Tenemos en cartelera La revolución y la tierra, un contundente documental que aborda, de manera didáctica y aguda, a ese polémico periodo de nuestra historia reciente que encabezó Juan Velasco Alvarado en el umbral del Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas.
El mayor acierto de su director, Gonzalo Benavente Secco, es brindar un relato coral donde se funden análisis y testimonios para que el espectador contemple todas las aristas de la Reforma Agraria que se ejecutó en 1969 (resaltan aquí los aportes de Antonio Zapata, Hugo Blanco, Héctor Béjar, Zoila Sandoval y Carlos León Moya, entre otros).
Podemos apreciar en el primer tramo del largometraje una necesaria introducción sobre el problema de la tierra, preámbulo que nos sirve para disfrutar a continuación del minucioso estudio de la figura transgresora que encarnó Velasco. En su posterior desarrollo, la película busca comprender qué motivó a las Fuerzas Armadas a establecer reformas sociales y económicas y, sobre todo, muestra cuáles fueron sus consecuencias (visibles a día de hoy).
Lo que distingue a este de otros documentales de similar eje temático es la construcción de un subtema o un relato alterno. De esta forma, en La revolución y la tierra, y gracias a la participación de Ricardo Bedoya, se va trazando una particular historia del cine peruano. En los extractos de las cintas que se nos muestran se ven reflejados los conflictos sociales que anteceden al golpe del 68 (y también son espejos del entramado social posterior, cuando el gobierno de facto ya se ha establecido).
En esta amalgama de interpretaciones, anécdotas e imágenes de archivo hay una invitación al diálogo y, cómo no, a repensar la historia. Y aquí, en lo personal, esto me resulta fascinante porque hace que el espectador cuestione quién (y cómo) cuenta la historia oficial tras un suceso. (Refiriéndose a los asuntos bélicos, por ejemplo, Martín Kohan diría que la historia oficial no la cuentan los vencedores porque estos están más ocupados en gobernar que en narrar cómo ganaron la batalla).
En lo que concierne a Velasco, recuerdo una entrevista que aparece en Cambio de palabras. En esta, Alfredo Bryce Echenique le confiesa a César Hildebrandt que posee una «incapacidad fisiológica para la política». Lo dice en 1972, durante el gobierno militar. Para dejar claro esto le cuenta que, por ejemplo, en una entrevista para un medio español, un periodista lo reprendió por un constante descuido suyo: «Pare usted de decirle Velásquez, se llama Velasco». Líneas atrás, Bryce también admite que siente una gran simpatía por el mentado general y que le gustaría emborracharse con él.
Velasco, en efecto, podía despertar simpatías. Por eso resulta atinada la leyenda que acompaña al afiche del documental: «Velasco es un héroe. Velasco es un villano. ¿De qué lado estás?».
La toma de posición respecto al gobierno militar no admite términos medios. A Velasco se le ama o se le odia. Este documental, no obstante, es una droga fílmica que uno tiene la obligación de administrarse. En su absoluta brillantez solo cabe la admiración.
Estoy totalmente de acuerdo con lo descrito, el documental me parece de un acierto total al dejar al espectador libre para tener su propia opinión, me gustaría que otros hechos históricos sean abordados de esa manera, gracias por mantener actualizado el blog, lo sigo desde hace mucho tiempo y he podido seguir el ritmo actual tanto nacional como internacional en el ámbito cultural.
ResponderEliminarGracias a ti por leer aún este humilde espacio.
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