (que siempre es provechoso), y hubo huelgas y un coronel de un regimiento blindado intentó dar un golpe y un camarógrafo murió filmando su propia muerte y luego mataron al edecán naval de Allende y hubo disturbios, malas palabras, los chilenos blasfemaron, pintaron las paredes, y luego casi medio millón de personas desfiló en una gran marcha de apoyo a Allende, y después vino el golpe de Estado, el levantamiento, el pronunciamiento militar, y bombardearon La Moneda y cuando terminó el bombardeo el presidente se suicidó y acabó todo. Entonces yo me quedé quieto, con un dedo en la página que estaba leyendo, y pensé: qué paz.  

BOLAÑO, Roberto. Nocturno de Chile. Barcelona: Anagrama, 2000.

viernes, 30 de agosto de 2013

HHhH


Tengo un profesor que es un gran lector. Como siempre me ve en la biblioteca con un libro nuevo cada semana, no nos ha costado mucho romper esa jerarquía para volvernos amigos. Amigos que solo hablan de literatura, en todo caso. Pues bien, este profesor se me acerca un día para preguntarme qué estoy leyendo, a lo que yo le respondo «esto», y le muestro el libro. Entonces él dice el título en voz alta y me dice que había leído una elogiosa reseña de Mario Vargas Llosa sobre esta novela.

En la reseña, Vargas Llosa señala que durante los siete años que trabajó en Radio Televisión Francesa era una obligación leer las novelas ganadoras del Premio Goncourt, de las cuales no recuerda ni una, tal vez, asume, a su baja calidad literaria. Pero, afirma, este Goncourt que acaba de leer (se refiere a HHhH) la recordará con nitidez lo que le queda de vida.

A mi profesor le hice mención de otra reseña, una aún más elogiosa, aparecida en la revista Buen Salvaje N° 5, pues fue esta la que me convenció de leer la novela. El título, ese enigmático título, era ya de por sí un acicate más.

La novela se centra en un particular hecho histórico: el desarrollo de la Operación Antropoide, estrategia mediante la cual se buscaba eliminar a uno de los más temibles líderes de la Alemania nazi. No nos referimos a Hitler, claro está, sino al «verdugo de Praga», «el carnicero», «el ángel de la muerte», «la bestia rubia», el individuo al que el mismo Führer apodó «el hombre con corazón de hierro». Estamos hablando de Reinhard Heydrich.

A Heydrich se le conocía como el cerebro de Himmler, jefe de las SS (la traducción del título revela eso: Himmlers Hirn heisst Heydrich, el cerebro de Himmler se llama Heydrich). Este personaje fue quien sistematizó las ejecuciones de judíos, debido a que aducía que sus hombres sufrian de un agotamiento psicológico por las matanzas que tenían que efectuar cada día, de manera que implementó el uso de las cámaras de gas. Y tampoco satisfecho con eso, buscó más formas de eliminar a todos los judíos de Europa de manera rápida y eficaz.

La novela es interesante pues cuenta, en primera persona, la obsesión de un escritor que quiere rendirle un homenaje tanto a Jozef Gabčík como a Jan Kubiš, así como a tantos otros líderes de la resistencia checa, pero no sabe de qué manera empezar o tiene ciertas reticencias respecto al uso de la ficción para contar la historia que quiere contar. Aquí el personaje se adentra en un interesante debate consigo mismo para poder valorar qué elementos debe considerar en la narración de su historia y cuáles no. O si al contar la historia en clave de novela, este recurso le quitará ese peso histórico que él a todas luces quiere elevar. 

Una vez que ha iniciado la historia, el escritor interrumpe constantemente su narración para introducir elementos aleatorios como, por ejemplo, decir que compró un libro que trata sobre el mismo tema del que está escribiendo, o acernos partícipes de los comentarios de sus seres más cercanos acerca de su obsesión con este suceso histórico.

Así, la historia que cuenta el escritor (a quien, según las descripciones que nos da de él, podemos identificar con Laurent Binet) va tomando más fuerza. Sin embargo, se detiene tanto la acción o se da muchas vueltas en torno al principal hecho que se quiere sacar a la luz (el atentado contra Heydrich) que la novela se torna cansina. Tampoco se trata de un libro excepcional, pese a su pormenorizada documentación. De todos modos, ya lo advirtió Vargas Llosa sobre HHhH: «No diría que es una gran obra de ficción, pero sí que es un magnífico libro». Yo agregaría que, como novela, está algo sobrevalorada.

BINET, Laurent. HHhH. Barcelona: Seix Barral, 2011.

jueves, 22 de agosto de 2013

El árbol


Casi ya no reviso las noticias literarias ni en los diarios ni en Internet. Lo que me llego a enterar —es decir, lo noticioso— es más que todo por la resonancia que tiene y el debate posterior que genera. Luego mi día se deshace entre el trabajo, una visita a la biblioteca y una clase por la noche.

Hace varios días, al llegar a casa, abrí esa cosa terrible que es el Facebook y, como quien hace un zapping vertical en su timeline, me entero que Mrożek había muerto. ¿Cómo había podido ocurrir tal cosa?

