domingo, 28 de septiembre de 2014

El Estadio de Mármol


Ficción es una palabra maravillosa que procede del verbo fingir, cuyos significados en su lengua de origen, además de los que ha conservado en la nuestra, eran amasar y dar forma. Es decir, hacían ficción quienes modelaban el barro, lo que contagia al término de inevitable teología, pues la leyenda quiere que el primer hombre fuese fabricado de barro para dar comienzo a toda esa espeluznante y maravillosa ficción que es la realidad, palabra que Vladimir Nabokov colocaba siempre entre comillas. Si tenemos en cuenta, siguiendo con los juegos a los que invita la etimología, que el nombre técnico del barro que utilizan los escultores es «tierra refractaria» y refractario es todo aquello que se niega a ser de su condición, obtenemos, en un plausible malabarismo, que quienes hacían ficción obedecían a aquella tierra que se negaba a ser sólo tierra, que estaba llamada a ser algo más que mera tierra. De ahí que toda ficción contenga un simulacro, más o menos nítido y convincente, de vida.

BONILLA, Juan. El Estadio de Mármol. Barcelona: Seix Barral, 2005.

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