Imagen tomada de este otro blog. |
Hace ya mucho que se celebró aquí en Lima el Primer Festival de la Palabra, y como en este blog lo hacemos todo a última hora, no queríamos dejar de apuntar algo muy interesante que dijo uno de sus invitados (dicho sea de paso, me parece increíble que un festival que solo duró cinco días haya traído mejores escritores que los que vinieron para nuestra última Feria Internacional del Libro). El caso es que Rodrigo Fresán, el invitado al que me refiero y que vino de paso a promocionar su libro La parte inventada, fue entrevistado por un medio local y subrayó algo importante:
Me parece que está muy bien la obra de Vargas Llosa, aquí todavía se están preguntando en qué momento se jodió el Perú. ¡En Argentina sabemos cuándo se jodió nuestro país desde el primer día! (ríe) No tenemos que escribir una gran novela latinoamericana para investigarlo. Lo cierto es que en la literatura argentina todos somos freaks. Borges, Aira, Alan Pauls, Piglia, Fogwill, y de la tradición rioplatense Onetti, Macedonio Fernández o Felixberto Hernández. Después de mucho tiempo, hace tres semanas estuve en Buenos Aires en calidad de escritor y vi una especie de coqueteo con el realismo social crónico, algo que me pareció una especie de “vanguardia” en Argentina (ríe). Lo cierto es que en Argentina no hubo ni siquiera la idea de hacer la gran novela latinoamericana. Todas las grandes novelas argentinas son bastante extrañas, desarticuladas, atomizadas, centrifugadas. Tiene una cosa que a mí me enorgullece mucho: no hay pudores frente al tema del género. Probablemente lo que hace grande a la literatura es que es la única apoyada sobre lo fantástico. No hay ninguna otra literatura en el mundo que lo sea, en toda la historia de la humanidad, me atrevería a decir.
Fuente: El comercio.
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