La noticia me golpeó de un modo especial. Entre el 2008 y el 2009 había leído muchos de sus relatos, los cuales me confirmaron el calificativo de gran cuentista con el que venía acompañado su nombre. Estos últimos meses incluso había estado leyendo y releyendo muchos cuentos geniales de El árbol. De modo que la noticia me tomó cuando Mrożek estaba vivo y ardiendo en mi mente. Pensé que se iba a detener el mundo, que todos se lamentarían de la muerte de este escritor espectacular. Pero no. Podría decirse que fue una muerte silenciosa.

owever, according to his widow’s request, Mrozek's funeral will have a religious character and it will be preceded by a holy mass in the church itself. The funeral is planned for the second half of September. - See more at:
No logro entender las causas de su deceso. He leído que se recuperaba de una «operacion menor». Desde 2007 vivió en Niza junto a su esposa, la directora de teatro mexicana Susana Osorio Rosas. Ella ha declarado que el funeral tendrá un caracter religioso. Luego nada más.

Sławomir Mrożek se burlaba del mundo de manera feroz a través de sus historias. El absurdo existencialista que es la vida fue siempre el tema medular de sus escritos. En ellos, el poder era abordado de manera irónica, así como la soledad del hombre ante este vacío infinito. Estas tragedias que acompañan a la humanidad desde los albores del mundo son retratadas por Mrożek con un humor reflexivo o filosófico. Como una forma de combatir esta sin razón de la vida con un humor rayano en el delirio.

A una semana de su fallecimiento, me quiero imaginar a Mrożek así: riéndose desde la otra orilla, apuntando con un dedo curvado por la vejez hacia este mundo absurdo del que él ha escapado. Por fin ha escapado.

MROŻEK, Sławomir. El árbol. Barcelona: Acantilado, 2003.
However, according to his widow’s request, Mrozek's funeral will have a religious character and it will be preceded by a holy mass in the church itself. The funeral is planned for the second half of September. - See more at:
However, according to his widow’s request, Mrozek's funeral will have a religious character and it will be preceded by a holy mass in the church itself. The funeral is planned for the second half of September. - See more at:
However, according to his widow’s request, Mrozek's funeral will have a religious character and it will be preceded by a holy mass in the church itself. The funeral is planned for the second half of September. - See more at:

domingo, 11 de agosto de 2013

Doce hombres en pugna

Imagen tomada de aquí.

El retorno de Ricardo Morán al teatro no ha podido ser más auspicioso. La que podemos ver en el Teatro La Plaza es quizá una de las mejores puestas en escena en lo que va del año.

Nos encontramos en 1957, en Nueva York. Un jovenzuelo ha cometido parricidio y será condenado a la silla eléctrica o será salvado de ella cuando un jurado emita su opinión. Por la gravedad del hecho, la opinión del jurado tendrá que ser unánime. La voz en off del juez recalca la gran responsabilidad que recae en estos doce hombres, los cuales pasan posteriormente a ser encerrados en una sala para deliberar. Aquí inicia la obra.

Para algunos se trata de un caso fácil pues el asesinato ha sido demostrado y el asunto de lograr unanimidad no tomará mucho tiempo. De esta forma, se pasa a una votación que evidencia que uno de ellos considera al condenado como no culpable. Será este miembro del jurado quien sembrará una «duda razonable» en los once restantes.

El manejo de la tensión es notable. Es una tensión que incluso se extiende hacia el público. Ver a doce hombres en escena, todos siempre haciendo algo, ya sea discutiendo o tratando de formar alianzas, es un espectáculo asombroso para el espectador. Todos destacan por sus excelentes actuaciones, pero, más aún, por la manera nerviosa o impávida con que encarnan a personajes tan difíciles, personajes contaminados por prejuicios, motivados por intereses personales, cargados de emociones o traumas: todo lo que influye para que una decisión no sea producto de un correcto uso de la razón.

Se trata además de una obra que toca un tema muy sensible. Vemos en las tablas cómo los personajes van mutando ellos mismos, para luego ser capaces de cuestionarse y, finalmente, llegarse a convencer de que sí, es posible que el muchacho sea inocente. Su vida depende de su veredicto. El elenco que logra encarnar a estos doce hombres y su correcta caracterización, el gran cuidado en la escenografía, así como el atinado uso del juego de luces y de efectos como la lluvia, colocan a esta obra dentro del teatro de alto calibre.

Ficha técnica
Doce hombres en pugna, de Reginald Rose.
Dirección: Ricardo Morán.
Actuación: Leonardo Torres Vilar, Lucho Cáceres, Mario Velásquez, Carlos Tuccio, Ricardo Velásquez, Carlos Gassols, Gerardo García Frkovich, Carlos Victoria, Sebastián Monteghirfo, Alejandro Escudero, Rómulo Assereto y Emilram Cossío.
Lugar: Teatro La Plaza (Centro Comercial «Larcomar». Malecón de la Reserva 610, local 211).
Hasta el 24 de septiembre.