martes, 17 de abril de 2012

Crimen y castigo

Recuerdo que me prestaron esta novela de Dostoievski cuando estaba en la academia y jamás la acabé. Hace poco, sin embargo, saldé mi deuda con ella y debo reconocer lo grata que ha sido su lectura por dos razones. Primero, porque la esencia de este clásico sigue tan vigente que a uno aún se le eriza la piel y se asombra ante lo narrado. Segundo, porque la filosofía y psicología de los personajes, sumado a los conceptos básicos en que se funda la novela, generan cierta reflexión en el lector, cierta mirada crítica hacia la realidad.

Rodion Románich Raskólnikov, el personaje principal, sostiene que existen dos clases de hombres: los que obedecen las leyes y los que las rompen para luego crear las nuevas leyes. Esta idea, que se filtra hacia toda la novela, es la raiz de su crimen, del cual se desprenden interesantes reflexiones sobre si matar a una persona vil, evitando así el mal a muchos, puede hasta ser considerada una acción buena.

Sin compasión, la adaptación peruana hecha por Pancho Lombardi, compendia todo esto de manera eficaz y le otorga esa oscuridad visual que en todo momento está presente en la novela, ese ambiente lóbrego que habita tanto en las cosas como en el espíritu de los personajes.

A este respecto, Bajtín tiene un interesante estudio sobre la polifonía en Crimen y castigo. En Problemas de la poética de Dostoievski, sostiene que en la narrativa del escritor ruso existe una «pluralidad de voces y conciencias independientes e inconfundibles». En este sentido, Raskólnikov expone una filosofía de vida que se independiza incluso de la visión artística de Dostoievski: el héroe es poco menos que un ideólogo. Surgen,  además de ésta, muchas otras voces que se le enfrentan y cada cual pugna por ocupar un espacio en el discurso de la novela.  

DOSTOIEVSKI, Fiódor. Crimen y castigo. Barcelona: Planeta, 2000.

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