domingo, 25 de octubre de 2015

Erecciones, eyaculaciones, exhibiciones


Frank bajó las escaleras. No le gustaban los ascensores.
Había muchas cosas que no le gustaban. Detestaba menos las escaleras de lo que detestaba los ascensores.
El empleado de recepción le llamó:
—¡Señor Evans! ¿Quiere venir un momento, por favor?
Asociaba la cara del empleado de recepción con un plato de gachas de maíz. Era todo lo que Frank podía hacer para no pegarle. El empleado de recepción miró a ver si había alguien en el vestíbulo, luego se acercó a él, inclinándose.
—Hemos estado observándole, señor Evans.
El empleado volvió a mirar hacia el vestíbulo, vio que no había nadie cerca, luego se aproximó de nuevo.
—Señor Evans, hemos estado observándole y creemos que está usted perdiendo el juicio.
El empleado se echó entonces hacia atrás y miró a Frank cara a cara.
—Tengo ganas de ir al cine —dijo Frank—. ¿Sabe dónde ponen una buena película en esta ciudad?
—No nos desviemos del asunto, señor Evans.
—De acuerdo, estoy perdiendo el juicio. ¿Algo más?
—Queremos ayudarle, señor Evans. Creo que hemos encontrado un trozo de su juicio, ¿le gustaría recuperarlo?
—De acuerdo, devuélvame ese trozo de mi juicio.
El empleado buscó debajo del mostrador y sacó algo envuelto en celofán.
—Aquí tiene, señor Evans.
—Gracias.
Frank lo metió en el bolsillo de la chaqueta y salió.  (...)

BUKOWSKI, Charles. Erecciones, eyaculaciones, exhibiciones. Barcelona: Anagrama, 2012.

domingo, 18 de octubre de 2015

Samanta Schweblin sobre los premios literarios

Foto: Francisco Cañedo.

Se publicó hace poco una interesante entrevista a Samanta Schweblin. No hay que pensarlo mucho: este ha sido el año de la escritora argentina. Desde la obtención del Ribera del Duero, los comentarios favorables respecto a su obra no han parado. Aquí, un extracto de lo dicho por la autora de Pájaros en la boca:

-¿Por qué, si ya tenés un nombre y una cantidad de libros publicados, seguís mandando libros a concursos?
Decido mandarlos casi cuando están terminados. No escribo para un concurso, si no que hay una logística entre el tiempo que creés que estás terminando el libro y las fechas de cierre de los concursos.

-Alguna vez dijiste que no podés escribir con deadlines. En ese sentido, lo que decís tiene lógica.
No puedo escribir con deadline cuando es una cuestión contractual que implica un compromiso, pero hay algo del deadline del concurso que sí me ayuda. Esta es una de las razones por las que todos los libros de cuentos terminaron en concursos. Me cuesta mucho soltarlos porque siempre está la posibilidad de mejorar el texto. Pero una fecha me ayuda a soltar. Y también está el tema económico. Si por alguna de esas arbitrarias casualidades ganás el premio, de alguna manera te están pagando por escribir, que es un poco el sueño de todos los que nos dedicamos a esto: que nos paguen por hacer lo que creemos que sabemos hacer. Algo tan simple que exige el médico y el carnicero, pero que a nosotros nos cuenta mucho conseguir. Es un pago en diferido, retroactivo, medio extraño. Si bien es bastante dinero, yo creo que sería más saludable para un escritor tener un sueldo básico y austero todos los meses que asegure cierto ritmo de trabajo, cierta continuidad. Es muy gratificante que te paguen por lo que hacés, no que te premien. Y además, se premia a uno, no le pagan a los 900 que se presentaron. No me quejo del premio, estoy feliz, pero hay algo para repensar con respecto a los premios. Y luego, un premio ayuda a darle visibilidad a los libros, que es otra cosa que es bastante difícil. Como yo soy un poco reacia a la prensa, es otra manera de hacerlo.

Fuente: Eterna Cadencia.

domingo, 11 de octubre de 2015

Mario Bellatin sobre el preceptismo literario

Foto: Conrado Chang.

