martes, 15 de febrero de 2011

El último tango en París

En honor a esta película -mi preferida- bautizo este espacio para compartir opiniones sobre cine, este arte que nos hace soñar despiertos. La obra maestra del cine erótico. Después de esto, Bertolucci paso a la historia y pudo morir en paz.
Por: Alberto Nicho Peña.

Por las calles de París un taciturno caminante (John) casi ya sin alma empuja su cuerpo sin saber a dónde ir;  la vida lo ha golpeado trágicamente. Acompaña su dolor, el cielo gris parisino.

Paralelamente, una joven (Jane) busca un lugar para empezar una nueva vida. Toca la puerta de un viejo hotel sin imaginar que estaría adentrándose en un submundo de lujuria y soledad ya que momentos más tarde conoce a John dentro de aquella habitación.  Él, sin nada que perder, se lanza sobre ella poseyéndola agitadamente, cayendo momentos después sobre la alfombra roja de un amor extraño; lascivo pero sincero.

Pocas veces una cinta ha logrado desnudar las miserias humanas como son mostradas en esta obra del director italiano Bernardo Bertolucci, la cual, acompañada de una excelente banda sonora del genial Gato Barbieri, crean una atmosfera en donde dos personas dejan de lado las estúpidas normas sociales para vivir en un mundo solo para dos, donde no hay nombres ni pudor y únicamente la promesa de dejarse llevar por sus instintos y vivir, aunque sea por un momento, la plenitud de la libertad.

John y Jane deciden verse eventualmente en aquella habitación. Afuera, ella está comprometida con un joven cineasta francés, el cual la usa para dar vida a sus propias fantasías cinematográficas sin importarle las necesidades de su compañera. Por otro lado, John (interpretado por Marlon Brando) vive bajo el recuerdo de su esposa muerta, remordimiento que explicaría luego el porqué de su extraño comportamiento.

Bajo la habitación (iluminada magistralmente por Vittorio Storaro) ambos vivirán los mejores momentos de sus vidas, ofreciendo al público una radiografía cruda del ser humano y  sus problemas existenciales.

El último tango en París es una película para ver objetivamente, con los cinco sentidos y, si es posible, más de una vez porque es posible verse reflejado en alguno de los personajes.

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