lunes, 25 de abril de 2016

Pequeña novela con cenizas


Hay libros imposibles de reseñar y sucede por una simple razón: son libros cobardes. Ya sea por temor a las críticas que puedan despertar o quién sabe qué diablos, se escudan en todo momento. Son temerosos porque no arriesgan. Es imposible, por lo tanto, hablar bien de ellos y recomendarlos, o tirarlos al tacho simplemente. Al final uno siente que solo ha leído páginas en blanco. Pequeña novela con cenizas es un libro cobarde.

Desde el título advertimos un engaño: novela. Pequeña, además. Lo cierto es que si quitamos la parte donde se aborda la vida de Pasolini, nos queda una narración brevísima, un manojo de páginas. Micronovela con cenizas hubiera sido un título más honesto.

La narrativa de autoficción ha desatado hace no mucho tiempo una polémica. Hay quienes reniegan de esta temática. Yo, en cambio, reniego de estos. Por su afán de llamar la atención. Son gente que vive obsesionada por un conejo y que no encuentra literatura en lo que lee. Por la única razón de estar incapacitados para encontrar literatura. Y en el libro de Yrigoyen hay mucha, aunque les cueste reconocerlo. Solo buscan afecto.

La narrativa de autoficción ha impuesto una moda. El temor también reside allí, en escudarse bajo la voz de un narrador que comparte, oh coincidencia, la misma biografía del autor. Y esto no tiene nada de malo. Si se sabe aprovechar, el resultado podría, en últimas instancias, ser soberbio.

Pero acá hay una historia que oculta a otra, que la eclipsa por completo. Y es la vida de nada menos que de Pasolini. Mientras Pasolini habita en el escándalo, el narrador nos cuenta que su padre le pegaba o que casi sucede «algo» con un muchacho. En verdad, ¿a quién rayos puede interesarle eso?

No obstante, este híbrido literario, cuando aborda a Pasolini, posee una lucidez y erudición notable. El tratamiento del lenguaje es también otro punto a favor. Sucede que los poetas tienen otro vínculo con las palabras. Las miman, les dan mayor expresividad, las hacen resplandecer. No hay que hacerle caso a Valenzuela; tal vez no sabe diferenciar entre una buena prosa y una novela de Paulo Coelho.    

El resultado es un texto de carácter disparejo. Es un libro muy «correctito» y al que le falta fuego y también cenizas. Hubiera sido mejor solo abordar a Pasolini. Y hubiera sido un libro, quizá, muy recomendable. 

YRIGOYEN, José Carlos. Pequeña novela con cenizas. Lima: Planeta, 2015.

martes, 12 de abril de 2016

La palabra contraria


La importancia atribuida a mis frases es para mí un premio literario. En Italia no he recibido ninguno por la sencilla y suficiente razón de que no los quiero y por lo tanto no participo en ellos. Esta acusación es mi primer premio italiano. No importa que la asignación se lleve a cabo en una sala de tribunal en lugar de en un salón de baile con la presencia de alcaldes y concejales, y el aderezo de presentadores y madrinas. No importa que sea el único candidato para recibir el premio a la declaración más peligrosa de Italia.

DE LUCA, Erri. La palabra contraria. Barcelona: Seix Barral, 2015.

lunes, 4 de abril de 2016

El secreto del mal


Una literatura del yo, de la subjetividad extrema, claro que tiene que existir y debe existir. Pero si sólo existieran literatos solipsistas toda la literatura terminaría convirtiéndose en un servicio militar obligatorio del miniyo o en un río de autobiografías, de libros de memoria, de diarios personales, que no tardaría en devenir cloaca, y la literatura también entonces dejaría de existir. ¿Porque a quién demonios le interesan las idas y venidas sentimentales de un profesor? ¿Quién puede decir, sin mentir como un verraco, que es más interesante el día a día de un triste profesor madrileño, por muy atildado que sea, que las pesadillas y los sueños y las ambiciones del insigne y ridículo Carlos Argentino Daneri? Nadie con tres dedos de frente. Ojo: no tengo nada contra las autobiografías, siempre y cuando el que la escriba tenga un pene en erección de treinta centímetros. 

BOLAÑO, Roberto. El secreto del mal. Barcelona: Anagrama, 2007.