Una literatura del yo, de la subjetividad extrema, claro que tiene que existir y debe existir. Pero si sólo existieran literatos solipsistas toda la literatura terminaría convirtiéndose en un servicio militar obligatorio del miniyo o en un río de autobiografías, de libros de memoria, de diarios personales, que no tardaría en devenir cloaca, y la literatura también entonces dejaría de existir. ¿Porque a quién demonios le interesan las idas y venidas sentimentales de un profesor? ¿Quién puede decir, sin mentir como un verraco, que es más interesante el día a día de un triste profesor madrileño, por muy atildado que sea, que las pesadillas y los sueños y las ambiciones del insigne y ridículo Carlos Argentino Daneri? Nadie con tres dedos de frente. Ojo: no tengo nada contra las autobiografías, siempre y cuando el que la escriba tenga un pene en erección de treinta centímetros.
BOLAÑO, Roberto. El secreto del mal. Barcelona: Anagrama, 2007.
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