-Al inicio de su carrera usted fue traductor de libros, ¿aún práctica ese oficio?
No. Yo traducía para poder alimentarme, así que dejé de hacerlo cuando
dejé de necesitarlo. Aun así, de vez en cuando traduzco algo que me
gusta para un amigo, porque después de 35 años de hacer algo uno se
encariña.
-¿Y qué le dejó esa experiencia a su oficio como narrador de historias?
En esa época yo me especialicé en best sellers norteamericanos. Y puede
que estos no sean gran literatura, pero tienen una buena estructura
narrativa. Además en esa literatura comercial y de entretenimiento hay
algo de honestidad: simplemente hacen libros bien hechos y sin
pretensiones para que un lector pase un buen rato. Algo que contrasta
con esa deshonestidad de algunos escritores que juegan al vanguardismo y
que escriben unas cosas poéticas y complejas simplemente porque no
saben hacer una narración simple y directa.
Fuente: Semana.
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