No me encontraba de muy buen estado de ánimo cuando Vargas Llosa ganó el Premio Nobel de Literatura. Y no era precisamente a causa de eso. Esas semanas que antecedieron al Nobel, a mi cuerpo se le dio por no dormir a las horas que debía, lo cual me ocasionaba ciertos desórdenes de todo tipo (no desayunaba, puesto que dormía a las 9 am; tampoco almorzaba bien, porque despertaba sin hambre a eso de las 3 o 4 pm, y estaba todo el día muy irritable por la ausencia de sueño y la fatiga).
Una emoción proveniente del miedo me dominaba cada vez que veía el alba. Miedo porque el imsomnio era muy resistente (más que otras veces). Miedo porque estaba mal acostumbrando a mi cuerpo. Miedo porque la noche anterior había tomado una pequeña dosis de Clonazepam, la cual no me había hecho efecto alguno. Miedo de sentir que todo esto podría ser el prólogo del pánico. Miedo, en fin, de todo lo que pasaba por mi exhausta cabeza.
Ese jueves la noticia me cogió en ese estado. Recuerdo que, después de haber intentado dormir muchas horas, prendí la tele y empecé a dar zapping. No tenía la más mínima esperanza de quedarme dormido viendo algún programa; simplemente quería distraerme y olvidar que tenía insomnio. Antes de tomar el control remoto dudé en si debería prender la computadora pues sabía que el Premio Nobel -el más esperado por mí- posiblemente ya había sido anunciado. O quizá pensé, sin ver la hora, que era muy temprano para que el Premio Nobel se haya entregado y que quizá podría entrar a Internet más tarde. Ahora, mientras escribo esto, recuerdo exactamente lo que pasó: había olvidado que se entregaba el Nobel. O, mejor dicho, no creía en la más remota posibilidad de lo que iba a suceder a continuación.
Zapeaba yo, muy alegre, de canal en canal, hasta que -no habré apretado más de tres veces el botón- me topo con una conversación transmitida en vivo con Mario Vargas Llosa en Canal N. Inmediatamente leí el rótulo debajo del nombre del escritor: decía Premio Nobel de Literatura 2010. Inmediatamente un "puta madre" explotó dentro de mi cuerpo y se deshizo en miles de partículas que me erizaron la piel. Apagué el televisor terriblemente asustado. No había explicado otro estúpido síntoma que el insomnio también me había traído como regalo. Y era que mi estado emocional no era del todo bueno. Me sentía sumamente sensible a todo. Digamos que estaba como en una etapa de menstruación constante. Cualquier noticia "fuerte" (y por eso evitaba ver los noticieros gore peruanos) me laceraba el ánimo y me generaba ansiedad. Lo del Premio Nobel claro que era una noticia sorpresiva.
Esto que me he demorado en relatar en muchas frases sucedió en apenas tres segundos. Prendo la tele, canal N, premio Nobel, me sorprendo (uno, dos, tres). Así de rápido sucedió. Así de rápido estaba otra vez con la tele apagada, cubierto por completo con la frazada que me defendía de esa luz que entraba por la cortina y que solo me hacía recordar el triunfo del imsomnio, otra vez. Repetía en mi cabeza "Premio Nobel", "Vargas Llosa", y no lo podía asimilar.
Recién ahora me siento a escribir este post animado porque ayer K. me prestó su dossier de Vargas Llosa. Uno muy hermoso, grande y pesado, con miles de fotografías del escritor y documentos inéditos que de solo verlos se convierten en un gran acicate para mí. Había intentado escribir algo desde hace ya varios días. Había tomado mi cuaderno de notas y había esperado que las ideas surgan, pero nada. Ayer fue luna llena. La luna brillaba y votimaba un pedazo de luz blanquecina sobre el piso de la sala. Ver eso me provocó escribir. Entonces tomé mi cuadernito verde y escribí un párrafo que no pude continuar. Hoy, sin querer, he escrito. Iba a comentar sobre el dossier de Vargas Llosa que K. me prestó pero no pude evitar recordar cómo la noticia del anuncio del galardón llegó a mí.
PD: Adjunto la foto que el tomé a MVLL cuando visitó el Centro Cultural de España el año pasado. Pensándolo bien, pude haber estrechado su mano y no haber tomado la foto.