lunes, 18 de diciembre de 2017

Los peces de la amargura

Estuve a punto de morir, muy cerca, pero de aburrimiento esta vez. Ya les digo cómo.

Lo que me gusta de los cuentos (de los libros de cuentos) es aquella facilidad con que uno los va apurando. Esperando el bus, dentro del bus, en la sala de espera de cualquier sala de espera, en la cola del cine (a lo King), esperando al amigo que demora a la cita pactada, aprovechando un hueco en la jornada laboral. En toda situación de espera uno puede ir leyendo un cuento y a las pocas semanas, sin darte cuenta, ya has acabado varios libros. No lo escribió Lennon, pero hubiera puesto algo así: «el cuento es lo que sucede ante tus ojos mientras esperas».

Los peces de la amargura (y qué título, madre mía) lo empecé esperando algo o a alguien (no recuerdo qué o a quién) y tan pronto se me hizo cuesta arriba que solo lo leía esperando que el libro acabase de una puta vez. 

Va de etarras: atentados, prisioneros, venganzas, amenazas, muertes y etcéteras. Y moribundo yo, de aburrimiento. 

La multipremiada Patria me llevó a darle este primer bocado a Fernando Aramburu (Patria es un tocho y mejor probar algo más liviano antes porque luego has gastado dinero en vano), y podría decir que «no está mal». Sin embargo, cuando dices que un libro «no está mal» también dices por omisión que algo «no está bien». No sé. A lo mejor soy yo, pero este libro me ha transmitido una enorme indiferencia por parte del autor. Uno siente que los cuentos de Aramburu han sido escritos con tedio o verdadero desapasionamiento. Y sí, a lo mejor soy yo, lector intermitente que aprovecha el tiempo muerto mientras espera una tacita de café antes de ponerse a corregir manuscritos ajenos. 

Por lo pronto, con Patria no me atrevo.

ARAMBURU, Fernando. Los peces de la amargura. Barcelona: Maxi Tusquets, 2016.

No hay comentarios:

Publicar un comentario