lunes, 25 de julio de 2016

Los libros que le hubiera gustado publicar a Herralde

Fotografía hurtada de aquí.

Don Jorge Herralde. Gran lector. Quizá de esos pocos editores que leen y que, a su vez, conservan intacto el buen gusto. Leemos lo que Herralde quiere que leamos, y eso no está mal. A veces el imperio de un editor se hace necesario para trazar una geografía literaria, el recorrido de autores que uno va siguiendo porque un editor lo ha diseñado así. Todo premeditado quizá. Aquí, Jorge Herralde enumera los libros que le hubiera gustado publicar; más interesante aún que escuchar a un autor sobre los libros que le hubiera gustado escribir.

martes, 12 de julio de 2016

El franquismo y la literatura del ‘boom’

Imagen tomada de aquí.

Los censores no molestaron, en cambio, a García Márquez. Su primer libro en España fue La mala hora, en 1962, pero no sería hasta la publicación en 1967 de Cien años de soledad cuando se editaría en amplias tiradas. En 1969, Círculo de Lectores solicitó publicar 5.000 volúmenes de la novela debido a “la premura con que los clientes” pedían más ejemplares.

El censor señaló en su informe que la historia de los Buendía no suponía problema político ni ideológico alguno, aunque “moralmente, presenta un ambiente en el que predomina la inmoralidad”. El censor identificado como Lector 21, que ya había prohibido Las buenas conciencias, de Carlos Fuentes, autorizó su edición y escribió: “Como novela, muy buena”. Solo Jorge Luis Borges recibiría una aceptación tan incondicional: El Aleph pasó en 1969, dos décadas después de su publicación original, sin objeciones, y su autor fue considerado por la censura como “uno de los más grandes líricos de la lengua española”.

Fuente: El País.

martes, 5 de julio de 2016

Escapada


Alice Munro. Hay quienes la llaman «la Chéjov canadiense» (personas con problemas mentales las hay en todo lado). Lo cierto es que si Chéjov estuviera vivo y pudiera leer un solo cuento de esta autora, la mataría sin rodeos. O le daría por el culo y luego la mataría sin rodeos. Sin rodeos, repito, como son los cuentos del genial autor ruso.

A mí me exaspera que un cuento no vaya directamente a donde quiere ir. Que los desvíos por donde el autor quiere conducir la historia duren tantas y tantas páginas. El adorno infinito de algunos relatos. Y los relatos llegan agotados al tramo final. O muchos de ellos perecen a mitad del trayecto. Una cosa muy mala eso de estirar un cuento. Algo propio de sádicos.

Muy sádica la Munro. Cada cuento de este libro bien podría ser una nouvelle. Demás está decir que los suyos son relatos que no llegan nunca al tramo final. La historia (y el lector, qué duda cabe) ya se agotó a mitad del camino. 

Y es que la Munro siente una fascinación por enumerar todo en sus textos. Todo. Descripciones de paisajes, de recuerdos, de rostros, de sensaciones, de rostros atravesados por sensaciones, de paisajes difuminados por el recuerdo. Todo entra en los cuentos de Munro, y no todo debería entrar. A la canadiense le gusta recolectar la basura en sus historias. Uno encuentra bodrio concentrado en los peores casos.

Y su mundo parece... perdón, la frase debe afirmar: su mundo es puramente femenino. Un universo plagado de menstruación, histeria, pasiones, hijas adoptadas, bebés perdidos, y todo lo que callamos los hombres que no sabemos nada de mujeres. En esto Munro es una experta. (Creo que es mujer; o venga, vamos a darle una concesión. Lo es.) Munro, decía, te refriega en la cara tu ignorancia sobre el otro sexo.

(Bueno, eso para quienes no conocen del otro sexo.) 

Mejor comprensión del universo femenino representado en los textos de la Munro, la tuvo Almodóvar. Ya en La piel que habito él/la personaje principal, recluido/a en su prisión lujosa lee Escapada. Este año, en medio del escándalo de los Panama Papers, Almodóvar estrenó Julieta. Esta cinta está basada en tres cuentos del libro de marras: «Destino»«Pronto» y «Silencio».

Vimos a un Almodóvar raro. No había tracas, personajes desesperados, muy desesperados, el encuentro de seres explosivos. No hubo culebrón. Rarísimo en Almodóvar. O, en todo caso, Julieta fue un culebrón discreto y respetable. Almodóvar (y esto pocas veces lo he visto en el cine) supo ceñirse al texto literario. Quizá a eso se debe su contención. Los textos de la Munro ayudaron a que el cineasta español no se desbocara. 

No obstante, Almodóvar logró apropiarse de la historia y, sin desvirgarla, insertar finos detalles que permitían asimilar mejor lo que la Munro, con sus santos y eternos rodeos, jamás logró expresar. Las historias de la Munro, contadas por Almodóvar, tenían más vigor y SÍ llegaban al tramo final, fuertes y vitales.   

Munro en Almodóvar sabe mejor. Munro sola no conduce a nada.   

MUNRO, Alice. Escapada. Barcelona: RBA, 2009.