jueves, 9 de enero de 2014

aNobii vs. Goodreads


La lectura como frikismo nos lleva a hacer tantas cosas. Desde comentar nuestras lecturas, hasta elaborar un ranking anual con los libros que hemos leído durante el año. Para esta actividad, siempre es valiosa alguna herramienta que nos resuelva preguntas como: ¿cuántas libros he leído al año?, ¿cuántos páginas en total?, ¿cuáles han sido las mejores lecturas?, etcétera.

Para sumergirme en esta labor estadística me creé hace unos cuatro años una estantería en aNobii. Luego de sufrir mucho con esta red social para lectores, decidí, no hace mucho, crear una cuenta en Goodreads y empezar de cero. 

Ahora puedo decir, en base a la experiencia, que Goodreads es infinitamente superior. Salvo por el widget (el de aNobii me sigue pareciendo más bello), Goodreads supera ampliamente a aNobbi. No hay que esperar largos meses cuando adjuntamos un libro, la sincronización con nuestras otras redes sociales es perfecta y, en definitiva, el manejo de las estadísticas es más simple.

No sé si considerarlo como un aspecto desfavorable, pero hay que señalar que Goodreads solo está en inglés; no así aNobii.  Y en el aspecto visual, la balanza se inclina en favor de esta última (voy a extrañar su estantería de madera).

Por último, si eres un aficionado o adicto a la lectura, ¿qué esperas para crearte una cuenta?

lunes, 30 de diciembre de 2013

Contarlo todo


Partamos de lo dicho por Zeus (Mario Vargas Llosa): «Es una novela que merece tener muchos lectores». Entonces allí tenemos un problema: ¿los lectores nos merecemos este tipo de novelas? O, mejor dicho, ¿los lectores nos merecemos este tipo de estafas?

Da qué pensar cuando toda una cadena de librerías está detrás del éxito (económico) de este libro. Cierto día llegué a ver los estantes de una de las sucursales de esta cadena, cuando escuché una conversación telefónica de estilo militar: «Necesitamos cien Gamboas para mañana. Repito: cien Gamboas para mañana». Un amigo librero me comentó que estaban vendiendo alrededor de 10 o 9 ejemplares al día.

«Gamboa es el nuevo boom» es la frase con que se ha estado vendiendo la novela. He visto vallas publicitarias promocionándola. He visto un reportaje televisivo en horario estelar contando la sufrida vida de su autor y su posterior éxito. He visto todo. Lo terrible es que la novela ya camina por sí sola y lo hace tremendamente mal. Si antes se pudo armar todo un aparato publicitario para «venderlo todo», ahora que la novela nos pertenece a los lectores es inevitable y justo que digamos que es una reverenda mierda.

Inflar un producto, atribuirle sustancias mágicas, poderes curativos, y, luego de adquirido el producto, constatar que nada de lo que se ofreció es cierto tiene el nombre de estafa. Y quienes la hemos leído nos hemos sentido así: estafados. A esto también se le llama publicidad engañosa.

La novela es indefendible pese a lo que digan Cueto o Ampuero. ¿El primer peruano jugando en el Real Madrid? Es muy patético que se quiera defender un libro solo porque una editorial grande lo publica. Si es así, veamos entonces una jugada de este nuevo talento:

Nos quedamos callados así por bastante rato, y yo tuve tiempo para observar desde otra distancia sus cabellos recogidos y su nariz que latía intensamente y sus manos que constantemente cogían un collar de cuentas que siempre llevó desde que la conocí. Empezó a moverse incesantemente por la habitación acomodando cosas, y yo sentí de pronto que no podía decir absolutamente nada más, que agregar algo sería hacer añicos todas las cosas que estaban allí delante de mis ojos. (272)

El exceso de los adverbios terminados en «mente» es uno de los tantos ruidos que uno tiene que soportar. Se podría enumerar las miles de cacofonías e incoherencias que dificultan la lectura, pero ya Rodolfo Ybarra se encargó de tan exhaustivo trabajo. Yo, de forma humilde, podría agregar que se trata de una novela rosa de 500 páginas. Una novela que posee una estructura simple, una linealidad soporífera y que intenta funcionar como un best seller peruano. Contarlo todo no ha sido escrita (como se escriben las grandes novelas: dejando la piel en ello), solamente redactada. Gamboa es eso, un redactor. Y nada más.

