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Paloma Reaño, directora de la editorial Pesopluma. |
La aparición de nuevas editoriales es un hecho muy saludable dentro de
nuestro circuito literario. No hace muchas semanas, la editorial
Pesopluma inauguró su catálogo con la serie Crisálida (que busca reeditar las primeras obras
de grandes autores) y dio el salto con la publicación de una novela de Julio Ramón Ribeyro. En esta oportunidad entrevistamos a Paloma Reaño, una de sus directoras editoriales, quien también ha estado al frente
de otros proyectos interesantes como la revista
Buensalvaje.
-Como mencionaste en la
presentación de Pesopluma, sabemos que esta es una editorial formada por tres
amigos que se conocen desde el colegio. Sin embargo, cuesta creer que en un
proyecto de esta magnitud participen solo tres. ¿Quiénes más forman parte de Pesopluma?
La editorial
está compuesta por nosotros tres: dos literatos y un administrador. Pero claro,
para lograrlo, recurrimos a la ayuda de amigos y profesionales cercanos. Por
ejemplo: para la parte gráfica buscamos a Marité Cánepa, nuestra paciente
diseñadora editorial; y para la ilustración acudimos a Renso Gonzales, no solo
porque ha hecho portadas antes sino porque es lector de Ribeyro. Y así nos sucedió
también con la imprenta, la imagen de la empresa y el evento de presentación en
La Libre con Las Ramonas. Se trata de gente con la que alguno de nosotros tres
había trabajado antes. Familiares y amigos pusieron de su parte para sacar el
proyecto adelante.
-Suena bien el propósito de
reeditar las primeras obras de escritores consagrados. ¿Cómo surgió esta idea?
Por la
importancia de editar a Ribeyro. Y porque no podíamos pasar por alto que lo
haya escrito siendo tan joven. Era, en ese entonces, un pesopluma. Salir con una obra suya deja un rastro y quisimos darle
coherencia a este primer paso. Se suele publicar lo clásico o lo mejor de los
autores reconocidos, pero ¿dónde quedan aquellos primeros cuadernos germinales?
Vimos una carencia ingrata y decidimos empezar por ahí.
-Si no hubiera sido Crónica de San Gabriel, de Julio Ramón
Ribeyro, ¿qué título habría inaugurado su catálogo?
Empezar con
un peruano era un hecho aunque creo que no podríamos decir que tuvimos otro
primer autor en mente. Quizá porque, visto desde ahora, a finales del «año
Ribeyro» es difícil pensarlo de otro modo. Claro que teníamos otros satélites
orbitando. Y no han desaparecido, al contrario: pronto reeditaremos Symbol, de Roger Santivañez, que salió
en 1991 y es muy difícil de encontrar hoy en día; y coqueteamos también con una
antología poética de la argentina Aurora Venturini.
-¿Estas reediciones se limitarán
al ámbito de la literatura peruana o piensan explorar otros terrenos?
Pensamos, en
principio, en Latinoamérica; pero también nos seduce la traducción, es un deseo
a largo plazo. Y dentro de la traducción, nos atrae sobre todo la literatura
brasilera, tan cercana y desconocida al mismo tiempo.
-Pesopluma tiene la intención de
apostar también por el mercado del libro electrónico. ¿Por qué el interés sobre
un mercado que las editoriales peruanas han dejado de largo?
Porque lo
usamos y disfrutamos nosotros mismos. Pronto estará lista nuestra página web y
tendremos venta de libros electrónicos, así como envío de libros físicos a
cualquier lugar del mundo. Confiamos en las nuevas tecnologías y las nuevas
formas de intercambio que estas permiten. Hoy podemos comprar libros sin
necesidad de intermediarios; descargar y llevar decenas contigo en un
ligerísimo Kindle; escucharlos en podcast mientras manejas; obtener información
extra a través del código QR, y así. Nos entusiasman esas posibilidades. Y si
aún no entusiasman a la mayoría, el interés es creciente.
-Sabemos que fuiste subeditora de
la revista Buensalvaje durante mucho tiempo. ¿A qué se debió tu salida?
Asimismo, ¿qué rescatas de la experiencia de haber participado en esta
importante revista?
Trabajé
alrededor de cuatro años en la editorial Solar y aprendí mucho del equipo. Al
segundo año nos pusimos las pilas para sacar el proyecto Buensalvaje adelante;
fueron noches emocionantes de prueba y error, de encontrar aliados y darle
forma a todo. Durante los dos años siguientes la revista fue, progresivamente, convirtiéndose
en una prioridad. En lo personal, disfruté sobre todo el contacto con autores
contemporáneos que admiraba y el descubrimiento de nuevas luces como lectora. La
gestión de una revista de este tipo te brinda una visión amplia del medio y sus
posibilidades. Fue una experiencia enriquecedora, sin duda. Sin embargo,
llegado el momento decidí concentrar energías en lo propio, así que me metí de
lleno a este proyecto.
-¿Cuál es tu
opinión de la situación actual del mercado de las editoriales independientes?
Me parece que hay una tendencia
clara a apostar por casas editoras libres del apetito mercantil, y que estas
han demostrado una visión y calidad sin precedentes. Están, además, mejor
organizadas; por eso, por ejemplo, la importancia de la renovación de la Ley
del Libro. El aumento de lectores y de ventas en las ferias del libro son un
excelente síntoma de que el circuito cultural va tomando cuerpo.
-A tu
parecer, ¿qué editoriales peruanas son las más importantes en este momento?
Me gustan varias por distintas
razones. El Álbum del Universo Bakterial, de Higa, por su deliciosa
minuciosidad en el cuidado de edición. Animal de Invierno y Paracaídas han
lanzado excelentes títulos, han apostado muy bien por autores contemporáneos y
han ganado el merecido reconocimiento. Estruendomudo, por la voracidad y
desenfado con que Lasso nutre su catálogo. Y Pictorama, que propone estupendas
novelas gráficas para el 2015.
-En la
presentación mencionas, además, que la editorial busca ser ambiciosa con sus
autores. En ese sentido, ¿cuál es la línea editorial de Pesopluma?
Por ambición nos referimos a
cercanía y sinceridad con los autores, prolijidad en los elementos que
constituyen el libro (papel, tinta, formato), y comunicación con los lectores y
colaboradores del medio. Buscamos sumar, básicamente.
-Para
finalizar, ¿qué nuevos títulos se vienen?
Pronto estrenaremos nuestra serie
Iceberg, de autores jóvenes, con el más reciente poemario de Tilsa Otta: Antimateria. Y, en
paralelo, la serie Bitácora de Artista, con Un
millón de bandas malas de la historietista argentina Lucía Brutta. Y un par
de sorpresas más que revelaremos a inicios del próximo año.