Por estas fechas me da pereza de existir y me abandono al visionado de las nominadas a los Premios Óscar. Cargo con esta pereza desde 2014. Disciplinada pereza que me hace ver casi todas las películas en competencia, incluso en categorías tan poco atractivas como mejor mezcla de sonido o mejor diseño de vestuario. Sin embargo, por allí que te topas con una película fenomenal y entonces ha valido la pena pasar tantas horas delante de una pantalla.
En fin, que el Óscar de este año no me entusiasma mucho, pero cuando ya adquieres la costumbre (el vicio, es decir), los ojos te exigen ver una cinta tras otra. Así que aquí vamos con algunas predicciones.
El Óscar a la mejor película será para 1917, aunque no se lo merezca. Y el premio para el mejor director será para Quentin Tarantino, quien ya lleva algunas ediciones peleando en dicha categoría.
La estatuilla para mejor actor no tiene mayores misterios: Joaquin Phoenix, en Joker, ofrece quizá una las mejores actuaciones que hayamos visto en muchos años. Para mejor actor de reparto, si bien todos apuestan por Brad Pitt, yo me inclino a favor de Anthony Hopkins por su estupenda interpretación de Benedicto XVI en The Two Popes.
Todo parece indicar que Renée Zellweger se llevará el premio a mejor actriz por encarnar a Judy Garland en Judy, y tampoco tengo dudas al respecto. Para mejor actriz de reparto admito que Laura Dern es una de mis favoritas (ese papel de abogada malévola que hace en Marriage Story resulta inolvidable).
No estaría mal que Knives Out se lleve la estatuilla al mejor guion original, pero la tiene difícil junto a Once Upon a Time in Hollywood. Tampoco le vendría mal el premio de mejor fotografía a The Lighthouse, una cinta verdaderamente perturbadora, surrealista y arriesgada, y que, sin duda, mereció más nominaciones.
Y el reconocimiento a la mejor película internacional (mi categoría predilecta) parece que tiene una sola favorita: Gisaengchung. La surcoreana (que es un filme genial) ha ganado todo lo que le ha salido al paso. Creo que aquí tampoco habrá mayores secretos, aunque no me disgustaría si le dan el premio a Honeyland o Boże Ciało.
Y así se acaba un tramo del año que empezó con la amenaza de una supuesta Tercera Guerra Mundial y que continúa con una epidemia de coronavirus que mantiene en alerta a las instituciones encargadas de velar por la salud. Por este motivo, ir al cine, encerrarse un par de horas en esa bóveda negra, es olvidarse un poco del caos que se vive allí afuera, en el mundo real. Oda a la pereza absoluta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario