lunes, 24 de diciembre de 2018

Un premio

Foto: Rodrigo Rodrich

El primero en recibir un premio Copé de cuento fue Washington Delgado. Luego, a principios de los ochenta, se lo dieron a Julio Ortega y Óscar Colchado. También lo recibieron Cronwell Jara, Fernando Iwasaki y Gregorio Martínez («Guitarra de palisandro» es el mejor relato de la literatura peruana). Hace unas semanas me lo dieron a mí.

Fue Umbral el que dijo que se robó un premio —el Fernando Lara— para satisfacer una fantasía infantil. Dicho de otra manera, escribió una novela con el único propósito de llevarse el premio porque se le antojaba tenerlo. Y lo tuvo, claro. Cosa distinta pasa conmigo. No sé si se me antojaba ese trozo de mármol (debe serlo) que culmina en una dorada pluma. Pero lo veo ahora en mis estantes y me gusta. Brilla como los ojos de un joven Walser.

No me había percatado de la importancia de todo esto hasta que un buen amigo me llamó al móvil y me dijo: te has ganado el mejor premio de la literatura peruana. Y quizá nunca llegue a entender qué quiere decir «mejor» ni mucho menos «literatura peruana», pero cuando colgó me sobrevino un silencio áspero. A lo mejor, pensé, no me estoy sintiendo a la altura del premio. ¿Qué le sucede a tu organismo cuando te anuncian como ganador de un Copé de Oro? En mi caso, nada. El vacío. Le sigue a esto la rutina diaria, las horas que tengo que llenar con una traducción de los poemas de Julien d'Abrigeon .

Tampoco mi ánimo se ha excitado cuando me han dicho la cifra que gané. Un sujeto me preguntó por Facebook de cuántos soles era el premio, y tuve que consultar nuevamente las bases. Para mi sorpresa, el monto era un poco más alto de lo que creí.

Ahora me llaman para dar algunas entrevistas (es la primera vez que siento que me escuchan, como si hablaran con un anciano, como si el Copé te diera respetables canas) y los extraños me dan sus señas de identidad y los duros de carácter se tornan amables. (Un antiguo amigo que optó por darme su mayor enemistad tuvo el enorme gesto de saludarme. Es un feroz crítico del premio, aunque siempre participa en él. Incluso en la pasada bienal de poesía habló con uno de los miembros del jurado y le rogó que filtrara su poemario. No llegó ni a finalista. Es persistente y este año envió un libro para la categoría de ensayo. Texto, por demás, ya publicado como tesis vía online, cosa que prohíben las reglas del concurso. Tampoco ganó). Quizá el premio los cambia a ellos con respecto a mí.

Por ratos temo. Ni el prestigio del Copé ni el premio en metálico han obrado alguna grieta en mi persona. Me da miedo de que sea un síntoma de pérdida de sensibilidad.

El resto sí ha cambiado, ya digo. Los sanmarquinos se alegran y me hacen recordar que he pasado por las aulas de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas. Los huancaínos me reclaman como suyo, pese a que he residido casi toda mi vida en la capital. Algunos escritores ahora afirman que el premio es justo y no amañado porque lo he ganado yo (mi mérito, dicen, es habitar fuera de las argollas y haber publicado mis libros en editoriales independientes). Tal vez algún día termine por enterarme de la repercusión de todo esto. Quizá algún día lejano, durante las vacaciones que K y yo tenemos por costumbre tomar en junio, la mire sorprendido y diga: ¿a que me he ganado un Copé, verdad?

lunes, 10 de diciembre de 2018

La dimensión desconocida

Una mañana de 1984 llega un agente de policía a las oficinas de la revista Cauce. Va a confesar sus crímenes porque no puede más con su conciencia (despierta con olor a muerto, dice). Su nombre es Andrés Valenzuela, alias Papudo. Estamos en plena dictadura chilena. 

Este es el inicio de La dimensión desconocida. Nona Fernández toma la declaración de Valenzuela (que luego aparecería en la ya mentada revista, coronada además por un inquietante titular que esta columna ha hurtado*) y la desarrolla de una manera llamativa (vincula el suceso y todo lo que implica con una famosa y antigua serie televisiva de ciencia ficción: The Twilight Zone). 

