domingo, 30 de noviembre de 2014

Jeremías Gamboa sobre los premios y el racismo

Imagen tomada de aquí.

Lo dijo una vez Houellebecq al recibir el Goncourt: «Hay tantos premios que alguno me tenían que dar». Esta semana Jeremías Gamboa ganó un premio.

Tal vez no haya sido el Goncourt, pero es un premio y punto. Es más, Gamboa, en su columna de hoy en El Comercio, se ocupa de hablar sobre el premio recibido.

Dice: 

He pasado unos días de relámpago en Oviedo, España, como parte de la ceremonia de fallo y entrega del premio de novela "Tigre Juan" (...)

Yo recién me entero que existía un premio llamado Tigre Juan. Lo interesante es que Gamboa se encarga él solito de legitimar su premio:

Sus procedimientos, según me explican, son realmente estrictos. Nadie —ni las agencias ni las editoriales— candidatea los trabajos. Los cinco miembros del jurado hacen sus pesquisas, consultan constantemente entre ellos sobre nuevos títulos y luego discuten sus lecturas de los textos en sesiones ardorosas.

Caramba. O sea, Gamboa le aclara a los lectores que por fin se hizo una sin padrino (si hemos de creer que el jurado leyó la novela).

Lo que viene es para romperse la mandíbula de risa. Gamboa, cual chico aplicado, le saca lustre a su premio y lo compara con el Man Booker Prize y el Perrito Pulitzer:

Ellos toman la decisión. Como en todos los premios estrictamente literarios —el Booker, el Pulitzer o el Icaza— solo unos pocos eligen.

Luego se pone a defender al Premio Luces, galardón otorgado por el diario donde se publican sus columnas. (En la categoría Novela, donde él también estaba nominado, el ganador fue Roncalloro.)

Días atrás, trofeo en mano, le habían hecho una entrevista en un medio español. Fue lamentable leer las declaraciones de Gamboa pues acusaba que en el Perú había sido víctima de...

RACISMO

Sí, señores. Racismo. Lo dice el propio escribidor:

En Perú le critican por no seguir los temas recurrentes, como el de Sendero Luminoso.

—En Perú hay una visión muy ideológica, dan mucha importancia al componente moral y tienen muchos prejuicios. Un escritor como Bryce, que escribe también sobre sentimentalismos, ha sido menos criticado que yo porque soy escritor mestizo, hijo de ayacuchanos. Todo esto es un lastre y hay que trabajar para mostrar que la literatura tiene varios carriles y que se puede elegir sobre qué escribir.

Es decir, a Gamboa se le había criticado por ser hijo de ayacuchanos y no por haber escrito una mala novela (la cual, además, vino con una campaña de marketing alucinante). Los que hemos leído la novela y hemos concluido, con justa razón, que se trata de una novela mediocre y sobredimensionada, resulta que estábamos equivocados.

Yo insisto: sin padrinos, no hay paraíso.

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