No
hay nada tan maravilloso como encontrar un par de zapatos que te calcen a la
perfección. De pronto te ves un poco más alto o guapo, y hasta disfrutas del
olvidado acto de caminar. En literatura, encontrar tu género es lo mismo. No
precisamente has nacido para ser un autor total y, a partir de allí, parir
novelas y poemas y piezas teatrales todas geniales y con igual número de
posibilidades de perdurar en el tiempo. O quizá sí, pero aún no lo sabes. A
Paulo César Peña, no obstante, le basta con saber que ha encontrado en el
ensayo ese par de perfectos zapatos.
Peregrinación a Santa Beatriz expone, en principio, la historia de esta urbanización ligada a los artistas e intelectuales que la recorrieron o vivieron en ella (Varela, Szyszlo, Eielson, entre otros). Se trata de un recorrido en el que el lector participa de manera activa, puesto que, al reconocer sus calles, no puede sino traerlas a la memoria y asombrarse ante un hecho que Peña saca a relucir: que muchos de nuestros ilustres creadores moraban allí y paseaban sus talentos.
El recorrido que nos propone el autor del ensayo, por lo tanto, es un viaje hacia el pasado. Y aquí la sombra de Sebald se proyecta indeleble. Esa conciencia que va de un lado a otro buscando reconocerse en algún vestigio, intentando conectar determinados puntos para darle sentido a los recuerdos. Hay un placer en la observación y también en el hallazgo de las tramas o lazos que han permanecido ocultos. Esta conciencia puede escuchar el inaudible ruido del tiempo. Un tiempo que, mientras arrastra los pesados pies, va destruyendo todo lo tangible. O desfigurándolo. Y es allí cuando el ensayo se potencia. Las reflexiones del autor, a este respecto, son intensas y luminosas, enmarcadas en una prosa que jamás se desborda, y en donde podemos advertir el lenguaje bien urdido, el adjetivo exacto.
Pero Peregrinación a Santa Beatriz es también un libro de denuncia. Se concibe aquí a esta urbanización como un lugar sagrado. Peña propone entonces una urgente puesta en valor de los lugares que alguna vez cobijaron a nuestros creadores más eminentes. Esto ante la pérdida constante de espacios públicos que solo tiene como objetivo el aprovechamiento económico de los gobiernos locales.
Quizá lo que más resalta en esta nueva entrega de Peña es la inserción de situaciones personales dentro de la libertad que le brinda el género. Estas no son accidentales, por supuesto. Fuera de la cansina moda denominada «autoficción», el autor devela información de su ámbito familiar que nutre y favorece al texto. Porque en esa búsqueda sobre el pasado de Lima y el rastro de sus artistas, las circunstancias lo han hecho tropezar con el pasado propio. Y de este modo, al tono solemne del libro, se impone de manera eficaz uno de corte más confesional.
No son pocos los méritos de este pequeño libro. Sin embargo, si hemos seguido atentos la evolución de este autor en sus textos anteriores, podemos notar una creciente urgencia por retorcer las formas del ensayo y que aquí se tornan más evidentes. Solo es cuestión de atrevimiento, en última instancia. Y esperamos que Peña, en algún momento, pueda tener el arrojo de emprender tal hazaña. Los zapatos, pulcros e inmejorables, ya los tiene puestos.
Peña, Paulo César. Peregrinación a Santa Beatriz. Lima: Río Hablador, 2016.
Peregrinación a Santa Beatriz expone, en principio, la historia de esta urbanización ligada a los artistas e intelectuales que la recorrieron o vivieron en ella (Varela, Szyszlo, Eielson, entre otros). Se trata de un recorrido en el que el lector participa de manera activa, puesto que, al reconocer sus calles, no puede sino traerlas a la memoria y asombrarse ante un hecho que Peña saca a relucir: que muchos de nuestros ilustres creadores moraban allí y paseaban sus talentos.
El recorrido que nos propone el autor del ensayo, por lo tanto, es un viaje hacia el pasado. Y aquí la sombra de Sebald se proyecta indeleble. Esa conciencia que va de un lado a otro buscando reconocerse en algún vestigio, intentando conectar determinados puntos para darle sentido a los recuerdos. Hay un placer en la observación y también en el hallazgo de las tramas o lazos que han permanecido ocultos. Esta conciencia puede escuchar el inaudible ruido del tiempo. Un tiempo que, mientras arrastra los pesados pies, va destruyendo todo lo tangible. O desfigurándolo. Y es allí cuando el ensayo se potencia. Las reflexiones del autor, a este respecto, son intensas y luminosas, enmarcadas en una prosa que jamás se desborda, y en donde podemos advertir el lenguaje bien urdido, el adjetivo exacto.
Pero Peregrinación a Santa Beatriz es también un libro de denuncia. Se concibe aquí a esta urbanización como un lugar sagrado. Peña propone entonces una urgente puesta en valor de los lugares que alguna vez cobijaron a nuestros creadores más eminentes. Esto ante la pérdida constante de espacios públicos que solo tiene como objetivo el aprovechamiento económico de los gobiernos locales.
Quizá lo que más resalta en esta nueva entrega de Peña es la inserción de situaciones personales dentro de la libertad que le brinda el género. Estas no son accidentales, por supuesto. Fuera de la cansina moda denominada «autoficción», el autor devela información de su ámbito familiar que nutre y favorece al texto. Porque en esa búsqueda sobre el pasado de Lima y el rastro de sus artistas, las circunstancias lo han hecho tropezar con el pasado propio. Y de este modo, al tono solemne del libro, se impone de manera eficaz uno de corte más confesional.
No son pocos los méritos de este pequeño libro. Sin embargo, si hemos seguido atentos la evolución de este autor en sus textos anteriores, podemos notar una creciente urgencia por retorcer las formas del ensayo y que aquí se tornan más evidentes. Solo es cuestión de atrevimiento, en última instancia. Y esperamos que Peña, en algún momento, pueda tener el arrojo de emprender tal hazaña. Los zapatos, pulcros e inmejorables, ya los tiene puestos.
Peña, Paulo César. Peregrinación a Santa Beatriz. Lima: Río Hablador, 2016.
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ResponderEliminarHola, Pollo. Cuando gustes. Si me escribes a Facebook, lo coordinamos.
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