domingo, 4 de enero de 2015

La vida inevitable


En la literatura peruana, la aparición de un buen libro de cuentos es algo atípico. Un suceso que demora en concretarse. Después de leer La vida inevitable, de Lenin Heredia Mimbela, podemos asegurar que esa espera aún continúa.

Seis relatos conforman este libro, de los cuales no se podría rescatar ninguno. O quizá sí; una frase: «Muchas veces desde mi cama la oí despedirse, en voz baja para no despertar a los chicos, decía, y su susurro ablandaba la almohada y cerraba mis ojos» (12). Muy hermosa, no hay por qué ser mezquinos. Luego, lo demás es un desierto.

Ambientados en Piura y Lima, los ejes temáticos son principalmente dos: las relaciones de pareja y los lazos familiares. En ninguno de ambos Heredia logra contar una historia. Pese al lenguaje «correctito», hay mucho escombro, mucho despilfarro del espacio restringido que exige un buen cuento.

Otros defectos: la innecesaria y larga enumeración de personajes que no tienen la más mínima importancia o participación en la trama.

Cuestiones básicas de redacción: abuso de los incisos —esos que empiezan con una raya, como ven en este ejemplo—. Solo que al autor, en todos los casos, se le olvida colocar la raya de cierre cuando el final del inciso coincide con un punto.

Frases cliché: «Pasaron las de Caín...» (17) o «...cruzó entre las mesas como pedro (sic) por su casa» (45).

Abundantes lapsus: «...las vecinas regaban baldes de agua todo el día, para que la tierra endurara...» (28); mejor «endureciera». Los cuerpos no lloran: «Tras revisar el cuerpo débil y lloroso de Catita...» (31). Redundancia: «...esperó a la expectativa» (63). «Se peinó una hermosa trenza crespa...» (66); si la trenza se peina, entonces se deshace. «Se apegó cuanto pudo a su cuerpo...» (69), «Rita le apegaba su cuerpo...» (75): «apegar» no se usa para indicar que una cosa se junta con otra. Y, para colmo, en la página 73 el personaje «destapa» una lata de cerveza.

La ilación de lo narrado no es torpe, eso hay que reconocerlo; sin embargo, en estos cuentos no se percibe una mínima tensión, nada que atrape al lector. Y, además, todos los finales son insípidos o muy mal cerrados.    

Lo extraño es que ningún relato podría ser calificado como malo. Y eso es peor pues, si atendemos a la definición de «calidad media», estamos ante un conjunto mediocre.
 
HEREDIA MIMBELA, Lenin. La vida inevitable. Lima: Paracaídas, 2014.  

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