GAMBOA, Jeremías. Contarlo todo. Buenos Aires: Mondadori, 2013.

sábado, 28 de diciembre de 2013

La muerte es una sombra


De manera sucinta, lo que repito es lo siguiente: «Yo nací un 13, el libro tiene 13 cuentos, estamos en el año 2013 y fue presentado un 13 de diciembre».

miércoles, 18 de diciembre de 2013

El dependiente

Un sábado de diciembre por la mañana, Morris, que llevaba más de dos semanas arriba, en la casa, ausente de la tienda, bajó con la cabeza ya curada. La noche anterior, Ida le había comunicado a Frank que tendría que irse por la mañana, pero al saberlo Morris lo discutió con ella. Aunque nada le había dicho a Ida, el tendero, después de su retiro, se sentía deprimido ante la perspectiva de tener que reanudar su triste vida en la tienda. Le aterraban las horas muertas, llenas de recuerdos de los años perdidos de juventud. Lo consolaba un poco la mejora en los negocios pero no lo suficiente, pues estaba convencido de que, tal como Ida se lo explicaba, los negocios iban mejor gracias exclusivamente a su asistente, al que recordaba como un desconocido de ojos hambrientos y digno de la mayor lástima. Y la explicación, por lo demás, era muy sencilla: la tienda no había mejorado porque aquel huésped del sótano fuera un mago, sino simplemente porque no era judío.

MALAMUD, Bernard. El dependiente. Barcelona: El Aleph, 2007.

domingo, 10 de noviembre de 2013

En el nombre de la madre


Hasta el momento, Erri De Luca no me decepciona. Todo lo contrario. Sus narraciones guardan una distribución muy similar en apariencia, pero jamás se repite. Cautiva su tierna manera de observar los hechos, la forma calma de contar lo crudo. En esta novela, por ejemplo, se narra (desde el punto de vista de Myriam/María) el episodio de la Anunciación y el posterior parto. Es una nueva perspectiva del relato bíblico. 

Canto de pastores

Padre nuestro que estás en los cielos
cuestodia tu grey para que se conserve entera y tuya.
Sálvese tu propiedad
así en el cielo como en la tierra.
Los pastos de mañana, dánoslos hoy,
devuélvenos a la perdida y nosotros te la ofreceremos
y no permitas las emboscadas
más líbranos de los lobos, y así sea.

DE LUCA, Erri. En el nombre de la madre. Madrid: Siruela, 2007.

martes, 29 de octubre de 2013

El resplandor

Tony no respondió, pero Danny no necesitaba respuesta: sabía. En aquel lugar se celebraba una larga mascarada de pesadilla, que se prolongaba desde hacía años. Poco a poco una fuerza se había acrecentado secretamente, en silencio, como los intereses en una cuenta de ahorros.

Espeluznante. El rey del terror. ¿Quién dijo que se merecía el Nobel? Ah. Creo que ya lo recordé.

KING, Stephen. El resplandor. Barcelona: Debolsillo, 2010.

viernes, 11 de octubre de 2013

Alice Munro (Canadá): Premio Nobel de Literatura 2013

Imagen tomada de aquí.

Los suecos odian a Estados Unidos. A su literatura, en todo caso. Para ellos, por alguna razón que desconozco, no debe merecer ningún tipo de reconocimiento. La mejor demostración de su odio es premiar a una lengua que habita en el norte de América, pero ubicando el premio exactamente en Canadá. 

Sin embargo, el premio sigue siendo para la lengua, y eso no se puede negar. Lo que ha sido un gran acierto en esta edición del Premio Nobel de Literatura es la elección del género.

Estamos acostumbrados a que gane un poeta con una vasta obra o a un novelista consagrado y de oficio, pero ¿y los cuentistas? El cuento es un género de artesanía difícil, cuya escritura representa un reto tan arduo como la de una novela (y hay quienes dicen que practican haciendo cuento para llegar a escribir novela; nada tan aborrecible como eso).

