Mi editor, Schmeitzner, de Chemnitz, se equivocó de profesión.
Debería haberse dedicado a la diplomacia internacional o al espionaje. Es un
genio de la intriga y mis libros son su gran secreto. En ocho años no ha
gastado ni un céntimo en publicidad. No ha enviado ni un solo ejemplar a la
crítica ni a las librerías. De modo que no encontrará mis libros en ninguna librería
de Viena. Ni en casa de ningún vienés. Se han vendido tan pocos que conozco el
nombre de casi todos los compradores y no recuerdo que entre mis lectores haya
ningún vienés. Por lo tanto, debe ponerse en contacto directo con mi editor.
Aquí tiene la dirección. –Nietzsche abrió el maletín, escribió unas líneas en
un pedazo de papel y entregó éste a Breuer–. Si bien yo podría escribirle en su
lugar, preferiría, si no le importa, que él recibiera una carta directamente de
usted. Tal vez un pedido de un eminente hombre de ciencia lo induzca a revelar
la existencia de mis libros a otras personas.
YALOM, IRVIN D. El día que Nietzsche lloró. Barcelona: Booket, 2008.
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