Tomado de "Los Angeles Times" |
Por: Andrés Hax.
¿Quieres escribir, o quieres ser escritor? Porque son dos cosas muy diferentes. Y parece obvio, pero vale resaltar, que lo segundo no sucede sin lo primero. Y nada y nadie te está frenando de escribir. Hemingway lo dijo sin vueltas: “Cualquier persona que dice que quiere ser escritor y no está escribiendo no quiere ser escritor.” Dos consideraciones para anular de una vez por todas la idea de que los talleres de literatura o las escuelas de escritura creativa sirven en el mundo de la literatura. Primero, la mayor parte de la literatura universal la hicieron personas que no asistieron a talleres. Segundo, el escritor de verdad tiene una cosa muy importante en común con el criminal: no pide permiso. Si me dicen que los talleres te disciplinan, te obligan a escribir, te hacen sentir menos solo en tu tarea, te conectan con personas con tus mismos intereses, yo contesto: estas son todas cosas que el escritor tiene que descubrir por sí mismo sin pagar por un servicio. La condición básica de la escritura es la soledad. ¿Quieres escribir? Escribe. El único beneficiario real de un taller es el que cobra por darlo. Y te cuento un secreto. En 9 de 10 casos no les interesa ni tu éxito ni tu fracaso. Y si pudiera ganarse la vida sin dar talleres lo haría en un segundo. Hay excepciones, siempre las hay. Pero la industria de los talleres y las escuelas de creative writing se inventaron para facturar, no para salvar la literatura de una crisis. ¿Se imaginan a Kafka en un taller literario? ¿A Proust? ¿Melville, Joyce, Dickens, Virginia Woolf, Homero, Shakespeare, Borges, Poe, García Márquez, Cervantes? ¿Quieres escribir? Escribe. Todos los días, por horas. Y hay que leer. Todos los días. Por horas. Ser un gran escritor no es más fácil ni requiere menos esfuerzo que ser un gran músico, futbolista, arquitecto, ajedrecista... Pero no hay escuela que lo enseñe. ¿Quieres ser escritor? Eso viene mucho después. Suerte.
Fuente: Revista Ñ.
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