Este martes acaba la primera Feria del Libro de Lima Norte. Gran iniciativa y buen nombre: FELINO. Sin embargo, salvo un par de eventos rescatables (Lamberti), se trata de una feria muerta. Para animarla un poco, Mario Bellatin estuvo presente y respondió algunas preguntas para un medio local.

-¿Qué hace que una historia te fascine y quieras hacerla propia? 
No me fascina ninguna historia. Lo que me fascina es el acto de la escritura. El hecho de enfrentarme a una nada. De pronto, dentro de ese todo, aparece una historia. El texto va más allá de esta, es un tono, un susurro. Luego, lo transmito. Necesito tener el espacio para llenarlo de escritura, para que esta se vaya de mí. Mi interés no está en que se publique la obra, sino en seguir escribiendo.  
-¿Un proceso parecido al de la plástica o el arte escénico? 
No, porque yo tengo el tiempo de volver al texto. El lector no lee lo que yo escribí. El texto pudo nacer de fragmentos pero hay que hacer creer al lector que lo que uno escribe se concibió como aparece en el papel. No hay nada improvisado, hay procesos de corrección y de “desescritura”. Lo más difícil es decidir qué queda o qué no queda. Hay que matar el mito de la página en blanco, y también hacer a un lado eso de la imaginación desbordada, del lenguaje poético o de los personajes que cobran vida. Eso impide la creación de una voz propia. “Aprender para aplicar”, eso no funciona. Hay una idea de lo que deben ser las cosas y ese es el peor daño que se hace a la literatura, porque un libro es un milagro. Lampedusa no fue escritor y precisamente por eso El gatopardo fue una obra maestra. Las corporaciones editoriales tratan de estandarizar los gustos y acallan estos milagros. 

Fuente: El Comercio.

domingo, 4 de octubre de 2015

El sueño de Noé


Hace no mucho se puso de moda decir: «Este es el mejor libro de la literatura peruana en lo que va del año». De esa manera, los reseñistas de moda empezaron a parir blurbs y cada semana aparecía un libro que cargaba sobre sus espaldas la responsabilidad de poseer en sus páginas lo mejor de la tinta impresa made in Perú. A eso se añadió: «La literatura peruana atraviesa por un buen momento», que es como escribir «dantesco incendio» o «macabro hallazgo» en una nota periodística.

Decir que un libro es el mejor solo significa una cosa: que es el mejor y ya. O sea, no significa nada. O quizá sí, dependiendo de quién lo diga. Y si lo digo yo, tiene mucho valor.

Es por eso que anuncio, sin muchos preámbulos, que El sueño de Noé, de Julio Isla Jiménez, es el mejor libro de la literatura peruana en lo que va del año.

(Me siento desvirgado. No es fácil hacer por vez primera este tipo de afirmaciones. Que un libro es el mejor y tal. Pero ya está, lo hice. Ya parí un blurb.)

No pensaba que el mejor libro de 2015 viniera de donde vino. Es decir, no es novela ni cuentario ni poemario ni ensayo ni texto híbrido. Tampoco lo edita Planeta ni Penguin Random House ni Estruendomudo. ¿Qué rayos es entonces El sueño de Noé y quién lo edita? Es una obrita de teatral que aún no ha sido llevada al teatro (como una noche sin luna, pero eso es lo de menos). Y —lo olvidaba— ha sido editada por el propio autor.

Teatro, autoedición: impensado.  

Ahora, el acto consecuente sería reseñar el libro, señalar sus atributos, argumentar por qué es el mejor. Pero no es que tenga la maldita flojera de hablar sobre el libro; es solo que, si ya dije que es el mejor, ¿es necesario brindar razones y ser persuasivo? ¿Van a ponerse a dudar de mi palabra? ¿Ustedes, mortales? El sueño de Noé es el mejor libro de este año.

Lo he dicho ya dos veces.

ISLA JIMÉNEZ, Julio. El sueño de Noé. Lima: Alastor, 2015.