La película de Leos Carax tiene momentos interesantes y, por ratos, logra cohesionar la desbordante irracionalidad que vemos en pantalla. Es ante todo, un tributo a la actuación, al mismo hecho de actuar y de sentirse vivo gracias al espectador. Y este tributo a la actuación se refleja en la «trama»: Monsieur Oscar (Denis Lavant) trabaja representando distintos papeles a lo largo del día, cada uno más absurdo que el otro. No hay un argumento en esta cinta; se trata simplemente de una situacón anexada a otra, donde vemos a un Denis Lavant gigantesco. La opinión de la crítica se ha polarizado respecto a este filme. Hay quienes la califican de obra maestra, y otros quienes aseveran que se trata de patético esnobismo. Personalmente, creo que habría que situarse en un punto medio y disfrutar del maléfico «viaje» que propone Carax. No hay otra forma de enfrentarse a su delirante imaginación.
(Calificación: 7/10)
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