Las dictaduras se han convertido en un provechoso material narrativo. Hacen ganar premios a los escritores o los vuelven superventas. (Incluso hay quienes convierten estas novelas en temas de tesis universitarias). Pero este tópico se ha visitado tantas veces que ya nada parece novedoso o, por lo menos, interesante.

Desde Nocturno de Chile, de Roberto Bolaño, no leía nada tan conmovedor. Y esto ya es decir bastante o decirlo todo. Sucede que Fernández se introduce en la historia (autoficción, sí, pero de la buena) y rescata de su pasado recuerdos, fechas, datos y nombres que luego —y sobre todo cerca del final— envuelve en un fino pelaje lírico. La intromisión de la vida personal de la autora es solo una excusa para hablarnos de los desaparecidos, los centros clandestinos de detención, la crueldad de las fuerzas armadas. El horror, en suma. 

No obstante, el punto de quiebre es la humanidad con la que viste a Valenzuela, «el hombre que torturaba». Un ser capaz de dudar de sus actos y de entregar el testimonio de lo vivido a una revista opositora al régimen de Pinochet, porque los nervios lo destrozan y las víctimas habitan sus pesadillas.

Dependiendo de la fecha en que se lea, y si la calidad de los libros que a uno lo rodean no es la ideal, esta será la mejor novela de cualquier año. Me ha pasado a mí. Es lo más plausible de este 2018.

FERNÁNDEZ, Nona. La dimensión desconocida. Barcelona: Penguin Random House, 2017.

(*) Originalmente este texto se publicó con el título de «Yo torturé» en el suplemento cultural del semanario Perfil.

lunes, 19 de noviembre de 2018

Interruptus

Aguirre es fumador, adicto a The Beatles, tiene enemigos en el mundillo literario (firmaba crueles reseñas). Un tipo así me cae bien. Pulgar arriba. Like. Ahora pasemos a su nuevo libro.

Novela no es, pese a lo que dice la portada. Es un artefacto, más bien. Y para los que gustan de las sinopsis podríamos enunciarlo así: se trata de un texto conformado por episodios eróticos que una editora va interviniendo de inicio a fin. El texto tiene nombre y género: se llama Jirón Soledad y es novela. (En la narración el personaje principal se parece mucho al autor, pero como esto es literatura debemos decir que no es él). 

Lo que vamos a leer, entonces, son extractos de Jirón Soledad interrumpidos por la mentada mujer. Como premisa suena interesante para los esnobs: una supuesta novela que contiene una novela.

Esto, como ya dije, es un artefacto. Una licuadora. Aquí Aguirre hace trizas el género novelesco para juntar después los pedazos con un lenguaje llamativo. Un experimento arriesgado, qué duda cabe. Pero lo plausible de una obra no es el riesgo que toma, sino el resultado.

Jirón Soledad se define como defectuosa nada más empezar. Lo advierte la editora: más que leerla, habrá que sufrirla. Los extractos están atiborrados de jerga limeña. El exceso es la patria de Aguirre. Barroco, recargado. Recuerda mucho al olvidado Malapalabrero.

Sin embargo, no hay mayor mérito en el simple hecho de reunir una gran cantidad de jergas para tentar narraciones inconclusas. En lugar de licuadora, lo de Aguirre es una broma, un juego, una estafa, un chiste que cuenta él y que entiende solo él, y, por tanto, es Aguirre el único que puede reír.

Agobia la chismografía literaria que cada tanto salpica en el libro (morbo innecesario si consideramos que solo quienes pertenecen a esta aldea letrada entenderán). Asimismo, conforme avanza el relato, las intervenciones de la editora (que bien pudieron potenciar la obra) se hacen cada vez más pobres.

No sé si resulte sensato gastar tiempo y dinero en una tomadura de pelo. Y para inmolarme estoy yo, estimado lector. Entonces, ¿la novela paga? Si me agarras de muy buen ánimo te diré que estuvo apenas entretenida. Pero hoy estoy de malas. Así que, en vez de comprar este libro, mejor invítame unas chelas en Barbarian.

P. D.: Yo no escribo reseñas anónimas, querido Leonardo.

AGUIRRE, Leonardo. Interruptus. Lima: Planeta, 2018.

lunes, 17 de septiembre de 2018

Ámok

Y aquí vengo yo a decirles por qué deben de leer esto o aquello. A algunos les basta con poner una foto de Ámok en Facebook y decir: «lo recomiendo». No he llegado aún a tal nivel de influencia, pero casi. Lo mío va de argumentar. La reseña es el arte de la persuasión.

Primer libro. Pérdida de la virginidad. Giacomo Roncagliolo (no es familiar de Santiago, valga la aclaración) ha escrito una novela que me ha hecho sentir acompañado. Hay en su libro y en el mío puentes que los unen: alteración mental en el protagonista (su nombre también es solo una inicial), adicciones, un amor, lugares sin nombre, lenguaje aséptico. En fin. Que en algún momento creí que leía otra versión de La velocidad del pánico.

Agrada la propuesta estética de este autor porque es la misma que yo defiendo y practico: borrar del texto toda referencia a una zona geográfica particular, proponer una realidad paralela. Vamos, nada de autoficción ni de guerra interna, donde abundan fechas y calles y traumas de infancia. Giacomo hace Literatura.

Entrar así, a escena, es bastante atrevido, con todos esos Cuetos y Ampueros hablándote de Lima y su mugre, de Sendero y sus secuelas. Qué libros tan aburridos y monótonos. Y qué rentables.

Giacomo es más bien un hijo de Levrero y Lynch, y nos habla de un extraño juego. El primer capítulo engancha y remite a la Trilogía involuntaria. Asimismo, este joven autor presenta destrezas varias: conciencia sobre el lenguaje (funcional con gotitas de lirismo) y una espectacular construcción de los diálogos.

La novela, no obstante, demora en arrancar. Sin embargo, la paciencia se ve recompensada porque en la tercera parte del libro uno entiende la importancia de cierto cuadro en la pared, de los sueños de X. El final es una delicia.

Desorienta también el excesivo minimalismo del relato. No existen en la narración suficientes descripciones de los escenarios, por ejemplo. Esto, a mi juicio, hace difusas las acciones. Pero se entiende y se respeta: Giacomo Roncagliolo va forjando un estilo.
Ya quisiera toparme con más propuestas así. Novelas que escapen de los tópicos más trillados de nuestra narrativa contemporánea, en donde se perciba además el trabajo de la reescritura, tal como sucede en Ámok. Siento que podríamos ser una pandilla. Soberbios y malditos. Necesitaríamos también un nombre.

RONCAGLIOLO, Giacomo. Ámok. Lima: Pesopluma, 2018.

lunes, 10 de septiembre de 2018

Berta Isla

Junto con Manuel García Viñó, hace un lustro ya, murió también La fiera literaria. Ya saben: la crítica acompasada o, lo que es lo mismo, la lenta y cruel disección a la que sometían la obra de Javier Marías. No fue el único, claro, pero quizá las reseñas de sus novelas nos daban la idea de la poca destreza que tiene un escritor frente a un lector atento y mala leche. A Marías lo llevaron muchas veces al Gólgota.

No está García Viñó para seguir triturando las novelas de Javi Mari, pero estoy yo; y esto solo tiene como objetivo señalar que es peor que no exista nadie dispuesto a hundirle el cuchillo a Berta Isla.

Novela de espías sin espionaje, novela sobre la espera, novela sobre (o en) Inglaterra. Piensa uno que los autores se comienzan a repetir desde los 50, pero Marías viene repitiéndose desde los 22. Ahora, con 67 años a cuestas, es imposible que se aleje de ciertos tópicos. Si bien aquí vuelve a esa novedad tan suya que es utilizar la primera persona gramatical para darle voz a una mujer, tal como hizo en Los enamoramientos, atraviesa nuevamente los mismos umbrales que conectan con sus anteriores novelas. A saber: está Oxford, una muerte en las primeras páginas que será la brújula de la narración y las continuas reflexiones de los personajes acerca de cosas que solo podrían conmocionar a la burguesía (porque pertenecen a ella). Todo esto es marca registrada del español autor.

Sin embargo, el error que tanto empaña a sus anteriores trabajos también aparece aquí: todos los personajes hablan igual. Ninguno de salva de expresar sus ideas bajo ese conocido tufillo falsamente erudito de sus novelas anteriores. Las barrocas digresiones de Thomas, Berta y Trupa, entre otros, los hacen parecer un solo personaje, al punto que todos terminan repitiendo ya no las mismas palabras, sino también las mismas estructuras sintácticas.

La fisura más notable, no obstante, se encuentra en la resolución de la trama. Es muy abrupta –y, por tanto, calamitosa– la forma en que Marías decide echar luz sobre el enigma. Uno tiene que soportar casi 400 páginas para que luego la simple casualidad reúna a dos personajes en un lugar inverosímil y dé por terminado el misterio que rodeaba al suceso de mayor trascendencia dentro de la novela.

Señalar a García Viñó en un inicio no ha sido adrede. Me he tomado la molestia de enumerar, tal como hacía él, las frases más atractivas de este libro para ver la poca solvencia de Marías:

«... seguido del del marido...» (17).

«... Yanes tenía bien visible la visión...» (42).

«... se lo quedó mirando con mirada algo turbia...» (43).

«...por mucho que muchos jóvenes imitemos...» (64).

«Tomás lo miró mientras él miraba» (108).

«... menos ondulado que el que él recordaba...» (117).

«... lo importante era ver su sonrisa cuando sonreía...» (160).

«... vi que me miraban... » (166).

«... llevaba una gabardina de color gabardina...» (167).

«No sé qué te hacen hacer» (176).

«Ni siquiera durante el durante se ha hecho...» (258).

«Tenía prisa por saber el desenlace del lance...» (291).

«Tomás se rió con una risa...» (300).

«Me respondió sin responderme del todo...» (305).

«Supongo que su calma me calmó...» (345).

«Tupra sonrió con una sonrisa...» (353).

«La palabra ‘caído’ cayó...» (360).

«... había olido su olor...» (370).

«... un congreso o simposio de especialistas en mi especialidad...» (381).

«Fue tras clavar ese clavo cuando...» (389).

«... he vuelto a pensar lo que pensé...» (421).

«Lo entendía más o menos con el entendimiento...» (536).

Aquí, benevolente lector, las redundancias son obscenas e imperdonables. Nos gusta el estilo de Marías. Leerlo es echarse sobre la hamaca y fumarse un cigarrillo. Nos encanta la sutileza con la que coloca, a lo largo del relato, importantes pequeñeces (la novela está en los detalles). Pero un ojo atento nos permite advertir estas y otras atrocidades. Admitamos ahora que la sangre derramada por La fiera literaria nunca fue en vano.

MARÍAS, Javier. Berta Isla. Barcelona: Alfaguara, 2017.

domingo, 1 de julio de 2018

André Aciman sobre Roberto Bolaño


Hace poco apareció en La Tercera una entrevista en la que André Aciman, además de referirse al éxito de Call Me by Your Name (se me antoja mucho esta novela, pese a que ya he visto la adaptación), afirma no leer literatura contemporánea. También dice esto del autor de Nocturno de Chile:

(...) creo que Roberto Bolaño está altamente sobrevalorado. No creo que sea un buen escritor. No estoy interesado en él. Lo encuentro superficial, un poco tonto y, francamente, me parece que mucha gente lo ama, pero me cuesta tomar a esa gente en serio. Creo que fundamentalmente muestra una falta de gusto. Y el gusto para mí es universal, no personal. Hay buen gusto y mal gusto.

miércoles, 30 de mayo de 2018

Basada en hechos reales

Lo único que le pediría a un autor de bestsellers es que su obra me entretenga algunas horas o días; el tiempo necesario antes de tomar del estante un libro de verdad. Basada en hechos reales (Anagrama, 2016), de Delphine de Vigan, cumple muy bien con esta súplica. El bestseller es un descanso necesario entre Barth y Bernhard (así, en el orden alfabético de mis anaqueles).

De Vigan la tiene muy clara: mezclar la autoficción con el somnoliento terror de King para obtener, por fuerza de los ingredientes, una novela rentable. No hay mayor engaño aquí. Lo que se anuncia es una hamburguesa y lo que el lector recibe es una razonable cantidad de páginas de fácil consumo.

La novela de marras transita en muchos territorios. Es un thriller que se plantea la decadencia de la ficción literaria y, a su vez, una apología al género de moda (hablamos de la autoficción, por si no ha quedado claro).

El juego que se plantea desde un inicio es el mismo que en todas las novelas de este tipo. Aquí, una escritora llamada Delphine atraviesa un bloqueo literario y conoce a una enigmática mujer llamada L. Los parentescos entre la autora y la narradora van aumentando a medida que avanza el relato, y es así como el lector debe creer que ambas son la misma persona y que lo que se cuenta allí es como se señala en el título. De otra forma, no habría juego.

Lo fascinante es que, tras una lectura que no haya entrado en el plano lúdico, se nos mostrará en cambio a una Delphine (la narradora) aquejada por un severo trastorno mental. L., más que un personaje envuelto en el misterio, sería el resultado de una enfermedad compleja. Quizá Delphine (y tal vez también la autora) no está tan cuerda como uno pensaba.

Solo una especulación de esta índole hace que la novela mantenga cierto interés. Fuera de esto, el lector encontrará una historia que se complace en la redundancia y exhibe un personaje principal tan irritante como patético. Queda un consuelo: la adaptación de Polanski hace que esta novela parezca una obra maestra.

DE VIGAN, Delphine. Basada en hechos reales. Barcelona: Anagrama, 2016.

(Texto publicado en la edición de mayo de Revista MOT).

martes, 3 de abril de 2018

La velocidad del pánico (fragmento)

Ilustración: Manuel Gómez Burns.

Hace un par de días se publicó un adelanto de mi próximo libro en el suplemento «El Dominical», de El Comercio. Mientras decido si creo otro blog para la novela o coloco la información relevante en este lugar, les dejo el enlace del mencionado fragmento aquí.

viernes, 2 de marzo de 2018

Óscar 2018: una lista muy pobre


                   

Febrero, mes de cinefilia. Ver casi todo (31 películas en esta ocasión) y predecir a los posibles ganadores del Óscar. Lo estamos haciendo por quinto año consecutivo en este blog (no es broma; ver: 2014, 2015, 2016 y 2017). Algunos lo llaman masoquismo.

En comparación con los años anteriores, las cintas nominadas para la nonagésima entrega están muy por debajo de filmes como Nebraska o Moonlight. Incluso las que compiten en categorías más esperanzadoras, como la de mejor película en lengua extranjera, no se encuentran a la altura de sus predecesoras. Demás está decir que la Academia ha desestimado largometrajes notables. A saber: A Ghost Story, Mother! o Split, por mencionar algunos. Misterios e injusticias de Hollywood.      


Mejor actor

-Timothée Chalamet (Call Me by Your Name)
-Daniel Day-Lewis (Phantom Thread)
-Daniel Kaluuya (Get Out)
-Gary Oldman (Darkest Hour)
-Denzel Washington (Roman J. Israel, Esq.)

Daniel Day-Lewis, con tres estatuillas en su haber, ofrece en Phantom Thread una eficiente actuación. Se puede decir lo mismo de Kaluuya, pese a que haya repetido el mismo personaje que vimos en Black Mirror. Chalamet, sin duda, ha sido el gran descubrimiento del último año. Sin embargo, todo indica que el hombre bajo el disfraz de Winston Churchill será el ganador de esta categoría. Se trata de un premio a la trayectoria.

Mejor actor de reparto

-Willem Dafoe (The Florida Project)
-Woody Harrelson (Three Billboards Outside Ebbing, Missouri)
-Richard Jenkins (The Shape of Water)
-Christopher Plummer (All the Money in the World)
-Sam Rockwell (Three Billboards Outside Ebbing, Missouri)

Kevin Spacey pudo haber sido nominado en All the Money in the World (y quizás, para felicidad nuestra, habría resultado vencedor). Las acusaciones por acoso hicieron que Plummer lo reemplazara en todas sus escenas, que no son pocas, y el resultado ha sido una película decente pero sin encanto. Este dato solo es para explicar que Sam Rockwell, sin Spacey en el grupo, no tiene ningún obstáculo para recibir el premio este domingo. 

Mejor actriz

-Sally Hawkins (The Shape of Water)
-Frances McDormand (Three Billboards Outside Ebbing, Missouri)
-Margot Robbie (I, Tonya)
-Saoirse Ronan (Lady Bird)
-Meryl Streep (The Post)

Frances McDormand es la gran favorita. No lo niego. Su actuación es destacable. No obstante, quienes hayan visto I, Tonya estarán de acuerdo en que Margot Robbie nos obsequia una interpretación descomunal de la polémica Tonya Harding (la escena frente al espejo es más que suficiente para comprobarlo).

Mejor actriz de reparto

-Mary J. Blige (Mudbound)
-Allison Janney (I, Tonya)
-Lesley Manville (Phantom Thread)
-Laurie Metcalf (Lady Bird)
-Octavia Spencer (The Shape of Water)

I, Tonya es una gran cinta y no se entiende por qué no está en la lista de las nominadas a mejor película. Allison Janney tiene aquí el dominio absoluto y, en la gala, se espera que el reconocimiento sea justo. Metcalf y Manville sobran en esta categoría.

Mejor guion original

-The Big Sick (Emily V. Gordon y Kumail Nanjiani)
-Get Out (Jordan Peele)
-Lady Bird (Greta Gerwig)
-The Shape of Water (Guillermo del Toro y Vanessa Taylor)
-Three Billboards Outside Ebbing, Missouri (Martin McDonagh)

Una de mis categorías predilectas, lo he dicho tantas veces. Para destacar: Get Out. Una historia que, con muy pocos elementos, se va volviendo extraña y retorcida (parece un relato de Samanta Schweblin). Pese a estos méritos. el Óscar tiene que ganarlo Three Billboards Outside Ebbing, Missouri. Posee todos los ingredientes que necesita una película ácida y cargada de humor negro.

Mejor guion adaptado

-Call Me by Your Name
-The Disaster Artist
-Logan
-Molly's Game
-Mudbound

Tal vez no sea el más autorizado para opinar en esta categoría (no he leído las novelas de Aciman y Jordan). Aun así, voy a arriesgarme y diré que Logan merece llevarse la estatuilla. De alguna manera, la adaptación de Old Man Logan logró ir por buen camino. Pese a las numerosas restricciones de Marvel (o quizá gracias a estas) se pudo realizar una cinta poseedora de un relato bastante eficaz. 

Mejor película en lengua extranjera

-Una mujer fantástica (Chile)
-The Insult (Líbano)
-Nelyubov (Rusia)
-Testről és lélekről (Hungría)
-The Square (Suecia)

Mi categoría favorita, qué duda cabe. Aquí, lo normal es que ninguna película tenga pierde. Pero ahora ha sucedido lo anormal: casi todo es un desperdicio. Descontando The Insult (que no pude conseguir en ninguna parte), el resto de películas oscila entre lo gélido (Nelyubov) y lo sobrevalorado (The Square). Dudo que Una mujer fantástica tenga los méritos suficientes para resultar vencedora. Mi apuesta va por Testről és lélekről (On body and soul). No es una maravilla, pero es superior a las demás.

Mejor edición de sonido

-Baby Driver (Julian Slater)
-Blade Runner 2049 (Mark Mangini y Theo Green)
-Dunkirk (Richard King y Alex Gibson)
-The Shape of Water (Nathan Robitaille y Nelson Ferreira)
-Star Wars: The Last Jedi (Matthew Wood y Ren Klyce)

Nos metemos ahora en donde no nos llaman: categorías técnicas. Tanto edición de sonido como mezcla de sonido comparten las mismas películas, y en la primera vamos a optar por Dunkirk.

Mejor mezcla de sonido

-Baby Driver (Julian Slater, Tim Cavagin y Mary H. Ellis)
-Blade Runner 2049 (Ron Bartlett, Doug Hemphill y Mac Ruth)
-Dunkirk (Mark Weingarten, Gregg Landaker y Gary A. Rizzo)
-The Shape of Water (Christian Cooke, Brad Zoern y Glen Gauthier)
-Star Wars: The Last Jedi (David Parker, Michael Semanick, Ren Klyce y Stuart Wilson)

He disfrutado mucho Baby Driver. En lo que respecta a mezcla de sonido, este filme desprende una armonía casi perfecta.

Mejor fotografía

-Blade Runner 2049 (Roger Deakins)
-Darkest Hour (Bruno Delbonnel)
-Dunkirk (Hoyte van Hoytema)
-Mudbound (Rachel Morrison)
-The Shape of Water (Dan Laustsen)

He conversado con R. al respecto y ha tenido puntos de vista muy diferentes a los míos. Detesta la fotografía de interiores (The Shape of Water) y, al parecer, lo ofrecido en Dunkirk es lo que más le ha gustado. Mi favorita, por otro lado, es Blade Runner 2049. Roger Deakins es el eterno perdedor en esta categoría, y su trabajo en el filme de Villeneuve merece un monumento. 

Mejor montaje

-Baby Driver (Paul Machliss y Jonathan Amos)
-Dunkirk (Lee Smith)
-I, Tonya (Tatiana S. Riegel)
-The Shape of Water (Sidney Wolinsky)
-Three Billboards Outside Ebbing, Missouri (Jon Gregory)

No me gusta para nada el cine de Nolan, pero no debo dejar de reconocer que Dunkirk, en lo concerniente a montaje, es superior al resto de cintas que conforman este grupo. Lee Smith, quien ha trabajado en todas las películas de este director, debería alzar el premio.  

Mejor documental

-Abacus: Small Enough to Jail
-Faces Places
-Icarus
-Last Men in Aleppo
-Strong Island

No suelo ver documentales en general. En esta ocasión, al darme cuenta de que las cintas nominadas no lograban satisfacerme, le di una oportunidad a una categoría que suelo dejar de lado. Estoy seguro de que Last Men in Aleppo, sutil y duro documental sobre la guerra en Siria, tiene todo a su favor. (Mención especial para Icarus).   

Mejor película de animación

-The Boss Baby
-The Breadwinner
-Coco
-Ferdinand
-Loving Vincent

The Breadwinner es una película que reúne los elementos que llaman la atención de la crítica: la guerra como tema de fondo y el fanatismo de algunas religiones. Lo lamentable es que esta cinta de animación no haya sido un éxito de taquilla, como sí lo fue Coco, filme que, al parecer, opacará el enorme trabajo artesanal de Loving Vincent.

Mejor director

-Christopher Nolan (Dunkirk)
-Jordan Peele (Get Out)
-Greta Gerwig (Lady Bird)
-Paul Thomas Anderson (Phantom Thread)
-Guillermo del Toro (The Shape of Water)

Me parece que la disputa aquí es entre Del Toro y Anderson. El primero nos muestra una película solvente. El segundo, en cambio, nos entrega un trabajo impecable pero muy mesurado si lo comparamos con joyas como The Master. Paul Thomas Anderson ha preferido no arriesgar en Phantom Thread, pero su trayectoria clama por un Óscar. (Solo en mis pesadillas Nolan se alza con el premio).  

Mejor película

-Call Me by Your Name
-Darkest Hour
-Dunkirk
-Get Out
-Lady Bird
-Phantom Thread
-The Post
-The Shape of Water
-Three Billboards Outside Ebbing, Missouri

Darkest Hour solo se filmó para el lucimiento de Gary Oldman. Call Me by Your Name solo es una película simpática y, además, le sobra una hora. The Shape of Water es cursi y risible (además, basta con ver el póster para enterarse de qué va y cómo termina la historia). The Post es bastante acertada, pero nadie podrá decir que es magnífica. Lady Bird no existe. Y en medio de este desierto solo destaca The Florida Project. Sin embargo, al no estar nominada, la única que tiene cierta ventaja sobre las demás es Three Billboards Outside Ebbing, Missouri. Es, digamos, la menos mala de esta pobrísima lista.