Hay una cosa que cualquier narrador peruano sabe: para escribir una novela sobre la guerra interna hay haber leído el informe final de la CVR. Pero de ahí a que te salga un buen libro es otra historia.
El fantasma nostálgico, de Carlos Calderón Fajardo, aborda la guerra interna. O sea, otra novela más sobre el mismo tema.
Todos quieren contar cómo los afectaron los años de la violencia. Okay. Es válido. Yo quiero contar cómo me afecta que mi vecino escuche Radio Felicidad cuando llego del trabajo y me dispongo a leer, y también es válido. Todo es válido en literatura, señores, y es ahí donde reside la trampa.
¿Pues cómo contar un tema tan manido de manera que parezca original? ¿Privilegiar la trama o el lenguaje? ¿Omnisciente o primera persona? ¿Boleta o factura? Son muchas preguntas como para romperse la cabeza. No sé, digo yo, pero a mí los libros no me atraen por sus temas. Jamás me pongo a leer los textos de contratapa con esos blurbs de mierda tipo: «La mejor novela sobre el nazismo. Y punto». Etcétera. El tema es lo de menos si no se sabe mentir bien. O mentir con claridad. Y si la guerra interna la van a contar Las Tortugas Ninja o unos fantasmas, insisto, me da igual.
Yo a esta novela la he notado muy fragmentaria. Repito: yo. A mí me ha parecido así. Una novela muy correctita. Muy de «quedar bien con el lector». Tal vez sea por su atmósfera onírica, su falso lirismo o qué sé yo. A mí me crispa los nervios cuando no se me está contando nada. Cuando la historia camina en círculos queriéndose morder la cola.
Este libro quedó finalista del premio Tusquets de Novela hace ocho años, si mis conocimientos de astronomía no me fallan. Otra hubiera sido la histora de Calderón Fajardo.
La novela, les decía.
Fragmentaria, difusa, abrupta. Cuando es inteligible nos topamos con frasecitas profundas a lo Coelho: «Solo podemos aproximarnos a lo que deseamos olvidar» (11). Uno no sabe al final cuántas estrellitas ponerle en el Goodreads. Creo que el mismo lenguaje de la novela trata de ser fantasmal, inaprensible. Pero es un fantasma al que se le notan las costuras. Pienso que, luego de no ganar el Tusquets, tal vez recibió excesivas correcciones a lo largo de todos estos años (y eso que encontré demasiadas erratas como para pensar que no le pagaron al corrector de estilo).
Julian Barnes afirmó alguna vez que cuando uno corrije demasiado un texto puede llegar a echarlo a perder.
Algo así.
CALDERÓN FAJARDO, Carlos. El fantasma nostálgico. Lima: Animal de invierno, 2013.
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