sábado, 28 de septiembre de 2013

Lanzarote


Conozco solo dos lectores fuertes de Michel Houellebecq. Con «fuertes» me refiero a que han leído todo lo de este francés, y si él les propusiera hacerles un hijo, no lo pensarían dos veces. Definitivamente deben haber muchos lectores fuertes. Yo apenas me he topado en este pequeño libro, tan parecido al único que he leído de él, Plataforma. Houellebecq tiene esa cosa de posmoderno en la literatura, es decir, el narrador con alguna fijación sexual y que viaja de forma frecuente. Luego, el narrador-personaje tiene a menudo algún intercambio cultural a través del sexo (siempre un ménage à trois). Sexo, interculturalidad, viajes. Un tipo muy innovador este Houellebecq.

HOUELLEBECQ, Michel. Lanzarote. Barcelona: Anagrama, 2002.

jueves, 19 de septiembre de 2013

La soledad del lector


Este libro ha sido muy recomendado en blogs y medios impresos. A mi parecer, nunca la opinión pública lectora había acertado tanto. Frases desperdigadas sin aparente conexión. Una estructura monótona pero eficaz. Todo lo que el libro se propone lo logra con inmediata sencillez: la maravilla duradera y la depresón absoluta. Una de las obras más tristes que he leído.

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Todas las épocas son contemporáneas.

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No prestes atención a las críticas de aquellos que nunca escribieron una obra notable.

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¿Por qué al Lector le entristece darse cuenta de que es casi seguro que nunca vaya  a saber cuál resultará ser el último libro que lea en su vida?

MARKSON, David. La soledad del lector. Buenos Aires: La bestia equilátera, 2012.

domingo, 15 de septiembre de 2013

Pensar / Clasificar


Una edición horrible, como un texto universitario (es una pena tener un libro nada fotogénico). Sin embargo, este pasaje es genial:

Para el propósito que me ocupa, esto es lo que más me llama la atención en las maneras de leer: no que la lectura se considere como una actividad ociosa, sino que en general no pueda existir sola, que sea preciso que esté insertada en otra necesidad; es preciso que otra actividad la soporte: la lectura se asocia con la idea de un tiempo que se debe llenar, un tiempo muerto que se debe aprovechar para leer. Tal vez esta actividad portadora no sea sino el pretexto de la lectura, ¿pero cómo saberlo? Un señor que lee en la playa, ¿está en la playa para leer o lee porque está en la playa? ¿Acaso el frágil destino de Tristram Shandy le importa más que la insolación que está por sufrir en las pantorrillas? ¿No conviene, en todo caso, interrogar estos ámbitos de la lectura? Leer no es sólo leer un texto, descifrar signos, recorrer líneas, explorar páginas, atravesar un sentido; no es sólo la comunión abstracta entre el autor y lector, la boda mística de la Idea y el Oído. Es, al mismo tiempo, el ruido del metro, o el bamboleo de un vagón de ferrocarril, o el calor del sol en una playa y los niños que juegan un poco más lejos, o la sensación del agua caliente en la bañera, o la espera del sueño... 

PEREC, Georges. Pensar / Clasificar. Barcelona: Gedisa, 2008.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Salvador Allende


Cuando volví a mi casa me puse a leer a los griegos. Que sea lo que Dios quiera, me dije. Yo voy a releer a los griegos. Empecé con Homero, como manda la tradición, y seguí con Tales de Mileto y Jenófanes de Colofón y Alcmeón de Crotona y Zenón de Elea (qué bueno era), y luego mataron a un general del ejército favorable a Allende y Chile restableció relaciones diplomáticas con Cuba y el censo nacional registró un total de 8.884.768 chilenos y por la televisión empezaron a transmitir la telenovela El derecho de nacer, y yo leí a Tirteo de Esparta y a Arquíloco de Paros y a Solón de Atenas y a Hiponacte de Efeso y a Estesícoro de Himera y a Safo de Mitilene y a Teognis de Megara y a Anacreonte de Teos y a Píndaro de Tebas (uno de mis favoritos), y el gobierno nacionalizó el cobre y luego el salitre y el hierro y Pablo Neruda recibió el Premio Nobel y Díaz Casanueva el Premio Nacional de Literatura y Fidel Castro visitó el país y muchos creyeron que se iba a quedar a vivir acá para siempre y mataron al ex ministro de la Democracia Cristiana Pérez Zujovic y Lafourcade publicó Palomita blanca y yo le hice una buena crítica, casi una glosa triunfal, aunque en el fondo sabía que era una novelita que no valía nada, y se organizó la primera marcha de las cacerolas en contra de Allende y yo leí a Esquilo y a Sófocles y a Eurípides, todas las tragedias, y a Alceo de Mitilene y a Esopo y a Hesiodo y a Heródoto (que es un titán más que un hombre), y en Chile hubo escasez e inflación y mercado negro y largas colas para conseguir comida y la Reforma Agraria expropió el fundo de Farewell y muchos otros fundos y se creó la Secretaría Nacional de la Mujer y Allende visitó México y la Asamblea de las Naciones Unidas en Nueva York y hubo atentados y yo leí a Tucídides, las largas guerras de Tucídides, los ríos y las llanuras, los vientos y las mesetas que cruzan las páginas oscurecidas por el tiempo, y los hombres de Tucídides, los hombres armados de Tucídides y los hombres desarmados, los que recolectan la uva y los que miran desde una montaña el horizonte lejano, ese horizonte en donde estaba yo confundido con millones de seres, a la espera de nacer, ese horizonte que miró Tucídides y en donde yo temblaba, y también releí a Demóstenes y a Menandro y a Aristóteles y a Platón (que siempre es provechoso), y hubo huelgas y un coronel de un regimiento blindado intentó dar un golpe y un camarógrafo murió filmando su propia muerte y luego mataron al edecán naval de Allende y hubo disturbios, malas palabras, los chilenos blasfemaron, pintaron las paredes, y luego casi medio millón de personas desfiló en una gran marcha de apoyo a Allende, y después vino el golpe de Estado, el levantamiento, el pronunciamiento militar, y bombardearon La Moneda y cuando terminó el bombardeo el presidente se suicidó y acabó todo. Entonces yo me quedé quieto, con un dedo en la página que estaba leyendo, y pensé: qué paz.  

BOLAÑO, Roberto. Nocturno de Chile. Barcelona: Anagrama, 2000.