martes, 26 de abril de 2011

El arte de desaparecer

En "Suicidios ejemplares", un regular libro de cuentos del español Enrique Vila-Matas, destaca el relato intitulado "El arte de desaparecer", sobre el cual hace mucho quería escribir un post pues su reflexión sobre la escritura es, a mi paracer, poco menos que elogiable.

En la isla de Humbertha, una peculiar porción de tierra en donde las palabras son pronunciadas siempre con una hache de por medio, vive Anatol (o Anathol), quien es un escritor secreto que tiene "siete extensas novelas en torno al tema del funambulismo" encerradas en un baúl y que ha ido acumulando a lo largo de cuarenta años (63).
 
El día de su jubilación como profesor de un instituto recibe una extensa ovación que lo hace apreciar las bondades del reconocimiento público. A él, que siempre había evitado el más mínimo roce de su escritura hermética con el mundo real, le place con no poco candor aquellos aplausos y piensa en aquella vida que no ha vivido.

Pero Anatol defiende su ostracismo literario. Se pregunta, por ejemplo, "¿en cuántos lugares de este mundo (...) no habrá en este instante genios ocultos cuyos pensamientos no llegarán nunca a oídas de la gente?" (65). Sin embargo, ya ha descubierto que los aplausos y el reconocimiento popular, ya sea por su labor como docente, le resultan agradables.

Se le encarga realizar entonces el prólogo de un libro de fotografías que prepara la institución en donde laboraba, y el teme que, al notar lo bien que escribe, logren descubrir su oficio secreto. Y es así como este libro llega a manos de un conocido poeta humberthiano, el cual le propondrá la publicación de sus manuscritos.

Reflexionando junto a su esposa Yhma, Anatol dice: "en la clandestinidad mi obra ha madurado más y mejor que si me hubiera apresurado a publicarla" (70). ¿Cuántos jóvenes escritores, aparte de irrogarse el mote de "escritor", "narrador" o la autodenominación de "poeta", tienen la ansiedad constante de publicar, a como dé lugar, lo que sea, mientra se imprima y puedan leer sus nombres y ver sus fotos en la solapa del libro? ¿Cuántos solo quieren escribir y ya no leer, y mucho menos corregir, hacer que lo escrito sea fruta madura?

Leía hace poco la bio de Twitter de una conocida escribidora de poemas (no digo "poeta", pues esa es una cualidad y no un adjetivo de infinita prostitución como se estila usar) que decía algo así como "¿Publicaré este año mi tercer libro?" A continución, me puse a reflexionar en lo que decía este personaje vilamatiano y llegué a la conclusión que muchos ya no quieren escribir y solo buscan publicar.

Anatol se enfrascaba en escribir en un anonimato amurallado, mientras otros buscan con avidez salir desesperadamente de este anonimato. ¿Dónde están esos verdaderos escritores como Anatol? Gente que escribe a hurtadillas sin confesar a nadie un vicio tan secreto. Gente que busca dar a la luz pública las piezas de un proyecto literario en continuo desarrollo. Este año publicas tu tercer libro y tienes mi edad, pero ¿cuál es tu objetivo personal? ¿Acaso brillar por efecto acumulativo? ¿No quieres que sea tu obra la que destelle por sí misma?

"Es triste (...) pero cada vez se glorifica menos al arte y más al artista creador, cada vez se prefiere más al artista que a la obra. Es triste, créeme" (70).

¿Cuántos datos de la vida personal de Vargas Llosa sabes de memoria? y, asimismo, ¿cuántas de sus novelas has leído? Si sabes más del artista que de su obra, eres parte de esa tendencia mundial que Anatol ha sabido describir.

Finalmente, Anatol se decide a publicar su novela, la cual nunca más podrá recobrar pues pertenecerá al mundo. Y luego, como todos los personajes de los cuentos que componen este libro, opta por el suicidio: "La obligación del autor es desaparecer" (75-76), sentencia. Se encamina entonces a la habitación frígida de un navío y allí se pierde.

Bibliografía

VILA-MATAS, Enrique. Suicidios ejemplares. Barcelona: Anagrama, 2000.

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