Creo que en esta ocasión, los suecos han optado por reconocer que el cuento merece una distinción oficial. Por eso es saludable la elección de Alice Munro y todo lo que ello implica: la prueba de que el cuento se ha vuelto un género necesario en la agitada vida moderna.

sábado, 5 de octubre de 2013

Los Once


Enfréntate a la prosa de Pierre Michon y no te rindas. Michon, el de las frases largas, larguísimas. Avanza como puedas, sin que el cansancio te afecte. Todo esfuerzo será recompensado. El primer contacto con este francés puede resultar tormentoso para muchos. Aquella sintaxis puede afectar los nervios. Pero es que Michon está preparando el terreno para llevarte al manantial oculto. Su prosa es el aparente camino tortuoso por el que hay que transitar. Es necesario que su estilo se nos imponga. Que su lenguaje nos estruje un poco. Michon lo está controlando todo. Después, con el transitar de las páginas, descubrimos que Pierrot nos posee, que estamos bajo su absoluto control.

*
Y François Corentin fue uno de los primeros en caer en la cuenta; quiero decir que pertenecía a las primeras generaciones de hombres que cayeron en la cuenta, no con el intelecto, no, ni por malicia o cálculo, sino con el corazón, que cree que no calcula, por más que fueran sus arrebatos más calculadores que el sentido común iletrado de mil comerciantes en vinos, viejos y bribones. Se contaba Francois Corentin entre esos escritores que estaban empezando a decir, y seguramente a pensar, que el escritor valía para algo, que no era lo que hasta entonces habían creído; que no era esa superfluidad exquisita para uso de los Grandes, esa frivolidad sonora, galante, épica, para que se la sacara un rey de la manga y la exhibiera ante jóvenes más o menos vestidas, en Saint-Cyr o en el Parque de los Ciervos; que no era un castrado ni un saltimbanqui; que no era un objeto hermoso engarzado en la corona de los príncipes; que no era una mujerzuela, ni un chambelán del verbo, ni un comisionado de festejos; nada de todo lo dicho, sino una inteligencia, un aglomerado potente de sensibilidad y de razón que había que incorporar a la masa humana para que fermentase; un multiplicador del hombre, un poder de crecimiento del hombre, igual que las retortas lo son del oro y los alambiques del vino; una máquina poderosa para incrementar la dicha de los hombres. Ese empujoncito tiene por nombre los escritores de las Luces, usted lo ha dicho, caballero.
                                                             *  
 El niño, parado, lo contempla todo con gran interés, a los lemosines negros, el barro, el olor negro; casi ni se acuerda ya de meterles miedo a las dos mujeres que tiene a su disposición. Aquí llegan, junto a él, recuperan el aliento, ríen y riñen un poco, lo tocan; la falla cruje pegada a él. Si las mirase, vería que su madre también lo mira todo con gran interés, dilatando los ojos, abriendo las ventanas de la nariz al olor negro: alta, guapa, formal y piadosa, pero sin hombre desde que se fue el poeta, y con las ventanas de la nariz apasionadamente abiertas al olor negro. Francois-Élie, sin mirarla, pregunta qué hace ahí esa gente. «Están volviendo a hacer lo que hizo por primera vez tu abuelo», dice la madre. «Hacen el canal». Y entonces el niño, muy puesto en el asunto y con tono de evidencia enojada, dice:
—Esos no están haciendo nada: están trabajando.
           ¿Sonríe, caballero? ¿No se lo cree? Sí, demasiado bueno para ser cierto: el artista, ¿estamos?, el creador, ese que quiere creer con todas sus fuerzas, y que consigue creer al fin, que el fundamento y principio del acto que permite hacer presa en el mundo, del acto digno de tal nombre, es la intelección en estado puro, la magia en resumidas cuentas, la voluntad mágica de uno solo, y que no es maquínico sino por añadidura, mágicamente maquínico por llamarlo de alguna manera, de la misma forma que sucede en el acto de Eros.

MICHON, Pierre. Los Once. Barcelona: Anagrama, 2010.