lunes, 20 de diciembre de 2010

El monitoreo de la semana (III)

Recuerdo que de niño esperaba con suma ansiedad la navidad y miraba el calendario a la expectativa de la llegada del 25, como si se tratase de una celebración crucial hecha para mí y de la que no me podía perder. Era también una excusa para que me regalaran juguetes, lo cual hacía más atractiva esa fecha. Pero sobretodo, era ese espíritu navideño del que todos hablan y que solo los niños saben -sabemos- oler muy bien y disfrutar de él. Hace poco recordé esto: mi ansiedad frente al calendario. Y otra vez me sentí tentado a ver la fecha, la cual ahora mismo vuelvo a ver porque se me ha olvidado: cae sábado.

Pienso en estas cosas al tratar de poner en orden mis actividades hechas en la semana. Era inevitable que mire un poquito al futuro para ver lo que me toca hacer y era también seguro el toparme con una fecha tan especial. Esta navidad será la primera que haré regalos.

Cinemero
Para iniciar con estos posts -que cada vez se hacen más y más largos, y parece que esa será su tónica- me gustaría empezar a hablar de la película que vi ayer. Quien no haya visto "Corre, Lola, corre" podría ser un ignorante del buen cine y es por ese motivo (salir de la ignorancia) que la vi ayer. Desde el inicio hasta el final es imposible pestañear. Esa música electrónica que va al compás de la carrera desesperada de Lola marca el ritmo de la película. El color rojo en los objetos más simbólicos de la historia: el cabello de Lola, el teléfono, la bolsa con el dinero robado, la ambulancia, la atmósfera de los amantes después del sexo. Se podría decir que todo en esta película marca ese roce de perfección que acompaña a las mejores obras de arte. Y pensar que es una película de culto y yo recién la veía.

Librofilia
Aún no he podido acabar con el buenísimo libro de Sebald. Es literatura en estado puro. Es más, Sebald debió haber escrito en español para disfrutar sin los intrusos de la traducción de su magnífica prosa. Supuestamente debí haber escrito ya una reseña literaria para un blog que sortea un premio navideño. Hace unas semanas les escribí para mostrarles mi interés de publicar reseñas en su web, y hace apenas unas horas me entero que no me quieren admitir "porque ya son muchos los redactores".

Quería intentar algo así para practicar el reseñismo, pero veo que será un trabajo que destinaré exclusivamente a este blog. Pensándolo bien, tampoco estoy siendo sincero. Este blog no me genera esa presión de hacer las cosas. En este caso, el de reseñar. Intuía que meterme a un club de reseñistas podía inducirme a escribir más y mejor sobre los libros que leo (y tener así la excusa de leer los libros buenos y actuales y algo caros). En fin, ahora no quiero comprometerme en nada y, si me chotearon, eso también tiene porqué alegrarme.

Volviendo a Sebald, lo acabaré tal vez el martes y haré la reseña antes del sábado, día en que caduca la convocatoria.

El arte de escribir
Esta semana volví a una vagancia extraña. Por un lado, me excusaba en la figura de haber concluído el cuento que había planeado escribir y, por otro, sentía que no podía hacer otra cosa más que reescribirlo. Incluso se me vino otro a la mente, del cual he pensado que bien podría ser una novela. Lo cierto es que apenas he hecho amagos de escritura, lo cual contradice mucho mis intenciones de la semana pasada. Pero volveré a retomar el ritmo.

Ahora todo se hace un poco más difícil (no me estoy quejando). Mi hermano vino de un largo viaje y como él representa el ruido en mi hogar, es inevitable que mis momentos de tranquilidad -jamás aprovechados- hayan teminado. Mañana llevaré al desértico segundo piso una pequeña mesa y una silla y me dispondré a trabajar. Debo ser estricto con mis horarios.

La tesis
Mi tesis. ¿Qué puedo decir de ella? O, mejor aún ¿qué puedo decir de mí? ¿Contrato un verdugo para que me azote? Debo disciplinarme. Ya es demasiada mi tendencia a la flojera. O es el facebook o es el twitter o es el aNobii o es el sueño vespertino. Sé que este mundo está podrido en distracciones pero se supone que son los santos, la gente que se sacrifica y los mártires cotidianos quienes llegan hasta esa excelencia mágica. Por tal motivo, vuelvo a ver ese extracto de la película "Despertando a la vida", en donde un hombre viejo le cuenta al protagonista lo siguiente:

Hay dos tipos de mártires en este mundo: los que sufren de una falta de vida y los que sufren de una superabundancia de vida. Yo siempre me coloco en la segunda categoría. Cuando reflexionas sobre ello, casi toda la conducta y la actividad humana no es esencialmente muy diferente del comportamiento animal. Las más avanzadas tecnologías y la manufactura nos proporcionan, como mucho, el nivel de super-chimpancé. En realidad, la brecha entre, digamos, Platón o Nietzsche y el humano promedio es mayor que la brecha entre este chimpancé y el humano promedio. El reino del espíritu real, el verdadero artista, el santo, el filósofo, rara vez se logra. ¿Por qué tan pocos? ¿Por qué la historia y la evolución del mundo no es una historia de progreso sino una interminable y fútil adición de ceros? No se han desarrollado valores mejores. Diablos. Hace tres mil años los griegos estaban tan avanzados como nosotros ahora. ¿Qué son estas barreras que impiden que la gente logre siquiera acercarse a su potencial real? La respuesta la podemos encontrar en otra pregunta, que es ésta: ¿Cuál es la característica humana más universal: el miedo... o la pereza?
Y es cierto. Son la pereza y el miedo los principales obstáculos que nos inmovilizan y debemos sortear. Ver esto me renueva. Me motiva. Siempre necesito de estas clases de "pastillas para la moral". Pondré un orden a todo lo que estoy haciendo, a cada momento.

El jueves me encontré con Javichín, el obandista filósofo, y me mostró el manuscrito de su tesis. Yo pensando en comprar una netbook y él ya tenía escrita casi toda su investigación en un cuaderno. Lo envidié profundamente, y -según una etapa de la envidia- decidí imitarlo. 

Para esta semana solo tengo una tarea que cumplir hasta el cansancio: luchar contra la madlita flojera a cada segundo.

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