La obra teatral se presentará en el ICPNA de Miraflores hasta el 13 de marzo. |
Por: Lucía Miley.
No abriré este pequeño espacio derramando sobre sus manos un vaso de opiniones subjetivas de lo que fue una obra de teatro, pero tampoco deseo extender su apetito por probar este bocado que se muestra en vitrina.
Mi interés, ante todo, estimado lector, es matar al ser humano. Siento más placer cuando, por las noches, me sumerjo hacia caminos nada injuriosos, pero sí parcialmente virginales, a lo que se dice y se declara como “arte”. Llevar a cabo todo ese camino, de espesura tornasolada, mancha de sudor y sangre mi cuerpo e ineludiblemente también mis manos. No seguiré prolongando su recorrido visual, pues sería demasiado tedioso contarles mi vida y ustedes no están en frente de un monitor para leer cosas como esas.
La literatura siempre fue la amante y columna vertebral de las obras de teatro. Es gracias a ella que podemos navegar con facilidad a un mundo ajeno o propio. Por eso hoy, al hablar de un dramaturgo y poeta español que marco personalmente mi vida a los 18 años y se volvió inmortal y perdurable como muchos otros, les ofrezco gran parte de ella.
Hablar de Federico García Lorca nos transporta a la mitad del siglo XX, más específicamente hacia aquel tiempo de la dictadura española. Gracias a él, las noches madrileñas, las callejuelas del pueblo granadino, se volvieron canciones y grandes poemas, donde siempre dibujó, en cada una de ellas, el amor a la vida gitana.
Él era el hombre que amó el folklore y lo popular; un hombre obsesionado por el misterio de la luna y su fertilidad poética y emocional; por derramar el brío hacia su soledad que era cada vez más férrea al amor, a sus recuerdos y a las noches.
Su popularidad, mayormente por su fama de liberal y sus declaraciones sobre las injusticias sociales de su tiempo, hicieron de él un personaje odiado por la derecha. La gente suele creer que murió plácidamente por los balazos de sus verdugos, pero muchos historiadores afirman que fue peor ya que, según ellos, Lorca gritó algo, que pudo ser un insulto a uno de sus asesinos y éste, al escuchar el grito, lo embistió con la culata de su fusil, arrojándolo a la fosa mortuoria donde, en “gratitud” a su libertad, le dieron varios balazos, engrandeciendo con sangre su inmortalidad. Su muerte no fue ficción y no fue en paz.
Federico García Lorca tiene todavía mucho que ofrecernos, y parte de su vida y sus amores son mostrados en la obra “Sangre como Flores”. Parte de la reseña, de dicha obra, es sacada de la obra Pasiones de García Lorca.
Este gran espectáculo, ofrecido por los actores Franklin Dávalos, quien interpreta a Lorca; Sofía Rocha, que hace de su madre Vicente; André Silva, que asume el rol de Emilio, el amor no correspondido del personaje principal; y Mario Ballón, quien toma el papel de Rafael, el amante incondicional de Lorca, nos llevará a la España de los años 30 y a las facetas desconocidas de Lorca donde las pasiones, la intolerancia, el desamor y la crueldad nos sumergirán a un mar de emociones. La obra de teatro está dirigida por Alberto Ísola y escrita por Eduardo Adrianzén, que escoge varios fragmentos de poemas, parlamentos de obras de teatro, declaraciones públicas y/o cartas de García Lorca.
Alberto Ísola nos dice que en esta obra se ve un Lorca íntimo, complejo, humanísimo, mostrándonos así aspectos desconocidos de la vida del genial dramaturgo español, autor de obras como “Bodas de sangre” y “Yerma. La producción de la obra está a cargo de Ana Celia Salazar y la agrupación Teatro Racional.
La puesta en escena de “Sangre como flores” se presentará hasta el 13 de marzo, de jueves a lunes a las 8pm, en el auditorio del ICPNA de Miraflores (Av. Angamos Oeste 120). Las entradas se encuentran a la venta Teleticket de Wong y Metro y en la Boletería del ICPNA a S/.30 (general) y S/.20 (estudiantes y jubilados).
Mi estimado lector, para culminar y sabiendo mi objetivo. La muerte muchas veces debe ser mejor cuando se es joven, en aquella edad donde la carne es aún bella. En este espacio no solo espero ofrecer algo de mí, sino también algo de ustedes. Sutilmente les iré ofreciendo un camino donde solo la muerte es dueña de la vida y no deja secuelas, al contrario nos regala la inmortalidad en los espacios que pueda ofrecer el arte.
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