viernes, 22 de febrero de 2019

César Hildebrandt sobre Alan García


«Fuimos tan amigos con García que una vez este impulsivo donjuán me obligó a seguir a un Mercedes conducido por un sueño de mujer. Habíamos almorzado en “La Tranquera” y lo estaba llevando de regreso a casa porque él estaba sin auto. La señora, sin saberse acosada, llegó al óvalo Gutiérrez y entro a una librería que ya no existe y se llamaba ABC. García me pidió que lo esperara y yo le dije que si se pasaba de los cinco minutos me iría. La verdad es que estaba enfadado conmigo mismo. Me parecía una vulgaridad lo que ocurría y me sentí un chofer rampante y un idiota masterizado.

Por el parabrisas del auto vi que García la abordaba, le sonreía, le metía letra (para empezar) y se mostraba como el más zalamero de los zorros.

Cuando ya iban a cumplirse los cinco minutos, toqué la bocina y encendí el auto. García se despidió y regresó a grandes trancos.

Cuando se subió al auto me enseñó un papelito.

—Ya tengo su teléfono —dijo triunfante.

Yo, que de moralista no podía tener nada, me sonreí. Aquella dama de origen árabe y ojos inmensos, años después, sería el blanco de las escapadas presidenciales más famosas de la historia: en moto, al estilo del rey Juan Carlos de Borbón, y con chaquetón y casco negros. Pero en esa época García sólo era diputado y no tenía que eludir a ninguna escolta.

Pensé en ese momento que su matrimonio debía de estar en problemas. Pero no. Poco tiempo después lo vi junto a Pilar y ambos resplandecían de contentos. García no fingía. Amaba a Pilar pero podía tener lealtades simultáneas sin culpa y sin terror. Era un cazador serial».

En Hildebrandt en sus trece
‘La cámara del terror’ (16).

martes, 5 de febrero de 2019

Taca-taca

En 2017, este conjunto de relatos ganó el Premio Nacional de Literatura en la categoría Infantil y Juvenil. Está muy mal esto de leer libros solo porque ganan premios. Peor aun lo de reseñarlos. De todas formas, aquí tenemos que decir algunas cosas (porque la crítica no ha dicho nada).

Taca-taca reúne cuentos que ya habían ido apareciendo desde el 2015. En un acto cargado de valentía, autor y editor deciden enviar los pocos ejemplares que tenían a la mano (cinco) para participar en el concurso ya mencionado. La justicia poética quiso que el libro resultara vencedor.

En esta edición corregida y remasterizada apreciamos historias de adolescentes. Dicho así, de manera escueta, suena poco atractivo. El libro, no obstante, posee la virtud de narrar episodios tiernos, tristes, hilarantes y crueles con un lenguaje fresco, vivo, ondulante.

Chuquicaña sabe enganchar al lector desde las primeras líneas y tiene además buen oído para reproducir el habla callejera y traer al presente los empolvados recuerdos de la infancia. Lo hace con naturalidad, sin impostura. Ha escrito muchos pasajes en nivel Dios. 

No sé con qué se transmiten las experiencias un tanto tristes o miserables de los personajes, pero el autor ha construido un pequeño universo con no poca maestría. Tiene alma. Leído con atención, uno logra notar el esfuerzo en cada línea. El oficio, el brillo, algunos extraños pero hermosos símiles: «... recuerdo que vistos a plena luz del sol sus ojos cogían un dorado exquisito, como de cerveza Cristal. Una invitación irresistible. Un ya no ya».

He estado pensando en la falsedad de estos cuentos, porque muchos de ellos no los son si nos regimos por la idea de que en el cuento algo se está desplazando. Algunos parecieran ser pequeñas anécdotas o escenas sin mayor movimiento (y en el cuento algo siempre tiene que moverse), y quizá sea este el punto más débil del libro. Pero los salva el lenguaje cuidado, depurado, lleno de esmero. El dosificado humor negro también.

El autor tiene menos de 30 años, vive en provincia y publica en una editorial independiente. Si nos guiamos por estas premisas, se podría afirmar que tenía todo a favor para darse de narices contra el fracaso, pero Chuquicaña ha descolgado un premio importante, y es pecado mío prestarle atención solo por la inesperada luz que se ha posado en él.

Chuquicaña Saldaña, Yero. Taca-taca. Falsos cuentos. Arequipa: Aletheya, 2018.