Daniel Zúñiga-Rivera (Lima), autor de libros como Rigor Mortis o A mil metros del invierno, y director del sello editorial Arkabas, nos presenta esta vez su último trabajo que lleva por título Avenida Indlandsis, publicado por la misma casa editora.
El argumento del libro aborda la historia de Tamara Jorquiera, una muchacha de 14 años que se ve envuelta en una pesadilla constante. Su vida se dividirá entre el mundo del sueño y la vigilia, ocurriéndole en ambos escenarios sucesos extraños. La meta de Tamara es encontrar una calle de nombre «Indlandsis» y el desarrollo de la novela se centra en esta búsqueda.
A lo largo de 35 cortísimos capítulos somos testigos del rápido tejido de la trama. Tamara sale del colegio, duerme y en las imágenes del sueño una prostituta muere de forma violenta por causa de una sombra. Al despertar, encontrará en la cocina una foto de la mujer del sueño con el cuerpo destrozado. Tanto la presencia de la sombra, que también busca herirla en el sueño, como la aparición de fotografías luego de despertar, son patrones que se repetirán incansablemente hasta el final de los acontecimientos.
El diseño del libro interviene también en la lectura. Cuando Tamara está teniendo esos sueños a los que nos referimos, ciertos dibujos renegridos acompañan la parte superior de la página. Como se trata de un texto que podría clasificarse de terror onírico o misterio, hallamos imágenes de salpicaduras de sangre de cabo a rabo (la portada del libro sugiere lo que vamos a encontrar en su contenido). Esta parte de la edición —que interviene también en la tipografía— busca resaltar la temática de la novela y ocasionar más impacto en el lector, aunque no se pueda asegurar que lo consiga.
La prosa es otro punto que merece una mención. Zúñiga-Rivera realiza un trabajo notable en el lenguaje y le otorga una apariencia de caos, fugacidad e inconsistencia, como suelen ser los sueños de las personas. En este sentido, vierte en el texto cierto contenido lírico, desmiembra los párrafos y usa las tres personas gramaticales.
Pero el autor altera el texto de tal manera que la lectura resulta abrupta y, en ciertos momentos, tortuosa. Ese tratamiento del lenguaje genera imágenes inconsistentes que describen una historia ya de por sí bastante confusa. El ambiente del libro logra ser siniestro, oscuro, húmedo y sucio, pero los personajes secundarios que lo pueblan, y que aparecen con frecuencia, tienen una aparición fugaz y mueren en cada capítulo.
Pero el autor altera el texto de tal manera que la lectura resulta abrupta y, en ciertos momentos, tortuosa. Ese tratamiento del lenguaje genera imágenes inconsistentes que describen una historia ya de por sí bastante confusa. El ambiente del libro logra ser siniestro, oscuro, húmedo y sucio, pero los personajes secundarios que lo pueblan, y que aparecen con frecuencia, tienen una aparición fugaz y mueren en cada capítulo.
Zuñiga-Rivera construye una historia en base a ingredientes habituales en este tipo de literatura. Según esto, se podría afirmar que sigue una fórmula muy trillada. Encontramos elementos como las fotografías misteriosas que aparecen de la nada, unas llaves que indican la apertura exclusiva de cierta puerta, espejos que distorsionan el reflejo, un asesino en serie que aquí tiene apariencia de sombra, cuadros que describen escenas que el personaje debe descifrar, el hospital y la morgue. Esto se suma a elementos más básicos como la sangre y las muertes violentas.
Hacia la mitad, la novela crece (o quizá es que uno se acostumbra a su lenguaje). Sin embargo, la monotonía de lo narrado (sueño, vigilia, sueño, vigilia) terminan por aburrirnos. Sin mucha claridad, el libro llega a lo que podría ser un desenlace, pero ya en esta instancia el lector se ha vuelto indiferente ante una historia difícil de digerir y una prosa que, a decir del propio autor al final del texto, contiene mucho ruido.
ZUÑIGA-RIVERA, Daniel. Avenida Indlandsis. Lima: Arkabas, 2010.
Hacia la mitad, la novela crece (o quizá es que uno se acostumbra a su lenguaje). Sin embargo, la monotonía de lo narrado (sueño, vigilia, sueño, vigilia) terminan por aburrirnos. Sin mucha claridad, el libro llega a lo que podría ser un desenlace, pero ya en esta instancia el lector se ha vuelto indiferente ante una historia difícil de digerir y una prosa que, a decir del propio autor al final del texto, contiene mucho ruido.