jueves, 2 de enero de 2020

Nominado


Reunión vespertina con C y J en casa de mis tíos. J ha traído un Michel Chapoutier que, para los que no sabemos de vino, suena demasiado bien. Se ha olvidado, sin embargo, el sacacorchos. Así que J pasa gran parte de la tarde intentando agujerear el corcho con un destornillador. Y mientras esperamos que haga el milagro, hablamos de lo que estamos haciendo. ¿Estamos escribiendo? Sí y no. J está redactando una tesis de Verástegui y nos dice que Teorema del anarquista ilustrado es una gran novela y que Fata Morgana, que no es de Verástegui sino de Hinostroza, es una gran gran novela. Dos veces gran es demasiado, pienso. Creo que te gustan las novelas de poetas, le digo. Me gusta el lenguaje, dice J. C, en cambio, ha estado semanas atrás en Guadalajara, donde ha visto a medio mundo de la República Letrada. Por allí andaban Fresán y Zambra. Y en fin, que no se ha tomado ninguna foto y le digo que, en los tiempos modernos, eso es un error. Que si no te tomas al menos una foto en la FIL de Guadalajara es como si no hubieras estado allí. Y es entonces que C confiesa su poco talento para las relaciones públicas y la autopromoción. Que no está mal, hombre, que no está mal, nadie es perfecto, le digo. J, que ha preferido hundir el corcho del Chapoutier en lugar de agujerearlo, dice que ahora, en el mundo hipermoderno, escribir es el requisito más indispensable para destacar. Lo importante es establecer una red de contactos (reseñistas, editores, periodistas, escritores, libreros, organizadores de eventos) y quedar bien con todos. Era lo que menos hacía Bolaño, dice J. Y agrega: aunque quizá Bolaño atacaba a medio mundo porque era demasiado temerario o demasiado consciente de su talento o ambas cosas a la vez. Pero la pregunta inicial era: ¿estamos escribiendo? Sospecho que C está en medio de una novela pese a que diga que está retocando unos cuentos. Yo, en cambio, me amparo en la prosa semanal de estas columnas y puedo decir que sí, que estoy escribiendo (en términos generales). Al caer la noche, nos despedimos sin haber bebido una gota de ese Chapoutier. En la residencia de mis tíos apenas hay mesas y sillas y algunas camas. Una casa de playa en toda regla. Aquí han de llegar algunos familiares para celebrar el Año Nuevo. Al día siguiente, muy temprano, reviso el celular y me entero de que C ha sido nominado a unos premios que tienen cierta importancia, pero donde se valora más la popularidad que el talento. Y en ese instante imagino a C en medio de su alegría y también de su encrucijada. La autopromoción, pienso. Las relaciones públicas, pienso. La va a tener difícil si quiere ganar ese premio, pero dudo que quiera. C no se mueve en el plano de lo extraliterario y, por lo tanto, es una de las pocas personas a las que yo llamaría escritor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario