Este año, y luego de un largo silencio, Martín Zúñiga (Cusco, 1982) volvió a la escena literaria con una nueva entrega: No siga ese pájaro (Paracaídas editores). Conversamos largamente con el poeta respecto a esta publicación, su visión de la poesía contemporánea y los próximos libros que viene preparando, entre otros temas.
-¿Cómo empezó a gestarse No siga ese pájaro, cuánto tiempo te demandó y cuál fue su proceso de escritura?
En el año 2011 cerré un ciclo con Cover, el libro que publiqué en ese entonces. Ese libro forma parte de una trilogía compuesta por otros dos libros más que terminé casi por la misma fecha: Gavia y Pequeño estudio sobre la muerte. En ese momento el proceso comenzó con alejarse un poco de la escritura de esa época, olvidarme un poco de eso, rearmarme, ampliar mis conocimientos, mis propios intereses, porque en esa época ya había dicho todo lo que quería o podía decir. A partir de ahí es que se comienza a gestar una nueva voz, un nuevo metal, como decía Pere Gimferrer, y también una búsqueda de nuevos temas. Cuando uno encuentra un estilo, lo primero que tiene que hacer es alejarse de él, renovarlo, ser consciente de que ha llegado a aprender una forma de escribir y que uno debe alejarse de esta para buscar un lugar donde no se sienta cómodo. Desde el momento en que un escritor se siente cómodo en lo que hace, ya no crea: solamente se repite. Ese fue el proceso de gestación. Hace dos años me interné en la selva como parte de un proyecto de reforestación en Puerto Maldonado y esa experiencia alimentó una visión nueva de las cosas que era la que estaba buscando. A partir de allí empecé a trabajar nuevos textos, los cuales son la semilla de este libro y de un par de libros que vendrán más adelante.
-Tu libro aborda muchos temas y me ha gustado que en muchos de ellos esté presente la relación entre las nuevas tecnologías y el hombre. ¿Qué es lo que te motivó a abordar este vínculo?
Creo que estamos en el amanecer de una época de cyborgs. Suena todo lo fantasioso que quieras, pero, por ejemplo, hoy en día ya no podemos vivir sin el celular. Es como una extensión más de nuestro cuerpo. Es algo que día a día está más presente en todos nosotros, en nuestras relaciones humanas, en nuestra forma de concebir el mundo. Por eso, una parte del libro se llama «Mecanismos de cooperación». Para mí el arte es un mecanismo de cooperación porque se construye entre todos como lenguaje. El lenguaje no existe si no hay un otro al cual enviarle el mensaje. Sin eso no hay posibilidad de lenguaje, de comunicación propiamente dicha.
-Me llama particularmente la atención la estructura del poemario. Parece que contiene tres libros distintos. (Incluso podría haber un cuarto libro si tomamos en cuenta los «fragmentos» que están dispersos a lo largo de todo el texto). ¿A qué se debe esta arquitectura?
La última parte que da título al libro fueron los primeros poemas que trabajé y que en el Copé anterior de poesía recibieron una mención honrosa, pero en base a eso estuve trabajando a la par las otras dos partes. Por un lado, los «Mecanismos de cooperación» son textos exploratorios y la parte de las «Conjeturas» se deben también al tono lírico que tiene la última parte. Pero, sobre todo, son una exploración acerca de qué es un poema. Borges decía que todo arte es conjetural en el sentido de que crea una conjetura sobre una posibilidad del mundo. Muchos de los textos del mismo Borges o de Eielson son la práctica de esa posibilidad en diferentes registros o las diferentes variables que pueden resultar de eso. Es casi «científico». Estos poemas que nacieron indistintamente en diferentes momentos eran como un arte poética: ¿qué se puede hacer con la poesía?, ¿qué es la poesía? De eso trata «Mecanismos de cooperación» y «No siga ese pájaro». Los «fragmentos» fueron diferentes textos que nacen de lecturas de autores diversos a partir de temas particulares. Estos surgen del registro de un mensaje en algún tipo de soporte. En una pared, en la combi, en un libro o lo que sea, porque también el soporte de lo escrito le da una nueva significación al texto, lo resignifica de alguna manera. No es lo mismo un grafiti en una pared que colocado dentro de un cuadro en una galería. El soporte va a cambiar el sentido.
-Esto quiere decir que no hubo una estructura previa planteada sino que esta se fue armando durante la escritura del poemario.
Exacto. El libro ha pasado por varias versiones hasta llegar a esta. Muchos textos han cambiado en ese proceso. La mayoría, en realidad, ha quedado esbozada tal como estuvo planteada al principio de su escritura. Por ejemplo, los últimos cuatro o cinco textos del libro son homenajes a la poesía peruana. Están allí José Watanabe, Enrique Verástegui, Antonio Cisneros, Martín Adán, Enrique Peña Barrenechea, etcétera. Así fueron planteados desde el inicio. Son homenajes a la lírica peruana.
¿Por qué optaste por insertar una intertextualidad bastante lúdica en el libro?
Esto fue para darle un una columna vertebral al texto porque el libro no propone temas; no me interesa hablar sobre el amor sino explorar las posibilidades que un tema como el amor puede abrir. Y esa es la esencia del libro: es un libro exploratorio, casi ensayístico. Un amigo me dijo que estos escritos son ensayos en versos. Para mí la poesía a está más afín al ensayo (como un texto exploratorio) que a la narrativa o la ficción. Hace poco alguien me pidió que describa el libro en tres o cuatro líneas y le dije que se trata de un libro de no ficción. No es un poemario porque hay una diversidad de textos que no son poemas. Las personas suelen utilizar el término poema para encasillar textos que les son difíciles de leer o para aquellos textos que les parecen bonitos porque les causan alguna moción. En este sentido, no sé qué tanto se ajuste el término de poema. No obstante, si tú abres el término de poema se abren también muchas otras variables. Un ensayo puede ser un poema, como lo demuestra Anne Carson. Un cuento puede ser un poema. Una prosa puede ser un poema, como lo demostró Baudelaire. Entonces sí es un poemario en ese sentido, pero no creo que la poesía sea un texto de ficción. Para mí está clasificada dentro de la no ficción.
-¿Crees que la crítica le da una justa valoración o visibilidad a las últimas publicaciones en el campo de la poesía?
No. La verdad es que la producción de poesía en el Perú, de todos los estilos y en todas la regiones (y no solo de poesía, sino de literatura general), ha sobrepasado a los medios de comunicación. Hay muchos más escritores, hay bastantes editoriales, hay mucha gente trabajando en la industria del libro, pero los libros a veces no llegan al gran público porque el medio o el canal es como un cuello de botella en donde solamente pasan algunos pocos. Hay mucha literatura que se está produciendo hoy en el Perú, pero, a pesar de que los medios son un cuello de botella, el gran público consumidor existe y esto lo demuestra la Feria del Libro de Lima.
-Yo concuerdo contigo, pero en un escenario incluso favorable percibo que siempre la narrativa tiene la mayor vitrina.
Sí, porque la narrativa es mucho más «fácil». Es un texto que no le presenta tantos problemas al lector. Por lo tanto, a las industrias editoriales les suele ser más rentable. La poesía necesita un lector que se dé el trabajo de leer, no que sea un lector autocomplaciente o contemplativo, sino activo. La vitrina siempre va a iluminar más a lo que comercialmente puede ser más fácil de ser vendido. La novela es un producto burgués, es un producto capitalista, y siempre, dentro de estas lógicas del mercado, va a estar mucho más presente.
-Publicaste tres poemarios en años consecutivos (2009, 2010 y 2011). ¿A qué se debió este silencio de seis años?
Estos tres libros tuvieron también unos seis o siete años de escritura en general. Apenas los tuve terminados empecé a mandarlos a concursos porque, como cualquier escritor sabe, para poder publicar aquí uno tiene que poner de su bolsillo muchas veces. En esos años yo no tenía dinero, así que los mandé a premios y felizmente resultaron ganadores y fueron publicados en años consecutivos. Luego, ya no tenía nueva obra. Lo que vino después fue una búsqueda.
-¿Sientes que en este lapso se ha forjado una nueva voz?
La etapa de esos tres primeros libros es una etapa de aprendizaje, para decirlo de alguna manera. Yo la llamaría «literatura de juventud». Luego de esa etapa ya es otro el que está escribiendo este libro, es otra persona aunque tenga el mismo nombre, es otra persona completamente distinta porque posee otros conocimientos, otras experiencias, otras lecturas, otras indagaciones, otros deseos y otras inquietudes. Hay algunas dudas que aún permanecen en mi obra porque, citando a Cisneros, las grandes preguntas celestes están siempre allí, pero ahora la cuestión es responderlas de manera distinta, y la respuesta es este libro.
-¿A qué poetas jóvenes crees que se debería prestarle mayor atención y por qué?
Hay una poeta en Arequipa que yo publiqué hace seis o siete años en una antología de poesía joven arequipeña que hice. A mí me pareció genial el registro de aquel entonces y creo que ha seguido en esa senda en sus siguientes trabajos. Se llama Ana Carolina Zegarra. Tiene un perfil muy bajo, no está en los medios. Es bastante interesante el trabajo que está haciendo y creo que ahora la van a editar en una antología de poesía Sub 25. Por ejemplo, los chicos que están metidos ahí se encuentran haciendo cosas interesantes con el lenguaje, con mejores y peores resultados. Sin embargo, lo están trabajando, están poniendo en debate lo que es el texto literario, y eso ya es muy atractivo. Hay en Cusco también, por ejemplo, poetas como Jorge Vargas prado y Pavel Ugarte que están haciendo cosas que me llaman la atención. Yo empecé a escribir, digamos profesionalmente, a principios del milenio, entre el 2001 o 2002, más o menos, y en estos quince años que han pasado desde ese entonces ha habido una miríada bastante grande de poesía. Por ejemplo, de los que comenzamos en aquel entonces, está Víctor Ruiz Velazco, Rafael García Godos, Manuel Fernández o Fernando Pomareda, que están haciendo cosas bastante llamativas y no sé si catalogarlas como novedosas, pero sí que están muy comprometidas con el hacer poético, lo cual me parece bien porque hay un riesgo en el decir, arriesgan nuevos registros, nuevos temas en general.
-¿Cuáles son tus próximos proyectos en lo que concierne a poesía?
Tengo un libro que ya está casi terminado que se llama La postcumbia. A mí la cumbia siempre me ha parecido interesante desde que la empecé a conocer y a estudiar, porque ha uniformizado de arriba a abajo y que de derecha a izquierda la cultura latinoamericana en general, y además ha sido de exportación. No hay persona que no conozca una cumbia o la haya bailado o escuchado. Es un género musical interesante. Eso por un lado, culturalmente hablando, y por el otro lado me interesa cómo genera sus temas y letras, sobre qué habla, sobre qué canta. Entrar a explorar por ahí fue fundamental para entender qué es lo que hace popular eso llamado cumbia y poder repensarla, reescribirla, reversionarla en algunos casos. Es un trabajo larguísimo. Sin embargo, hay ciertos temas símbolos que siempre van estar presentes dentro de nuestra imaginería latinoamericana. El otro proyecto está compuesto por unos textos que te terminé de escribir en la selva y que son de largo aliento. Tienen un título muy tentativo: El informe corazón de las hormigas. Estos escritos exploran la violencia en general.
-Finalmente, y en base a tu experiencia, ¿qué tan importantes son los premios literarios para los escritores?
Son importantes porque te publican. Eso ya es genial porque no tienes que poner de tu bolsillo. Ya te ha costado la vida poder escribir. Has hecho todo ese trabajo. Has dejado tu vida familiar y personal por arriesgarte a escribir. Porque arriesgarse a escribir no son los cinco minutos en que te sientas a escribir, como decía Bukowski. Es todo un proceso de poder llegar a ese lenguaje, es un pequeño viaje de vida, tiempo y experiencia. Es como lo que decía Bolaño. En cualquier otro oficio tú trabajas ocho horas y luego puedes ser otra cosa. El policía trabaja sus doce horas en el día, luego regresa a casa, se quita el uniforme y se pone un pasamontañas y sale a robar. Ha cambiado de oficio. El escritor no puede hacerlo. El escritor es escritor mientras sueña, mientras piensa, mientras realiza su vida cotidiana.